El monstruo del lago que padecía bullying
Jossy fue visto por primera vez a principios de este siglo. Sus doce metros de largo se distinguían nítidamente en las transparentes aguas del lago donde nació, y centenares de escamas le daban su apariencia prehistórica. No obstante, a pesar de su fiero aspecto, Jossy era de naturaleza amable y susceptible.
El animal solía acercarse a las lanchas repletas de turistas, aunque no con el clásico fa- natismo del bruto reptil resentido, sino en busca de aceptación: una exclamación de sano asombro, una palabra cariñosa o, por qué no, un piropo desubicado pero tonificante por parte de alguna visitante escandinava.
Sin embargo, todo lo que recibía eran comentarios descorteses y frases agraviantes, en particular una que lo hirió con especial intensidad: cierta tarde, un vistoso turista argentino con camiseta de fútbol, seguramente al tanto de la característica temperatura de su sangre de reptil, le gritó: “¡Pecho frío!”.
Aun así, el bueno de Jossy intentó de mil maneras socializar con los extranjeros, tra- tando de establecer un frágil vínculo con ellos, o al menos de limitar el uso de esas bombas de profundidad con las que algunos impacientes buscaban que saliera a la superficie.
A medida que pasaba el tiempo y no obtenía resultados, Jossy, como lo haría cualquier monstruo con bajo umbral de dolor emocional, comenzó a pasar cada vez más tiempo bajo el agua, sin dejarse ver. El bullying turístico lo volvió solitario y melancólico.
Por fortuna para él, sus padecimientos afectivos terminaron el día que, ya bastante podrido, decidió comerse una lancha llena de turistas.