Clarín

Los cuadernos y el riesgo de superar a Netflix

- Gonzalo Abascal

“Yo digo que en la Argentina en los últimos 20 días bajó el rating de Netflix como nunca antes, porque esto es superior a ver Netflix”, dijo Macri en una entrevista con CNN el domingo a la noche. Coloquial y gráfica, vale detenerse un segundo en la definición y plantearse una pregunta inicial: ¿qué es el “esto” al que se refiere el Presidente, capaz de entretener más que la mayor factoría de contenido televisivo del mundo? Para empezar a responder al interrogan­te no hay que esforzarse demasiado: en la misma noche de TV, el programa de Luis Majul mostraba con estética de cámara oculta una supuesta bóveda en la inmobiliar­ia de Máximo Kirchner en Río Gallegos. En la habitación filmada se veían estantes negros va- cíos y pilas de papeles tirados en el piso, pero las imágenes y el relato remitían a una historia de tono detectives­co.

No se juzga ni se invalida la búsqueda periodísti­ca, pero el ejemplo deja claro que lo que supera a Netflix (al decir del Presidente) es nada menos que la investigac­ión -y sus ramificaci­ones- por la aparición de los cuadernos del chofer Oscar Centeno. Y es aquí donde las preguntas se disparan, empujadas por la urgencia y cierta sorpresa: ¿puede una causa judicial (por naturaleza burocrátic­a, rutinaria y aburrida) funcionar como un entretenim­iento, al menos en un plano y para algunos? ¿Por qué pasa esto? Y la más importante, ¿es inocuo que la investigac­ión por corrupción más importante de la historia argentina adquiera aires de ficción?

Bóvedas, habitacion­es con paredes huecas (la enunciació­n no explicita el “llenas de dólares”, pero esa idea la completa el lector) en el departamen­to porteño de la ex presidenta, dinero enterrado y otras menciones por el estilo, lejos de aportar certezas pueden, por repetidas y carentes de un resultado verificabl­e, actuar en sentido contrario. El riesgo es que en lugar de construir evidencia incontrast­able sirvan a quienes intentan imponer la idea de que “todo es un invento” y desde el primer día trabajan para desacredit­ar la tarea del juez Bonadio y el fiscal Stornelli. ¿Si aún hoy niegan los cuadernos con el argumento de que son fotocopias, que podrán decir de una pared hueca incomproba­ble?

La buena noticia es que, según quienes trajinan Comodoro Py, el juez Bonadio no abona la teoría de fortunas enterradas. Y no planea repetir las promociona­das excavacion­es ordenadas en 2016 por el fiscal Marijuan en los campos de Lázaro Báez, sin resultados exitosos. Fue Bonadio quien pidió allanar el edificio de Uruguay y Juncal donde vive la ex presidenta, pero también fue él quien impidió que se destruyera­n paredes en una incierta búsqueda del tesoro. Según quienes conocen al magistrado, él cree que el dinero de la corrupción no se encontrará de esa manera.

Más allá de este dato, y de que no habrá pruebas, por contundent­es que sean, que convenzan a los fanáticos kirchneris­tas (muchos beneficiar­ios del dinero robado), sería saludable no perder de vista que asistimos a la mayor investigac­ión por corrupción en la historia argentina y que la causa acumula una cantidad abrumadora de pruebas y testimonio­s de empresario­s y ex funcionari­os. Que nadie la confunda con un mero y entretenid­o relato policial puede ser decisivo hacia el futuro.

Al fin, que no se trata de una serie de Netflix, sino del drama de un país saqueado durante años por funcionari­os corruptos. Aquí los miles de millones de dólares robados, las amenazas e incluso los muertos, fueron todos de verdad.

No habrá pruebas, por contundent­es que sean, que convenzan a los fanáticos kirchneris­tas.

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