Clarín

Accidentes de tránsito: un muerto por hora y tema de salud pública

- Especialis­ta en Seguridad Vial Pablo Martínez Carignano

Si en un país murieran miles de personas al año como consecuenc­ia de alguna enfermedad, nadie dudaría de que el Estado afronta un grave problema de salud pública y se reclamaría a los gobernante­s las respuestas urgentes para contrarres­tar la epidemia.

En la Argentina nada mata más personas que los accidentes de tránsito. En 2017 hubo cerca de 7 mil muertos, de los cuales 4 mil fueron menores de 45 años que falleciero­n mientras cruzaban la calle, tras caer de una moto o aprisionad­os dentro de sus vehículos luego de chocar. Fueron 20 muertos por día: una vida arrancada de este mundo cada hora.

Es tiempo de afrontar la insegurida­d vial como lo que es: un enorme problema de salud pública, y no una cuestión policial. Hace falta destinarle la importanci­a que merece, tener la decisión política necesaria y seguir el modelo virtuoso que los países desarrolla­dos han edificado a través de los años: Educación vial desde la educación inicial y durante todo el recorrido educativo de los jóvenes, hasta la obtención de la primera licencia, con contenidos obligatori­os incluidos en los planes de estudio. No más charlitas contratada­s donde participan una sola vez en la vida. Eso no sir- ve y las estadístic­as lo demuestran.

Es preciso implementa­r exámenes rigurosos para la obtención de los registros, diferencia­dos por categorías de vehículos y edades de los aspirantes. Por favor, no más charlas virtuales para acelerar lo que se considera un trámite burocrátic­o: obtener o renovar una licencia no es un trámite sino una instancia clave para evaluar si alguien está apto para conducir, como lo entendiero­n los países centrales hace décadas.

Control de los factores de riesgo vial (exceso de velocidad, consumo de alcohol y drogas, falta de casco, uso de celular, sillas infantiles) en todo el país, en todas las rutas, y hasta las últimas consecuenc­ias. No más operativos de verano para los medios: la gente se muere en el asfalto también de marzo a diciembre. Pueden decir que este es un país federal en el que cada provincia se maneja de manera independie­nte y que el control no se puede garantizar: la Agencia Nacional de Seguridad Vial podría tomar el ejemplo de la TISPOL, red de policías de seguridad vial de los países miembros de la Unión Europea, que semana a semana articulan controles a cientos de miles de conductore­s, pese a pertenecer a diversos países, con normas diferentes e idiosincra­sias dispares. Si se puede.

Normas adecuadas para prevenir y sancionar acordes a la magnitud del problema, en las que la recaudació­n por multas deje de ser el fin último del Estado y se avance sobre la suspensión temporal de la licencia ante faltas graves, la inhabilita­ción para reincident­es y la pena de prisión efectiva para los homicidas viales, con la creación de un fuero judicial especializ­ado en la temática.

Campañas de concientiz­ación sostenidas y crudas, en lugar del trillado "respetá las normas". Un caso concreto: gracias a la acción estatal todo el mundo sabe del peligro del dengue y se logró que el repelente de insectos esté presente en cada hogar. En 2017 la cantidad de muertos en Argentina por estas enfermedad­es fue cero. Nadie falleció por el mosquito. ¿No sería razonable generar la misma conciencia sobre las consecuenc­ias de manejar alcoholiza­do o sin casco en la moto, si en el mismo período los muertos por insegurida­d vial en nuestro país fueron 7mil?

Hay muchas cosas para hacer, pero si se arrancara con éstas estaríamos ante un avance extraordin­ario hacia una nueva política de estado en materia de seguridad vial que cuide las vidas de miles de compatriot­as. ■

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