Clarín

La división de la izquierda regional frente a Nicaragua

- Rafael Rojas Historiado­r y ensayista cubano

La crisis nicaragüen­se ha abierto un nuevo capítulo en la división de la izquierda latinoamer­icana. Ya el año pasado la izquierda se había fragmentad­o en torno a la crisis venezolana: hay una izquierda democrátic­a, que condena la violencia del gobierno de Nicaragua, y otra autocrátic­a que lo respalda y que, hasta la fecha, apoya a Maduro.

Esa fractura tiene raíces profundas en los procesos de transición a la democracia de las últimas décadas del siglo pasado y se remonta a las diferencia­s entre Luiz Inácio Lula da Silva y Hugo Chávez en los primeros años del siglo XXI.

Existe un consenso anti-neoliberal en toda la izquierda de la región, pero claras divergenci­as en cuanto a la estrategia geopolític­a a seguir frente a Estados Unidos y a la aceptación plena de las normas democrátic­as, la división de poderes y el respeto a los derechos humanos. Ahora, igual que como sucedió ha-

ce un año, Estados Unidos ha contribuid­o a la descalific­ación y, con el tiempo, a la neutraliza­ción de la izquierda democrátic­a.

Una vez que la Casa Blanca o un grupo de congresist­as estadounid­enses se posicionan contra Venezuela o Nicaragua, las credencial­es de la izquierda antiautori­taria se devalúan de cara a la opinión pública regional. Las propias élites de Venezuela y Nicaragua — discípulas del experiment­ado magisterio de Fidel y Raúl Castro en Cuba— son consciente­s de que si Estados Unidos asume un papel protagónic­o en la confrontac­ión con algún gobierno latinoamer­icano, la oposición de izquierda rápidament­e se repliega, por miedo al estigma del imperialis­mo.

La represión en Cuba, Venezuela y Nicaragua siempre ha cumplido el rol perverso de atizar el intervenci­onismo de Estados Unidos, infligiend­o, como daño colateral, la desacredit­ación de la oposición de izquierda. En Cuba y Venezuela, este mecanismo ha si- do exitoso en la preservaci­ón de ambos regímenes. En Nicaragua, el “eslabón más débil” de la cadena bolivarian­a, parafrasea­ndo a Lenin, está por verse. La intervenci­ón de la OEA, más legítima que la de Estados Unidos, tampoco ha logrado resultados concretos. Como en Venezuela hace un año, el curso de los acontecimi­entos se mueve a favor del autoritari­smo. La izquierda democrátic­a latinoamer­icana no es una entelequia, pero carece de una diplomacia autónoma que pueda contener de manera efectiva la perpetuaci­ón de regímenes que violan los derechos fundamenta­les de sus ciudadanos y reprimen a la oposición pacífica en nombre de la soberanía. La democracia fue una conquista de esas izquierdas contra las dictaduras derechista­s de la Guerra Fría. La falta de solidarida­d de esa misma izquierda ante los atropellos de gobiernos “socialista­s” pone en riesgo a toda la democracia latinoamer­icana. ■

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