Un testigo complicó a la mujer que atropelló y mató al novio
La quinta audiencia del juicio a Julieta Silva por la muerte de Genaro Fortunato tuvo su punto más trascendente en las declaraciones de Héctor Ontiveros y Matías García, dos jóvenes que vieron el momento de la tragedia, pero que después de llamar al 911 decidieron irse del lugar.
El más importante de los testimonios fue el de Ontiveros, quien señaló haberse retirado del boliche Mona Bar junto a García a las 5 de la mañana del 9 de septiembre. Recordó que llovía y que la visibilidad no era la mejor, por lo que tuvo que bajar la ventanilla para asegurarse que ningún auto transitara por calle El Chañaral y de esa forma poder retirarse.
Según su relato, fue en ese momento que aseguró haber visto a un vehí- culo girar en U y a unos 60 metros de donde ellos se encontraban, el cuerpo de una persona tendido en la carpeta asfáltica. “El auto no circulaba muy rápido, a unos 50 o 60 kilómetros por hora, pensamos que iba a frenar antes de atropellar al cuerpo, pero no lo hizo y lo arrolló”, relató.
La parte central del relato de Ontiveros fue sobre el cuidacoches Ariel Aksenen, principal testigo que involucra a Silva en un acto deliberado para dañar a Fortunato. “Después de cobrarnos, el cuidacoches se retiró y fue quien empezó a hacer señas con sus brazos cruzados al auto que se aproximaba al cuerpo tirado en la calle. Fue antes de que lo atropellara”, sostuvo.
El odontólogo García no aportó demasiado en relación a lo que habló su amigo Ontiveros. En el juicio hubo que recordarle lo que atestiguó durante la instrucción y, a diferencia de su compañero, dijo no haber visto el momento en que Silva giró en U pero sí cuando venía el Fiat hacia donde estaba el cuerpo de Genaro.
En los alegatos, previstos para el lunes, las señas de Aksenen a Silva serán eje central de las exposiciones: ¿Fueron antes o después? Se trata de un aspecto clave en relación a las dos figuras penales por las que está siendo juzgada Silva: homicidio culposo, accidental por imprudencia (conducir sin anteojos y alcoholizada) o un homicidio doloso, donde estaba consciente del daño que podía causar y que tiene una pena de 8 a 25 años. ■