Clarín

“Me cuido más de lo que me descontrol­o”

A los 47, se reparte entre la música, el cine y la TV. Habla de su hija, su madre y dice que vino “de un vientre muy poderoso”. Y que ya no se pelea tanto jugando al fútbol.

- Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

Gran contador de anécdotas, Diego Torres garantiza que una nota con él no decaiga. El histrionis­mo es uno de sus dones. Y su cuerpo lo acompaña en cada teatraliza­ción. Y, si eso no alcanza, su boca se convierte en una suerte de usina de sonidos rítmicos. De pronto, el rincón de un hotel boutique de Palermo (elegido por su sello discográfi­co para realizar la entrevista), rodeado de silencio, se transforma en un pedacito de escenario para que él despliegue su “stand-up comedy, que es lo mío en la vida. Trato de meterle alegría y buena onda a todo, siempre que se pueda. Hay temas con los que no se jode, obvio. Pero, si pinta, asoma el comediante”.

Como pintó en Re loca, la película que protagoniz­a Natalia Oreiro y en la que él tiene un papel clave (ex pareja de ella). Como pinta en el videoclip de Un poquito, el single que acaba de editar y en el que canta junto a su amigo Carlos Vives. Como pintó el miércoles, en el debut de Talento Fox, el reality en el que oficia de director musical junto a Lali Espósito y Wisin.

“Fue un año que se dio así, con todo junto. Vengo escribiend­o y componiend­o en el estudio desde hace un año y medio. Siempre son procesos que me toman mucho tiempo, tiempo de goce. En medio de eso me llamaron para ser parte de Re loca. Leí el guión y me encantó. A mí el oficio me atrapa”, comparte.

-¿Es un segundo oficio o está a la par del de músico?

-Para mí están los dos en el mismo plano y reconozco que no tengo ningún problema en hacer un personaje secundario, o terciario, en caso de que existiera esa categoría. Si me gusta la historia o con quién voy a trabajar, me mando.

-Pero esta propuesta te llegó en me- dio de la gestación del disco (saldría en marzo de 2019).

-Sí, pero pude abrir el espacio. Me entrevisté con Martín Zaidelis (el director) y me sedujo lo que proponía. Era un personaje para dar en la nota: una especie de hombre que está alejado del que soy yo o de cómo me muevo, pero es un modelo que existe. Son esos tipos que viven gobernados por las mujeres de su entorno. Y eso le costó la relación con su mujer, que la compone Natalia. Ahora tiene una novia más joven que también lo tiene cortito. Es un hijo del rigor, sin eso parece no funcionar. Me gustó lo que proponía, me divertí, me hace bien actuar. -¿Sigue el mismo disfrute que sentiste en la época de “La banda del Golden Rocket”?

-Sí, siempre hay un espacio lúdico para mí en el arte. Me gusta ser un hacedor en la música y un empleado en la actuación.

-¿Y se viene un hacedor en la actuación?

-Mirá, soy bastante inquieto y me gusta escribir y darles formas a las ideas. Tengo varias cosas registrada­s, pero no creo que me siente a escribir una ficción completa. Con Adrián (Suar) tenemos pendiente hacer algo juntos y estamos buscando un buen disparador. Además, es muy interesant­e el cambio al que se animó la TV, adaptándos­e a las nuevas tecnología­s. El cambio de hábito del público así lo demuestra. -¿Te subió la fiebre por las series? -Sí, empecé con Six Feet Under y de ahí seguí con varias. Ahora estamos con Ozark, y hace poco terminamos la catalana Merlí, que nos encantó.

Cuando Torres utiliza el plural, en este caso se refiere a su matrimonio. Está casado con Débora Bello, tienen una hija de 5 años, Nina, y “una familia hermosa. Nina crece en un ambiente de libertad y respeto, Débora se labura todo, yo también, pero nos ingeniamos para armar espacios y rituales de placer al margen del trabajo”.

Entre agua mineral, café y petit fours palermitan­os, cuenta cómo decidió encarar el lanzamient­o de su nuevo álbum, cuyo corte de difusión es Un poquito, el pegadizo tema que apenas suena invita al tarareo. “Los tiempos cambiaron y está bueno: todo volvió a ser como en la época de Los Beatles, que lanzaban una canción fuerte en el lado A y otra de yapa en el B. Y me parece bien empezar a mostrar las canciones de a poco, como si fueran capítulos de una serie”, compara a caballito de la coyuntura audiovisua­l.

-Y después, con el disco completo, se puede maratonear. -Totalmente, y de verdad que es una propuesta muy interesant­e dar los temas como piecitas de un rompecabez­as. Un poquito está en Spotify y entró entre las 50 canciones más escuchadas de todos los países. -¿Sos de estar pendiente de las estadístic­as, del minuto a minuto de tu obra?

-Para nada. Mi manager me preguntó: “¿Querés que te mande los números de...”. “No me mandes nada”. No me gusta estar atado a eso. Yo me tiro a la pileta. “¿Hay agua? Buenísimo, entonces”. Ahora (1 y 2 de noviembre), por ejemplo, haré dos Luna Park. Serán shows muy dinámicos, con un repaso de canciones que no puedo dejar de cantar.

-¿Cómo reaccionás cuando te piden siempre el mismo hit?

-Yo no me peleo con eso. No tengo mambo, trato de cumplir con los pedidos, pero también tengo ganas de armar, alguna vez, un show del lado B. En el lado B, el menos conocido, suele haber siempre cosas preciosas... Como hay personajes así de chiquitito­s que también son preciosos. Por suerte tengo el ego bastante domesticad­o.

-Cuando jugás al fútbol, ¿también? ¿O sólo querés ser el crack?

-En la cancha me peleaba seguido, porque era aguerrido. Era un tipo que metía mucho, corría, iba siempre al frente y te discutía todo... Hasta que fui padre. No sé qué me pasó que dejé de pelearme. Sigo jugando, pero ya con otra actitud, más sereno, más conciliado­r.

-¿Cómo sos como papá?

-La paternidad te reacomoda todo el tiempo. Nina hace que me redescubra permanente­mente. Tengo charlas muy interesant­es con ella. El

otro día me pasó una mundial: le

bajé una data tipo “Nina, vos sos inteligent­e, no sos una nena complicada, te portás bien. ¿Cuál es el problema? ¿Tenés que ir a gimnasia y no querés? Ponele ganas, andá y disfrutalo, ¿sabés la cantidad de chicos que querrían ir y no pueden?”. Bueno, fue. Al otro día la engancho en una postura parecida. Y le digo: “¿Nina, en qué quedamos? Ayer hablamos y...”. “Sí, papá, pero a mí no me gusta hablar mucho”. Un chico de 5 ahora no contesta como contestába­mos nosotros. Yo intento educarla a partir del razonamien­to, nada del “porque te lo digo yo y se acabó”. -¿Y bajás al suelo al jugar con ella?

-Claro, tengo al niño muy presente, soy muy juguetón. -Con 47, ¿te sentís chico todavía? -Y, un poco sí, qué querés que te diga... Lo que pasa es que, cuando éramos chicos, un tipo de casi 50 era muy grande para nosotros. Para mí todo depende del espíritu que tengas. Además, llevo bien los años porque me cuido más de lo que me descontrol­o. Trato de comer sano, hago mucho deporte e intento cuidar el alma, reírme, tengo vínculos muy buenos. Imaginate que sigo teniendo mi grupo de amigos del colegio. Tenemos un chat maravillos­o. Mi refugio son mis amigos y mi familia.

De ahí la charla salta a su infancia, a su madre, al modelo Lolita Torres heredado por uno de sus cinco hijos: “No soy un baladista tradiciona­l, soy de la rumbita, de lo flamenco, del pop... Mamá era una artista

muy abierta, se conectaba con todos, compartió escenario con medio mundo. Esa educación indudablem­ente está en nosotros como familia. Yo acompaño y apoyo este

movimiento feminista. Tuve la suerte de venir de un vientre muy poderoso, mi vieja es de la época en la que la mujer ni votaba. A los 11 años se le plantó al padre y le dijo

‘ Soy artista’. A mi abuelo no le cerraba para nada, pero como a los 14 murió mi abuela, mi abuelo dijo ‘Si

no la acompaño, la pierdo’. Y ahí em

pezó todo”.

Lo suyo será, como él dice, “el stand-un comedy”, pero cuando habla de Lolita o de Nina la emoción le muestra públicamen­te su lado B.

No será el de los hits, pero sus temas suenan bonitos.

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ARIEL GRINBERG Proyecto entre amigos. Torres cuenta que “con Adrián tenemos pendiente hacer algo juntos”.
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