La vuelta del aborto, Código Penal al freezer y aquel frustrado intento K
Debate. Macri recibirá esta semana a un camarista para definir cómo sigue el debate.
Bumerán: el aborto volvió a manos de Macri
Mauricio Macri arranca la semana corta este martes con una entrevista, tejida de urgencia, con el camarista Mariano Borinsky, responsable de la comisión redactora del nuevo Código Penal. El Presidente le explicará qué quiere el Gobierno con el proyecto de nuevo sistema penal, cuyo lanzamiento público se ha postergado ya tres veces en lo que va del año. Iba a ser este martes, pero el jueves, después de una tormentosa serie de reuniones en el vértice del Gobierno, se resolvió pasar el acto hasta una mejor oportunidad.
Está, según el dictamen de la mesa de coordinación del Gabinete, muy cerca del rechazo de la iniciativa de despenalización del aborto que produjo el Senado. Ese debate fue un trauma para el oficialismo de Cambiemos, que terminó dividido por heridas muy difíciles de cerrar en el corto plazo, y sobre las que echará más sal el debate del nuevo Código, que aborda desde otro ángulo el mismo asunto.
“¿Conviene repetir la pelea por el aborto dos semanas después del triunfo del NO en el Senado?”, preguntó Macri al grupo de ministros. Se inquietaron quienes escuchaban a Macri sobre un tema que quebró la obsesión de todos por las turbulencias económicas. La inquietud abrió un corchete que los apartó de esas cuitas, y se zambulleron en una ácida discusión sobre si convenía o no reabrir la pelea abortista.
El Código, a cuarto intermedio
El debate entre cuatro paredes en el área presidencial decantó en dos posiciones. Una, la del ministro Germán Garavano, que dijo que el Gobierno debía enviar el proyecto tal cual lo había redactado la comisión Borinsky, que en cuanto al aborto reproduce la doctrina del llamado caso FAL. Es una sentencia de la Corte Suprema de Justicia, que ratifica la constitucionalidad del aborto en los términos del viejo Código Penal de 1921, y allana el camino a la desjudicialización.
Ordenaba, además, a las provincias que redactasen protocolos de acción ante el aborto no punible, que asegurasen el cumplimiento de la ley sin demora ni dilaciones. En otro artículo del proyecto (el 88°), les da a los jueces la facultad para no dictar sentencia a las mujeres que hagan su propio aborto, sin tocar la penalización. Algún cambio, sostenía Garavano, debía surgir del debate en el Congreso.
Frente a él, un sector que le atribuye primacía a Marcos Peña argumentó que era oportuno que el Gobierno aprovechase para acercarse al público que apoyaba a los verdes en el debate, y ampliar las condiciones de despenalización del aborto. Una manera de ampliar el arco de apoyos, y de recortar el de las críticas del sector del Sí, que perdió en Diputados y que han aprovechado el peronismo cristinista y las izquierdas, cuando en realidad es un arco más amplio. Macri escuchó paciente, y llamó tras un cuarto intermedio, al ministro de Salud, el radical Adolfo Rubinstein, para que le acercase algo de ciencia a tanta pastosidad política.
Gobierno débil no puede resolver problemas de fondo
La ronda terminó con el pedido de Macri de que a su vuelta del fin de semana largo le acer- quen la propuesta más razonable para salir del intríngulis. Y que sean varias, cuatro o cinco, sugirió, una manera de evitar que lo embreten en un dilema de contrarios. Ahí es que mandó a comunicar la suspensión del acto, que cambió por el café con Borinsky. Para Macri es una dura venganza del tiempo. Mandó en febrero pasado a que se discutiese la despenalización del aborto sólo porque quiso desbaratar un pedido de sesión especial de la oposición para tratar ese tema el 8 de marzo, una semana después de la inauguración del año legislativo, y que hubiera significado una derrota legislativa. Para salir del aprieto revoleó el tema por sobre los muros de Olivos, para que lo resolviese la sociedad, pero ahora le vuelve como un búmeran a las propias manos.
Siete meses más tarde, está en el mismo punto: tiene que resolver él que hacer con el aborto cuando su gobierno pagó altos costos por un debate cismático por definición. Un aprendizaje caro, pero también una prueba de las dificultades que tienen los gobiernos débiles para emprender reformas de fondo. Ora lección, con aire de maldición gitana: en política hoy no hay atajos. Hay que recorrer todas las estaciones y enfrentar todos los misterios.
Roma: ellos se metieron solos
Entre febrero y agosto de este año, la complejidad del problema ha comprometido más al Gobierno. Entró en el tema por necesidad y se enredó. Sufrió, además, el enojo de los propios que se quejaban desde la plaza Celeste con un “Ay, Mauricio, ¿por qué nos metiste en esto?”. Los Verdes se enojaron porque Macri dijo que estaba contra el aborto. Se creyeron víctimas de un ardid. Creen, como mucha gente, que un Gobierno cuando tiene una iniciativa tiene que cabalgarla, y si no cree en ella, la combate. Olivos responde que acá hay otra forma de ha- cer política, a ver si nos entienden.
La Iglesia precipitó durante este debate las diferencias que separan a un gobierno liberista, capitalista de mercado y globalizador, de una institución y un Papa antiliberal, nacionalista, anti global, casi socialista y muy parecido a un peronista. La iglesia imaginó que lanzar el tema del aborto era para tapar la crisis económica. Un disparate explicativo, que se escuchó de boca de obispos con alto cargo como Mario Poli, o de militantes llanos como Juan Grabois. No es lo que cree el Papa Francisco, que ve todo casi desde el más allá. Esa distancia le permite acercarse a la verdad de los hechos. Sobre el debate ha dicho en las últimas horas a uno de sus visitantes criollos, en lenguaje de porteño del barrio de Flores: “Se metieron solos en el quilombo y después le fueron a pedir la escupidera a la Iglesia, que por supuesto trabajó para el no”.
No hay mejor síntesis de lo que pasó. En esas conversaciones vaticanas, también tuvo para los que mandan: “No escuchan a nadie y no tienen la sensibilidad necesaria para estos momentos difíciles para el mundo desigual”.
Los Celestes mantienen la vigilia
Macri reanudó el debate del aborto en el Gabinete el jueves pasado, advertido de que puede producir una crisis entre la tropa de Cambiemos. Antes de esa reunión había recibido una carta privada firmada por numerosos senadores y diputados, que le pidieron una entrevista para quejarse de que la reforma del art. 88 del Código Penal “a los efectos prácticos implicaría un desconocimiento de lo resuelto por el Senado Nacional el pasado 8 de agosto, porque liberalizaría el aborto”. La carta argumenta que esa votación por el NO cierra la posibilidad de que el tema se trate de nuevo este año, algo que niegan los que patrocinan la reforma. Dicen que es un proyecto distinto.
El camarista Mariano Borinsky, al frente de la redacción del nuevo Código Penal, lo verá este martes a Macri.
Marcos Peña creería oportuno aprovechar el debate por el nuevo Código para congraciarse con los pro aborto.
El Papa Francisco no sólo discrepa con el Gobierno por el aborto. También le atribuye falta de sensibilidad para momentos difíciles.
La porteña Cornelia Schmidt-Liermann aprovechó el viaje a Paraguay con el Presidente para hacer lobby anti abortista.