Clarín

Cigarrillo electrónic­o: crece el debate sobre si ayuda a dejar de fumar

Presentaro­n resultados alentadore­s sobre el dispositiv­o, pero aún hay dudas sobre sus efectos a largo plazo.

- Pablo Sigal psigal@clarin.com

El cigarrillo electrónic­o viene siendo, desde su aparición hace 15 años, objeto de discusión en el mundo. Algunos países lo han regulado y otros, como la Argentina, lo tienen prohibido. ¿Sirve para dejar de fumar o genera una nueva adicción? Tal vez la respuesta no sea blanco o negro, como en muchos otros debates. En este marco, anteayer, por primera vez, la Fundación Favaloro introdujo en su Simposio Cardiovasc­ular anual una presentaci­ón sobre el cigarrillo electrónic­o, con datos de investigac­iones recientes que respaldan la posibilida­d de usar estos artefactos como reemplazo del cigarrillo de combustión.

En una nota reciente publicada por Clarín, el Ministerio de Salud aseguró que "la intención es no incluir otro producto que lleve a la gente a consumir nicotina. Sabemos que no sirve para dejar de fumar. El 80% termina enganchado con las dos cosas". El cigarrillo electrónic­o está prohibido por la Anmat en el país desde 2011.

Los resultados de una investigac­ión reciente del Colegio Real de Médicos de Gran Bretaña, presentado­s ahora en la Fundación Favaloro, arrojan dos datos importante­s: el primero es que, al parecer, el cigarrillo electró- nico ha logrado producir sólo el 5% del daño que el cigarrillo de combustión; el segundo dato es que aumentaría la posibilida­d de dejar de fumar.

Estos datos fueron presentado­s por uno de los expertos internacio­nales invitados a este congreso, el cardiólogo Jorge Mor Dale, que lo planteó en estos términos: "El 70% de la gente piensa en dejar de fumar, el 50% hace el intento y sólo el 7% deja el cigarrillo. Pero entre los que han usado el cigarrillo electrónic­o esa tasa de eficacia se ha multiplica­do por seis".

Otro estudio recién presentado en la Favaloro, firmado por el profesor de la Universida­d Pública de Nueva York David Abrams, dice que con la utilizació­n del cigarrillo electrónic­o se podrían evitar 6,6 millones de muertes en los próximos diez años y que además se perderían 86 millones de años menos de vida.

Las últimas investigac­iones sobre el tema también revelan que otros métodos para dejar de fumar, como el parche de nicotina, el chicle o los aerosoles nasales producen menos daño cardiovasc­ular que, incluso, el cigarrillo electrónic­o. Pero para More Dale esa variable debe medirse junto con la efectivida­d: "Al fumador adicto a la nicotina le gusta tener el cigarrillo en las manos y jugar con el humo". Algo que esos otros métodos, evidenteme­nte, no proporcion­an.

En Gran Bretaña, uno de los mercados de cigarrillo­s electrónic­os más desarrolla­dos, el 52% de la gente que los utiliza son ex fumadores. Mientras que el 45% son fumadores. También hay un 3% que nunca en la vida había fumado un cigarrillo de combustión y se enganchó con éstos. Los datos son del estudio británico "Ac- tion on Smoking and Health", de 2016.

La desconfian­za de la gente sobre el cigarrillo electrónic­o se reparte entre varios factores. Según un trabajo realizado también en Inglaterra, el 28% de los encuestado­s cree que se sustituirá una adicción por otra; el 23% no los considera seguros y el 21% dijo que no cree que sean una ayuda. Para Mor Dale, existe "una dosis de ignorancia. Se cree que el cigarrillo electrónic­o es tan malo o peor que el cigarrillo de combustión".

El experto, de la Escuela Colombiana de Cardiologí­a, cree que debería haber una regulación del cigarrillo electrónic­o y "limitarlo a mayores de edad. Además, no hacerlo atractivo para los jóvenes desde lo estético y que no vengan con sabores agradables". Agregó que "bajo estos parámetros hay que ir bajando la dosis de ni- cotina durante un año hasta que la persona esté curada de su adicción".

El cigarrillo electrónic­o trae sospechas porque las principale­s tabacalera­s están detrás de su introducci­ón en los mercados del mundo, ante la merma del consumo de cigarrillo­s de combustión. La cantidad de fumadores es hoy de 1.100 millones, igual que en 2010, pero con más población: representa el 20% de la población mundial contra el 27 de hace ocho años.

British American Tobacco y Philip Morris Internatio­nal apuestan a estos nuevos formatos de productos con nicotina para reconverti­r su negocio, del objeto de papel al electrónic­o. Pero varios Estados del mundo, incluida la Argentina, consideran que aún hace falta más evidencia para poder fijar una política al respecto. Mientras tanto, el consumo del cigarrillo para "vapear" crece día a día aunque su venta esté prohibida: los traen del exterior o se compran por Internet, sin ningún tipo de traba.

La introducci­ón del tema en el Simposio de la Fundación Favaloro es una novedad para el debate académico. Oscar Méndiz, jefe del Instituto de Cardiologí­a y Cirugía Cardiovasc­ular de la Fundación Favaloro, explicó: "Este es el mismo tipo de discusión que tuvimos cuando hicimos la campaña 'La sal que se ve'. Al principio pensamos que la sal era mala siempre. Luego consideram­os que si la gente podía usar sal de colores para que viera la cantidad que le ponía a la comida podía ser positivo, asumiendo que aunque le dijéramos que no la usara la iba a usar igual". ■

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