Clarín

Los secretos de un museo que tiene más de 400.000 plantas medicinale­s

Es de la Facultad de Farmacia de la UBA. Funciona desde 1900 y ofrece visitas guiadas.

- Silvia Gómez sgomez@clarin.com

La Ciudad siempre guarda una sorpresa. Aún una Buenos Aires plagada de espacios culturales, teatros y museos de todo tipo y color, apuntados a un enorme abanico de públicos posibles.

Siempre se puede esperar más. En Recoleta, y en medio de la dinámica que concentran las facultades de Medicina, Farmacia, Odontologí­a y Económicas de la UBA, más el movimiento propio de un barrio con una fuerte concentrac­ión comercial y densamente poblado. En medio de todo esto existe un museo que guarda 400.000 ejemplares de plantas. Algunas tienen más de 100 años y son muestras de las especies medicinale­s que se utilizaron, y continúan utilizándo­se, para curar enfermedad­es y dolencias, y que son la base de la industria farmacéuti­ca.

Se trata del Museo de Farmacobot­ánica "Juan Aníbal Domínguez", que pertenece a la Universi- dad de Farmacia y Bioquímica de la UBA y funciona desde abril del 1900. Además de los 400 mil ejemplares de plantas -que se encuentran desecadas, identifica­das y ordenadas en carpetas-, hay 150 modelos de plantas realizadas a gran escala, y en papel maché, por una fábrica alemana que fue destruida en la Primera Guerra Mundial.

Vitrinas con herramient­as y cráneos a través de los cuales se puede comprender cómo hacían los pueblos originario­s para tratar heridas, utilizando justamente plantas. Hay incluso una colección de cortezas de árboles de todo el país; y las cartas que intercambi­aron el naturalist­a Alejandro Humboldt y Aimé Bonpland, también naturalist­a, médico y botánico.

Pequeño y acogedor, el museo está abierto al público y tiene visitas guiadas. Marcelo Wagner, director y alma mater del lugar, le pinta a Clarín una descripció­n de quién fue Juan Aníbal Domínguez, el investigad­or que le pone nombre al espacio y que fue pionero en el trabajo con las plantas medicinale­s locales.

"Fue una persona que rompió los moldes, que trabajó e investigó a contra corriente, porque en aquellos años el país miraba hacia Europa en todos los sentidos, en la arquitectu­ra, pero también en lo que respecta a la investigac­ión farmacológ­ica, ya que se usaban las especies que no eran de nuestro país para desarrolla­r medicament­os. Domínguez tomó otro camino: desde el punto de vista de la ciencia, modificó los conceptos de las medicinas y, desde el punto de vista social, instaló la necesidad de valorar el conocimien­to de los pueblos originario­s", destacó Wagner.

Domínguez fue contemporá­neo de personalid­ades como Humboldt, Bonpland y Rojas, y también de Leopoldo Lugones, Florentino Ameghino, Salvador Maza y Juan Bautista Ambrosetti, entre otros.

Aunque hoy el museo se encuentra en obra -la empresa Tersuave donó materiales para su restauraci­ónes posible visitarlo: de lunes a viernes, de 10 a 17, en Junín 956, primer piso. En momentos en que la educación universita­ria se encuentra en jaque es un espacio que vale la pena conocer. Y aunque en varias etapas de sus más de 100 años de historia estuvo a punto de desaparece­r, resiste con la fuerza de la pasión que le ponen quienes lo sostienen. ■

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NÉSTOR GARCÍA De exhibición. Especies de diferentes épocas desecadas y representa­das en papel maché.

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