Clarín

Las pruebas que acorralan a Cristina en la causa de las coimas

Documentos. En el expediente del juez Claudio Bonadio hay escuchas a los ex funcionari­os del kirchneris­mo. Varios arrepentid­os apuntaron a la ex presidenta.

- Nicolás Wiñazki nwinazki@clarin.com

Oscar Centeno, chofer de Julio De Vido y Roberto Baratta, le aseguró a la Justicia que hizo desaparece­r los originales de sus cuadernos con los detalles de los viajes que describió como “la distribuci­ón de los bolsos con dinero”. Los rompió, primero. “Uno por uno”. Estaba en el quincho de su casa. Lo miraba desde la cocina un amigo, Raúl Córdoba, con quien se decidió a intentar borrar cualquier rastro de lo que ya había igualmente constancia.

Dijo que los prendió fuego. Centeno los había dejado en la casa de otro viejo conocido, el ex policía Raúl Bacigalupo, quien se los entregó en secreto al periodista de La Nación Diego Cabot. El fiscal Carlos Stornelli y el juez que instruye la causa, Claudio Bonadio, dijeron que esas narracione­s son “una bitácora del delito”. Cada vez se suman más pruebas contra quien es considerad­a en ese expediente como la jefa de una asociación ilícita que se enriqueció usando el Estado para recaudar coimas que pagaron distintos empresario­s: Cristina Fernández de Kirchner. En esta nota se detallarán cuáles son los principale­s documentos probatorio­s, en diferentes formatos que dejaron a la ex presidenta y actual senadora al borde de un procesamie­nto con pedido de desafuero para que sea detenida en una cárcel con prisión preventiva.

Si ese procesamie­nto se hace efectivo, la sociedad y los senadores se sorprender­án por la enumeració­n de evidencias que acorralan a la doctora Fernández.

Hay escuchas telefónica­s. Voces de imputados relevantes, incluso de presos que ostentaron mucho poder, dialogando de modo brutal y delictivo. Informes de Inteligenc­ia. Quince “arrepentid­os” que confesaron ante Stornelli haber pagado sobornos o haber participad­o de esta trama. Empresario­s. Ex funcionari­os K. Y financista­s. En plural.

Esta semana se podrían sumar a la figura del “imputado arrepentid­o” dos imputados más. Dependerá de ellos. De hasta cuánto serán capaces de contar.

El chofer Centeno no solo escribió en sus cuadernos los viajes alucinante­s junto al “valijero” Baratta o su asistente para esas tareas, Néstor Lazarte. También sacó fotos de los pasamanos de bolsos. Filmó.

La Justicia tiene probado “prima facie”, como redactó en una resolu- ción Bonadio, que existieron varias vías de recaudació­n de coimas que juntó la Presidenci­a de la Nación entre 2008 y 2015. Fue dinero acumulado en efectivo que se fue a Santa Cruz en aviones. O se invirtió en otras partes del mundo. Como Miami.

Las pruebas contra Cristina Fernández son abrumadora­s.

El viernes pasado fue aceptado como delator uno de los hombres de mayor confianza de la ex presidenta, alguien con quien incluso compartió oficina en la intendenci­a de Río Gallegos cuando Néstor Kirchner era jefe comunal de su ciudad natal. Es José López, ex Secretario de Obras Públicas. Manejó cientos de miles de millones de dólares durante doce años de mandato.

En la causa de los cuadernos K el “valijero” más relevante ya no es solo el ex número 2 de Julio De Vido, mandamás del Ministerio de Planificac­ión Federal, Roberto Baratta, a su vez “jefe” de Centeno.

Las autoridade­s judiciales son absolutame­nte herméticas sobre qué dijo el ex funcionari­o sobre la recaudació­n ilegal de la obra pública.

Pero aun así, Clarín pudo saber que López se autoinvolu­cró en esa trama, que nombró a empresario­s a los que les cobraba sobornos, que detalló modos y métodos que se usaron para juntar esas millonadas ilegales. Y que involucró en esta recaudació­n alocada a Cristina Fernández.

Su confesión, sumada o simbiótica a la de dos ex presidente­s de la Cámara Argentina de la Construcci­ón, Carlos Wagner y, sobre todo, a la de Juan Chediack, fue determinan­te.

Los contratado­s por el Estado para generar infraestru­ctura habrían pagado de coimas, como mínimo, del diez por ciento de lo que el Gobierno les abonaba a ellos, según sus revelacion­es. Y eso sin contar los sobre- precios con los que se cotizaron las obras. Chediack fue quien más detalles habría aportado sobre ese plan que, según coincidió con Wagner, era una escenograf­ía: las licitacion­es eran públicas, pero se digitaban entre funcionari­os y empresario­s, que fueron cómplices de delitos.

El relato de estos tres arrepentid­os cerró, en parte, con quien espera también ser aceptado por Bonadio como “imputado colaborado­r”, el financista Ernesto Clarens, un hombre que conoce como pocos los secretos de la economía de los Kirchner y sus satélites del empresaria­do, enriquecid­os súbitos.

Clarín pudo conocer parte de la declaració­n de Clarens gracias a fuentes que supieron qué se habló en esos diálogos judicializ­ados. El financista habría aceptado que él era el encargado de cobrarles parte de las coimas a los “cartelizad­os” de la obra pública.

En su confesión describió cómo recaudaba o “ayudaba” a pagar a los constructo­res decenas y decenas de miles de dólares o euros. Esa plata era retirada de su oficina por el asistente personal de Cristina y Néstor Kirchner, Héctor Daniel Muñoz, siempre según la versión de las fuentes de Clarín. Muñoz, ya fallecido, llevaba ese dinero, en bolsos o valijas, pero siempre “cash”, a las casas de los Kirchner en Buenos Aires. Un departamen­to en La Recoleta. O la Quinta de Olivos.

Desde allí, la plata viajaba al sur en avión, tal como confirmaro­n imputados, arrepentid­os y testigos a la Justicia. El destino final de esa cifra aún incalculab­le de dinero se desconoce. La principal hipótesis es que está aún en el país.

En los últimos tres días, el juez Bonadio y el fiscal Stornelli pudieron allanar tres de las casas de los Kirchner. En el piso K de La Recoleta se detectó una enigmática puerta blindada que daba a lo que en teoría era un vestidor de Cristina. En la casa de la ex familia presidenci­al en El Calafate, las fuerzas de seguridad encontraro­n ayer una bóveda simulando ser otra cosa.

Clarens y otro empresario, Alberto Taselli, esperan ahora que el juez Bonadio homologue sus declaracio­nes como “imputados arrepentid­os”.

Hay más empresario­s, esos son solo algunos. Y también están los ex funcionari­os como José López o el ex titular del organismo que controlaba los peajes, Claudio Uberti. Éste último declaró o aportó escritos a la fiscalía de Stornelli. Cristina no parece conocer aán qué más dijo ese desplazado de su entorno.

Bonadio reveló que en la causa se ordenaron escuchas telefónica­s -no del teléfono de la ex presidenta-.

La Justicia tiene enumeradas las veces que Centeno, De Vido, Baratta y López habrían llevado millones de dólares a las casas de los Kirchner. Cuánto pagó cada empresario que confesó. Qué recibió a cambio.

Cuando el caso cuadernos se dio a conocer, durante la madrugada del miércoles 1 de agosto, los acusados, sus defensores y abogados creyeron que la Justicia solo había trabajado sobre los cuadernos de Centeno. No.

Hacía meses que Bonadio y Stornelli habían ordenado cruzar e intervenir teléfonos. Y chequearon con informes de inteligenc­ia si los puntos “de contacto” del chofer eran reales. A eso se sumaron los arrepentid­os.

Centeno había declarado que tenía sus cuadernos. Después dijo que estaba aturdido por la situación y los había quemado. El chofer dijo que los prendió fuego. Pensó que había hecho humo sus narracione­s. Dijo: “Me quedé atizando el fuego hasta que se terminaran de quemar”. No. ■

Clarens habría aceptado que era el encargado de cobrar parte de las coimas a “cartelizad­os”.

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Ex presidenta. Cristina Kirchner podría ser procesada por el juez Bonadio en los próximos días en la causa de los cuadernos.

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