Protocolos que despedazan la sensibilidad
En la Ciudad hay 1.100 personas o parejas anotadas para adoptar, y 300 niños. Desde 2014, de 95 acciones con fines adoptivos, en 2017 pasaron a ser 178, según datos del Consejo de los Derechos del Niño. Esto quiere decir que en 3 años se duplicó la cantidad de procesos de adopción en marcha. Son números alentadores para aquellos que aún esperan formar una familia. Hoy nos escriben Adriana y Alejandro. Ellos no pudieron adoptar: el sistema los desgastó. Les endulzaron los oídos, pero se llevaron finalmente un sabor amargo. Les ha- blaron de exigencias de protocolos que despedazaron la sensibilidad, y la calidez de la adopción se fue escarchando con cada baldazo de burocracia. Viejas, más y nuevas entrevistas, preguntas que ya tuvieron sus respuestas en aquellos encuentros, expedientes perdidos y, el remate demoledor: “Va a ser más fácil si le compran un perro antes que esperar a un hermano”. La sentencia se refería a Joaquín, que estaba lleno de ansiedad, y la ilusión de tener un hermano lo enorgullecía. Hoy, luego de los golpes bajos, Adriana y Alejandro se atan el pañuelo rojo al cuello y claman por una nueva ley de adopción que tenga otra mirada, que se acomode a distintas situaciones o propuestas más accesibles, y que contemple los sentimientos de aquellos que desean abrigar con la adopción.
Que esa nueva ley, que se gesta entremezclada con otros pañuelos que exigen la mudanza de viejos paradigmas, sirva también para aceitar los engranajes que respaldan los derechos de los niños que quieren tener una familia y crecer en ella. Porque... “el amor está intacto”.