A los 35 años, dejó su vida en Recoleta y criará a siete hermanos santiagueños
Diego Bustamante es un técnico agropecuario de 35 años, que decidió dejar la vida cómoda de Recoleta y ayudar a comunidades del chaco salteño. La Justicia de Añatuya, en Santiago del Estero, le acaba de otorgar la tutela de 7 hermanos santiagueños que viven en el Hogar de la ONG Haciendo Camino, en Añatuya, un pueblo a 180 km al sur de Santiago del Estero. Los hermanos tienen entre 17 y 6 años. El juez evaluó que Bustamante es “un referente afectivo” que sabiendo de la situación de los chi- cos, decidió hacerse cargo de los mismos. La tutela es una figura jurídica que puede derivar en una posterior adopción de los chicos.
Diego vivía en Gualeguay, Entre Ríos en 2013 y trabajaba como técnico agropecuario. Hijo de padre empresario, con 7 hermanos, no estaba satisfecho con su vida. “Empecé a pensar en qué iba a entregar mi tiempo y mi vida. Entonces, comencé a salir al encuentro de la gente más necesitada, al barrio, a visitar a personas en situación de calle”, cuenta a Clarín.
Dejó su profesión y en 2014 se sumó al equipo de Haciendo Camino, en Monte Quemado (340 kilómetros al norte de Santiago del Estero). Allí conoció las necesidades en serio. “Fue aquí que di un paso más firme y me vine a vivir a Monte Quemado como director de uno de los centros de la ONG. Trabajando ahí se me fue forjando el carácter y la personalidad que me llevó a armar el nuevo proyecto que fue Pata Pila en Salta”. Esta ONG ayuda a comunidades originarias de Salta, junto a los franciscanos. Trabajan contra la desnutrición infantil, en 20 comunidades.
En Monte Quemado, donde abundan la pobreza y las necesidades, Diego conoció la situación de estos hermanos. Siete de ellos (son 11) vivían una realidad complicada: “La madre venía con 4 al hogar, hasta que fuimos a conocer su situación y encaramos un acompañamiento”. Fue en esa época que el juez de Monte Quemado dispuso separar a los niños de sus padres, por abandono y problemas de alcoholismo de ambos.
“Nos tocó estar la noche que los llevaron a los niños, yo estuve ahí estaban muertos de miedo, subidos al pa- trullero, sin la remera puesta, en patas, me acuerdo de esa noche, que me marcó mucho, sin saber que después iba a terminar en esta idea de estar juntos. Me generó una pregunta muy profunda sobre mi vida, me metí en el patrullero a distraerlos, a abrazarlos, a contenerlos y me quedé ahí hasta que logré que se empiecen a reír un poco y convencimos a los policías de que los pasaran a la camioneta de Maxi, el cura”, cuenta Diego emocionado. La Justicia dispuso entonces que se los trasladara de Monte Quemado a Añatuya, al hogar de Haciendo Camino. Hasta allí va cada 10 o 15 días a visitar a William (17), Pato (15), Mario (14), Maxi (12), Juanita (10), Juancito (8) y Ariel (6).
“A estos siete hermanos quiero darles mi vida, mi tiempo, mi familia”, le dice Diego a Clarín y asegura que antes de todo esto, habló con su familia. “Recibí el total apoyo por parte de mi papá, de mi mamá, de mis hermanos, con muchas ganas de ellos de apoyarme en esto”, afirma. ■