Clarín

Qué pasa hoy con el remisero, su ex y el amigo que entregó los cuadernos

Coimas. Los tres testigos que dieron inicio a la causa

- Lucía Salinas lsalinas@clarin.com

Sin su círculo íntimo conviviend­o con él, con un domicilio reservado y comunicaci­ones telefónica­s esporádica­s con su defensor oficial, Oscar Centeno transita sus días en una suerte de anonimato y sólo pocas personas saben dónde se encuentra. Está en libertad pero integrar el programa de testigos e imputados protegidos lo sometió a una suerte de “prisión”. Asegura estar “contenido” y “sentirse mejor”. Los momentos de mayor angustia aparecen cuando en las noticias escucha que algún acusado lo desmiente y pone en duda sus manuscrito­s. Su ex esposa Hilda Horovitz figura en la causa judicial como testigo, y no realizó ningún cambio en su rutina diaria más que la exposición mediática. Poco se sabe de Jorge Bacigalupo, amigo de Centeno, quien declaró como testigo. Los tres dieron inicio a la causa que se convirtió en un megaescánd­alo de las coimas.

Todo inició el 1 de agosto cuando Oscar Centeno, ex chofer de Roberto Baratta, quedó detenido por el juez Claudio Bonadio. Fue el arranque de una causa que empezó con 15 cuerpos como producto de los ocho cuadernos que escribió mientras se desempeñó como chofer del ex funcionari­o K, Roberto Baratta.

Sólo 48 horas después de su detención, Centeno se convirtió en imputado colaborado­r. En pocas horas, “en medio de la conmoción por la detención y las acusacione­s, decidió cambiar su vida”, confesaron a Clarín desde su entorno. Enojado con su amigo Bacigalupo, de quien siempre repite que lo “traicionó” entregando sus cuadernos, permanece solo, asilado.

Centeno sabe que no está en prisión, pero su ritmo de vida se modificó radicalmen­te. No se encuentra aún con su círculo convivient­e, permanece custodiado las 24 horas. Su domicilio legal dejó de ser el de Vicente López para ser el de la defensoría oficial a cargo de Gustavo Kollmann. El domicilio de residencia lo conocen muy pocas personas y para que su defensor lo visite le recomendar­on contar, como mínimo, con 24 horas de disponibil­idad. Casi como una broma alguien se animó a preguntar: “¿Y hay que ir con los ojos vendados?”. La respuesta lo sorprendió: “Más o menos así”. Es uno de los testigos de mayor riesgo que tiene la causa.

Se comunica por teléfono dos veces por semana con Kollmann.

Su actual pareja fue entrevista­da por el programa al que fue incluido el ex chofer y espera poder permanecer junto a él. Por su lado, Hilda Horovitz, que declaró como testigo en otra causa donde se investiga a Baratta por la compra de buques de gas natural licuado, decidió permanecer en su domicilio y no cuenta a la fecha con custodia. La segunda vez que de- claró en el juzgado de Bonadio su testimonio derivó en otra causa por enriquecim­iento ilícito contra Centeno y su ex jefe. Ambos fueron inhibidos por orden del juez Sergio Torres.

Horovitz continúa en su residencia. Cuenta que no realizó mayores cambios en su rutina, pero la exposición mediática impactó. “Quería decir mi verdad, contar lo que pasé y reclamar lo que es mío”, le dijo a Clarín. Sus acusacione­s fueron el puntapié inicial para que la Justicia ponga atención sobre Centeno.

Otro de los primeros denunciant­es y personas claves en este expediente de 6.000 fojas fue Jorge Bacigalupo. Después de declarar como testigo an- te la Justicia, desistió de ingresar al programa de protección. Sargento retirado de la Policía Federal Argentina, fue remisero por muchos años y en el 98 conoció a Centeno. Ya no se hablan. Desde hace meses que no se comunican.

Cuando Centeno recuperó los cuadernos y observó que la caja que prolijamen­te dejó sellada ya no se encontraba en el mismo estado, en mayo de este año decidió quemar en la parrilla de su casa los manuscrito­s.

“Se asustó. Lo que iba a ser su carta de resguardo se convirtió en un riesgo para él, por eso mintió diciendo al inicio que los tenía”, explicaron allegados a él a Clarín. ■

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