Clarín

“La reinserció­n es posible con educación y trabajo, pero las cárceles no están preparadas”

Julia Márquez. Jueza Penal, Juzgado N°1 de Quilmes

- Magda Tagtachian mtagtachia­n@clarin.com

En su despacho hay un busto de la Madre Teresa, la foto de sus hijos y una credencial de la OEA donde se lee: “Más derechos para más gente”. Julia Márquez, al frente del Ejecución Penal del Juzgado N°1 de Quilmes, trajo este carnet de Washington donde participó de la 70ª reunión de la OEA. Márquez viajó junto a Carolina Píparo y el abogado Daniel Roggero en representa­ción de Usina de Justicia, el foro que lucha por los derechos de las víctimas. “Planteamos críticamen­te el pseudo garantismo que hay en Argentina, y que da impunidad y deja a las víctimas desprotegi­das”, dice. En la biblioteca también sobresale una foto de la Jueza en remera, short y zapatillas. Sonríe junto a otras abogadas, todas con botines. “Aprendí a jugar al fútbol de muy chica, en las calles de Florencio Varela donde me crié, en un barrio humilde”, cuenta.

Petrona Ayala, su mamá, es correntina y trabajaba como empleada doméstica. Y soñaba con que Julia fuera modista. “No la escuché. Yo veía la serie Petrocelli. En mi familia nadie tenía estudios. Mi papá, Julio, es paraguayo y trabajaba como obrero metalúrgic­o”. -¿Cómo ve el funcionami­ento de la Justicia desde adentro?

Las teorías abolicioni­stas trataron de implosiona­r el sistema. Coparon los ámbitos universita­rios, registros de antecedent­es y el área de prevención también. Se baja la línea de que la delincuenc­ia responde a la pobreza, sin posibilida­d de estudiar los diferentes delitos y sus motivacion­es. -Usted misma viene de un hogar muy humilde y es jueza.

Me genera mucho enojo ese determinis­mo terrible que excluye a los que sí podemos salir de la marginalid­ad. Pero ojo. Porque este sistema también invisibili­za a los delincuent­es con lugares muy acomodados. Con esa lógica, María Julia Alsogaray no podría haber cometido un delito porque jamás fue pobre.

-Vemos casos donde a los delincuent­es le dan salidas transitori­as. ¿Cómo tratar la reinserció­n?

-Quizá algunas personas han transforma­do sus conductas dentro de prisión y puedan acceder a estos beneficios. Pero no todos los casos son iguales. Luego aparece en la Justicia esta corriente que supone que la salida transitori­a o condiciona­l no es un beneficio sino un derecho, y un derecho absoluto. Y esta gente transita por la calle con las consecuenc­ias que ya sabemos. Esto afecta la credibilid­ad de la ley. Genera más víctimas y afecta a los condenados también.

-Porque reinciden y vuelven a prisión...

Y vuelvae por un hecho peor. Como con el caso Micaela García, de 21 años, en Concepción del Uruguay. Fue violada y asesinada en 2017 por Sebastián Wagner. En 2012, había sido condenado a nueve años por abuso sexual. Pero el juez Carlos Rossi lo liberó en 2016, a pesar de que el Servicio Penitencia­rio lo había desaconsej­ado. Ahora Wagner tiene perpetua y cuando salió le quedaban un par de años de condena por cumplir.

-¿El sistema penitencia­rio está preparado para rehabilita­r ?

No, porque el único tratamient­o del preso sería con educación y además hay que educar a una persona que tal vez nunca fue educada, ya está grande. Hoy el 80 % no terminó la primaria. Y muchos tienen serias dificultad­es para escribir su nombre. En la cárcel, nada es obligatori­o, aunque debería serlo. Pero, tampoco hay espacio suficiente. El Servicio Penitencia­rio bonaerense tiene 40.200 internos, y la capacidad real es para 26 mil. Otro tema para tratar son las adicciones. El 60 % al menos tuvo contacto con drogas. Si no acompañás con acciones, los problemas se agravan. Es más, hay generacion­es de presos, son hijos de presos que además están orgullos de serlo. Te dicen: “Soy como mi papá”. Debemos trabajar y educar para dar un corte.

-¿Puede cambiar su visión como jueza luego de escucharlo­s?

Les pregunto: “¿Estás bien en el penal? Y me dicen: “Mejor estaría en mi casa”. Entonces contesto: “No se nota. Llevás 10 años preso, estuviste tres meses en tu casa y volviste”. Me quieren acogotar. Uno trata de que profundice­n.

-¿Sabe cuando mienten?

Hay conductas que ya están muy arraigadas. Mis audiencias parecen sesiones de terapia. Ojalá tuviera más tiempo con cada uno.

-¿Siente diferencia­s por ser mujer? Si hay una diferencia es positiva. Me asocian inevitable­mente con la figura materna, aún las mujeres. Soy como la madre que los reta. Poder decir “no” es la función más amorosa. Como sociedad, tenemos un serio problema con los límites. Es mas fácil decir que sí y más saludable decir “no”.

-¿La reinserció­n es una utopía?

Si no empezamos, ya sabemos cómo vamos. Hace 20 años, los detenidos no llegaban a 10 mil. Tampoco hay suficiente personal para atenderlos, en los juzgados no damos abasto.

-Ve la serie El Marginal, ¿qué le parece a Usted que recorre la cárcel?

No la veo pero escuché comentario­s y estoy al tanto. Me parece morbosa. Potencia estereotip­os y contribuye a los prejuicios. No creo que la cárcel sea eso que muestran. Si lo pensara así, me dedicaría a otra cosa. Veo a la cárcel como una institució­n que proporcion­a el sostén para aquellas personas que tienen serias dificultad­es con los límites simbólicos y no tan simbólicos. Bien utilizada es un ámbito ordenador del psiquismo de un individuo. Sin menospreci­ar su función protectora para el resto de la sociedad o, como dice la Constituci­ón, para seguridad. -¿Razones para creer en la Justicia? La Justicia está integrada por muchas personas. Y a veces miramos más el respaldo de la silla que el compromiso que asumimos, que debiera estar enfrente. Si me pongo a cuidar “mi” sillón, por un determinad­o interés, pierdo. Ahí te tenés que ir. ■

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GERMAN GARCÍA ADRASTI Ficción y realidad . “No veo El marginal. Me parece morbosa. Potencia estereotip­os y prejuicios”, dice la jueza Márquez.

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