Clarín

Melania, entre reclamos de Trump y su necesidad de más independen­cia

Figura. Aislada en una “caja dorada”, la primera dama intenta seguir su propia agenda, aun discrepand­o con la Casa Blanca.

- K. Rogers y M.Haberman

Horas después de que Melania Trump se mudara a la Casa Blanca en junio del año pasado, se asomó por una ventana y contempló una impresiona­nte vista del Monumento a Washington: “¡Esperamos tener gratos recuerdos de lo que haremos en nuestro nuevo hogar!”, escribió alegrement­e la primera dama en Twitter.

Pero Trump entendió incluso entonces que sus esfuerzos por forjar su propio papel serían cuestionad­os y analizados en todo momento, incluso por su cónyuge.

Melania, una ex modelo que prefiere las líneas limpias y modernas, había elegido algunos muebles para la residencia de la Casa Blanca en los meses previos a reunirse con su esposo en Washington. Sin embargo, en su ausencia, el presidente Donald Trump -cuyos gustos viran hacia el estilo dorado y triunfal de Luis XIVreempla­zó sus elecciones con varias piezas que le gustaban más. Una de las dos personas familiariz­adas con el episodio lo citó como un ejemplo de la tendencia de Trump a no ceder incluso en las más pequeñas solicitude­s de su esposa.

Poco más de un año después, Melania Trump sigue siendo una primera dama intensamen­te privada que aún se adapta a las exigencias de una nueva vida. Tiene pocos amigos en Washington, mantiene un horario público liviano y, cuando no cuida a su hijo de 12 años, Barron regresa a su casa en Nueva York, al menos una vez al mes, según dicen dos personas cercanas a ella, para visitar un pequeño círculo de asociados, incluyendo a su hermana y su estilista.

A diferencia de otras primeras damas modernas que ejercen influencia detrás de escena, sus amigos dicen que Trump se ha aislado del caos y las filtracion­es de la Casa Blanca al ordenarle al ala este que opere independie­ntemente del ala oeste.

Su personal es pequeño -10 personas, en comparació­n con más de 25 que trabajaban para Michelle Obama o Laura Bush- y ha luchado para poner sustancia detrás de un proyecto de servicio público, que el papel de la primera dama exige. El progreso del esfuerzo político caracterís­tico de Melania, una campaña centrada en los niños llamada “Sé lo mejor”, se vio obstaculiz­ado este mes con la partida de su director de política después de seis meses en el trabajo.

Melania “se mantiene fiel a la mujer independie­nte que ella es haciendo las cosas a su manera”, escribió Stephanie Grisham, su directora de comunicaci­ones, en un correo electrónic­o. “Esto debe ser celebrado, no criticado”. Sus prioridade­s siguen siendo su familia, su salud personal y su papel como primera dama”.

Los aliados la describen cálida, cautivador­a e ingeniosa, en desacuerdo con la postura totémica que a menudo toma en público. Al igual que su esposo, a menudo ignora los consejos de sus asistentes en favor de sus propios instintos, y ordena a su personal a que luchen contra la cobertura de los medios que no le gusta.

Pero Melania sigue siendo una prueba de Rorschach para las percepcion­es del público sobre la Casa Blanca de Trump: las personas tienden a ver en ella lo que ya creen sobre el presidente. Para los seguidores conservado­res del magnate, ella es una compañera de ayuda silenciosa­mente leal. Para sus críticos, es una colaborado­ra atrapada en una jaula dorada, que de vez en cuando se desata para expresar una opinión divergente o hacer una gaffe de alto perfil antes de regresar al silencio.

En junio, la ciudadana eslovena Melania Trump, de 48 años, fue la única funcionari­a ejecutiva que visitó varios centros de detención cerca de la frontera con México después de que miles de niños migrantes fueron separados de sus padres como parte de las políticas de inmigració­n del gobierno. Pero cualquier buena intención se vio eclipsada por su decisión de usar una chaqueta con la frase: “REALMENTE NO ME IMPORTA, ¿A VOS?”, en Texas. Fue visto como inapropiad­o para su oficina.

Trump aprovechó para decir que su esposa se dirigía a los medios, pero una persona cercana a Melania dijo que la chaqueta estaba dirigida a cualquier persona que quisiera criticar su visita a los niños inmigrante­s. “Nadie le dice a la primera dama qué hacer”, dicen en su entorno. ■

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Melania Trump. Figura.

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