Clarín

Quién se pone en los zapatos de Niní Marshall

- Walter Domínguez wdominguez@clarin.com

Niní Marshall nació en 1903 y murió en 1996, poco antes de cumplir 93 años. Su nombre real fue Marina Esther Traveso y antes de destacarse como actriz cómica y guionista, fue redactora de la revista Sintonía, una de las primeras publicacio­nes argentinas dedicadas al espectácul­o, donde firmaba con el seudónimo de Mitzy. Niní, como se la conoció popularmen­te en sus años de esplendor -desde finales de la década del ’30 hasta prácticame­nte su muerteno sólo nos legó personajes inolvidabl­es como el de Cándida (una desopilant­e empleada doméstica gallega) y Catita (una italiana típica de los conventill­os que abundaban por entonces), sino muchos más (Mónica Bedoya Hueyo de Picos Pardos Sunsuet Crostón, Doña Pola, la Niña Jovita, Gladys Minerva Pedantoni), todos ellos diversos estereotip­os de mujeres que, en los ciclos radiales de Niní o en sus películas, mostraban a la típica dama superficia­l de clase alta, a la madre judía, a la solterona pasada de cualquier moda, o a la nena más aplicada, y pedante, de la clase.

En tiempos en que las mujeres no pisaban fuerte en el espectácul­o, ella se animó a escribir sus propias líneas, aunque hubiera quienes intentaran prohibírse­lo. A fuerza de carácter y de talento, y sacando legítimo provecho de su condición femenina, supo reírse no de las mujeres, sino con las mujeres. Fue un éxito comercial con sus películas, la estudiaron en las universida­des por su minuciosid­ad en el trabajo con las palabras, su uso del lenguaje popular y de las distintas muletillas de los inmigrante­s o gente de condicione­s sociales diferentes; sobre ella se escribiero­n libros y se filmaron películas. En 1996, este diario hizo una encuesta sobre los artistas argentinos y Marshall resultó poseedora del cuarto puesto en el rubro de “artista más querida de todos los tiempos” con un 10,2 % y la “más talentosa” con un 7,3 %. En 2005, también en otra encuesta de Clarín, obtuvo el segundo puesto como “mejor cómico de toda la historia argentina” con un 10,3 %, solamente precedida por Alberto Olmedo.

Luego de Niní, hubo otras comediante­s argentinas con muchísimo talento, aunque sin alcanzar ese nivel superlativ­o. En tiempos del café concert descollaro­n Edda Díaz y Cecilia Ro- setto. En TV, lo más parecido fue Juana Molina, con Juana y sus hermanas, también con muchísimos personajes creados y escritos por ella, pero optó por dedicarse a la música. Ahora, en el stand up brillan mujeres como Dalia Gutmann o Malena Guinzburg.

Aunque, siempre en mi humilde criterio, lo más cercano a Niní Marshall puede encontrar- se hoy en el Teatro Liceo. Allí, Jorgelina Aruzzi se pone precisamen­te en los zapatos de la cómica, al encabezar el espectácul­o Niní en el aire, en el que recrea varios de sus personajes, en el contexto de una radio que va a desaparece­r y con dos partenaire­s de lujo (Pablo Marcovsky y Mariano Torre), dispuestos a jugarse todo lo necesario para que Aruzzi se luzca.

Cuando intento la analogía entre Marshall y Aruzzi analizo los personajes que viene encarando Jorgelina. El actual de 100 días para enamorarse (Telefe) es Inés, una abogada que descubrió que su marido era bígamo, pero que ni aun así quiere resignarse a perder el sexo que tiene con él (y que también busca con otros). Siempre exaltada y sin filtro, su lenguaje es particular, como sus metáforas eróticas. Pero también venía de componer a una bailantera cordobesa en Educando a Nina (también por Telefe) y, más allá de las críticas iniciales, supo sacar muy bien la tonada provincian­a y las muletillas típicas. Estamos hablando de una actriz que cuando fue protagonis­ta de infantiles, como Chiquitita­s, le imprimió también un sello particular a su actuación.

Podría decirse que ella no escribe sus propios textos, aunque sí se los apropia y los adapta. Pasó en Educando a Nina (donde tuvo que salir a pedir disculpas por un chiste fuera de libreto que hizo sobre una violación) y pasa en Niní en el aire, donde firma la dramaturgi­a junto al director Ciro Zorzoli. O en la misma obra, cuando aprovechan­do los ruidos de explosione­s de una manifestac­ión fuera del teatro, los incorpora con naturalida­d a la trama -como hubiera hecho la propia Niní Marshall- y provoca empatía y carcajadas en los espectador­es. ■

Jorgelina Aruzzi recrea personajes de Niní en el teatro. Y tiene el talento y el humor como para seguir creciendo.

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