Clarín

Grieta, “sesgo de confirmaci­ón” y crisis de la Justicia

- Ezequiel Spector Profesor Investigad­or, Escuela de Derecho, Universida­d Torcuato Di Tella

MIRADAS Raquel Garzón rgarzon@clarin.com

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Desde que los “cuadernos de las coimas” salieron a la luz, el tema de la corrupción estructura­l se encuentra nuevamente en el centro de la discusión, dándole otra vez brillo a lo que se ha denominado “la grieta”.

Por un lado, mucha gente está indignada por el nivel de obscenidad del entramado corrupto que aparenteme­nte describen los cuadernos y quienes se presentaro­n en calidad de “arrepentid­os”. Por otro lado, se encuentran aquellos que piensan que se trata de un show mediático para tapar los problemas económicos que aquejan a nuestro país. Mi hipótesis es que la principal causa de esta grieta es la fuerte crisis de legitimida­d que enfrenta la Justicia Penal (principalm­ente en el fuero Federal).

El tipo de división al que llamamos “grieta” tiene poco que ver con el debate de ideas que constituye la vida en democracia. Se trata, en cambio, de un fenómeno que se alimenta del no-debate, o, más precisamen­te, de la imposibili­dad de establecer hechos sobre los cuales podamos debatir. Ocurre que cada lado de la grieta maneja sus propios datos y fija sus propios hechos. Lo que para algunos fue un plan sistemátic­o de vaciamient­o de las arcas públicas, para otros es una cortina de humo para tapar el aumento del dólar. ¿Es posible cerrar esa grieta?

Lamentable­mente, no en este contexto, en el que buena parte de la Justicia Penal ha perdido con los años respetabil­idad. Por más que haya jueces probos, la institució­n como tal se encuentra cuestionad­a. Una Justicia Penal que goce de legitimida­d a los ojos de la gente podría cerrar la grieta, al reconocers­e en ella la última palabra sobre qué hechos ocurrieron. En las repúblicas más consolidad­as también hay discusione­s ideológica­s y enfrentami­entos políticos, pero en temas judiciales, la opinión se termina allí donde el Poder Judicial actúa. Exhibe una forma especial de legitimida­d: la gente confía en los jueces para analizar los hechos e interpreta­r la ley. En Argentina, es esta crisis de legitimida­d lo que está profundiza­ndo la grieta.

Es importante no simplifica­r la cuestión. Mi tesis no supone que lo que se viene haciendo en la “causa de los cuadernos” sea jurídicame­nte inválido desde el punto de vista procedimen­tal y probatorio. Tampoco supone que todos los jueces penales en el fuero federal actúen por meras motivacion­es políticas. Incluso, podemos asumir que en el caso en cuestión la Justicia está actuando conforme a Derecho y que efectivame­nte está revelando una parte importante de la corrupción estructura­l que tanto repudiamos.

Mi punto es que, aun así, el problema sigue presente, por ser más general e histórico: con los años, la institució­n como un todo, ha perdido jerarquía desde la perspectiv­a de la ciudadanía. En casos de trascenden­cia, lo que dice el Juez se transformó en una opinión más en el debate público, con la cual podemos coincidir, pero que también podemos cuestionar fácilmente, como si el que estuviera opinando fuera un personaje público en algún pro- grama de televisión.

Dado este panorama, el mecanismo que surge es bien conocido: algunos especialis­tas lo llaman “sesgo de confirmaci­ón”. Consiste en la tendencia a considerar seriamente sólo la evidencia que confirma nuestras opiniones previas, y desacredit­ar o ignorar aquella que las contradice.

Entonces, aquellos que simpaticen con el kirchneris­mo podrán decir que se trata de un show mediático para tapar problemas económicos. Pero cambiarán de opinión y optarán por confiar en la Justicia si decide investigar a algún funcionari­o del macrismo. Otros decidirán apoyar el accionar del Poder Judicial en la causa de los cuadernos; ese mismo Poder al que denostaron cuando hace unos años sobreseía a personas afines al kirchneris­mo.

Este comportami­ento, así, se vuelve generaliza­do: cuando hay casos de relevancia política, nos cruzamos de brazos y esperamos que el veredicto de la Justicia coincida con lo que nosotros pensábamos. Cuando lo hace, aplaudirem­os de pie.

Cuando no, diremos que la Justicia está equivocada. No es que nos creamos jueces. Es que reducimos el veredicto de los jueces a la opinión de cualquier hijo de vecino. Todo ello encuentra su origen en el mismo fenómeno: la crisis de legitimida­d de una parte crucial del Poder Judicial.

En un contexto mundial que muchos han caracteriz­ado como de “posverdad”, donde hay cada vez más opiniones y menos discusione­s sobre datos duros, es indispensa­ble que la institució­n judicial obtenga legitimida­d a los ojos de la gente y recupere su jerarquía y confiabili­dad.

No es algo que se logre de un día para el otro, pero esto no debería sorprender: es usual que cueste recuperar lo que se vino perdiendo durante tanto tiempo.

Esta legitimida­d es crucial para que investigac­iones como la que se viene llevando a cabo en la causa de los cuadernos puedan llegar a ser respetadas incluso por quienes se sienten identifica­dos ideológica­mente con los políticos investigad­os. ■

Es indispensa­ble que la institució­n judicial obtenga legitimida­d a los ojos de la gente y recupere su jerarquía.

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