Clarín

La única mujer en la Corte de Mendoza

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Es la única mujer en haber integrado la Suprema Corte de Justicia de su provincia, Mendoza. “Me llamaron en 1983, con la llegada de la democracia. Lo consulté con mi marido. Trabajábam­os juntos en nuestro estudio de abogados, pero él siempre me alentó y acepté”, confiesa. Aída Kemelmajer de Carlucci se jubiló en 2010 como jueza y, aunque se produjeron varias vacantes en la Suprema Corte, los sucesivos gobiernos nunca más designaron a otra mujer. “Con una loca basta, habrán dicho”, larga una carcajada la ex jueza.

El 4 de noviembre cumplirá 73 años. Está casada con Ledo Carlucci, con quien fue compañera de la facultad y tienen dos hijos y cuatro nietos. Este año el matrimonio festejará sus Bodas de Oro.

Aída nació en General San Martín, Mendoza. Ahora vive en la capital de la provincia pero viaja seguido a Buenos Aires y al exterior. Se recibió de abogada a los 21 años.

Sus papás, Clara Roitman y Miguel Kemelmajer, no lograron terminar la escuela primaria “por razones ecónomicas y familiares”, confía Aída. “Mi abuela era una mujer muy enferma y mamá se dedicó a cuidarla.

Era la única mujer con tres hermanos varones mayores”, cuenta quien hoy lucha por los derechos fundamenta­les de las minorías y fue una de las destacadas expositora­s en el Congreso de la Nación en favor de la ley de Aborto Seguro, Legal y Gratuito. “La decisión de interrumpi­r el embarazo, como lo dijo hace más de una década la Corte Constituci­onal Italiana y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, está estrechame­nte unida a la voluntad y dignidad de la mujer. Es un acto que se ejerce sobre su cuerpo y la ley que no exige el consentimi­ento del hombre, sea el marido, sea el convivient­e de la mujer, no viola ni la constituci­ón ni los derechos humanos. Exigir ese consentimi­ento puede llevar a situacione­s absurdas”, destaca la jurista, que viaja por Francia, Italia y España y más países dando clases de derecho. Ahora viene de participar en un Congreso en Río de Janeiro sobre derechos de la familia, niñez y adolescenc­ia.

Apasionada de leer novelas, se declara “muy afrancesad­a”. Es que cuando estudiaba Derecho hizo su primer viaje a Francia para hacer un intercambi­o estudianti­l. Y cuando se recibió, en 1966, su papá le regaló un pasaje que le costó 99 dólares para viajar durante 99 días por Estados Unidos y Canadá. “Me lo regaló con 500 dólares en travellers checks y me dijo ‘hacé lo que quieras’. Me fui de viaje en una época que no era para nada común que una mujer anduviera sola por el mundo”.

Kemelmajer dice que “cree en la Justicia, pero no así en algunos jueces. Sueño con un país donde mis nietos no piensen en tener que irse a vivir afuera”.

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