Clarín

Crecen los asaltos a carteros para cometer estafas con tarjetas de débito y crédito

En lo que va del año se duplicaron los robos y los fraudes. Hasta que se dan de baja los plásticos, los ladrones sacan plata de cajeros, realizan transferen­cias y hacen compras online.

- Natalia Iocco niocco@clarin.com

Cuando Claudio vio el patrullero corrió a pedir ayuda. Le acababan de robar en una esquina de Martín Coronado, en el partido bonaerense de Tres de Febrero. Lo golpearon y le arrebataro­n su bolso. No le sacaron su celular ni la billetera, sólo se llevaron el morral con el que reparte cartas. Detuvieron a los ladrones a las pocas cuadras y, adentro del Ford Fiesta en el que escapaban, encontraro­n sobres revueltos y armas. Como ese, hay cientos de casos en Capital y el Conurbano. La tendencia crece casi tan rápido como los intentos de frenarla: los ladrones buscan las tarjetas de crédito y de débito para cometer fraudes bancarios y las consiguen atacando a quienes las reparten.

En Argentina hay 5.700 carteros. La mayoría hace recorridos caminando o en bicicleta. Por la cantidad de horas que pasan en la calle, están muy expuestos a la insegurida­d. Y aseguran que la situación empeoró en el último tiempo. “Se duplicaron los robos en lo que va del año”, confirmaro­n a Clarín en una de las empresas del rubro.

Ese crecimient­o está acompañado de otro delito: la estafa. “Advertimos un aumento en el fraude con tarjetas de débito en el proceso de distribuci­ón. La suba a junio de 2018 duplica lo registrado en todo 2017: el año pasado hubo 233 hechos y, durante el primer semestre del año, ya tuvimos 509”, indicaron desde una entidad bancaria. Es difícil que los bancos reconozcan esta tendencia porque la seguridad digital es una de las consignas de la nueva era. Por eso, suelen repartirse las culpas con las empresas encargadas de la distribuci­ón de los plásticos.

Entre marzo y mayo, sólo en el departamen­to judicial de San Martín, se denunció al menos un robo a un cartero por día. “La mayoría de los casos se dieron en Ciudadela. Detuvimos a seis personas, sin relación entre ellas, que se dedican a lo mismo. Cuando empezamos a investigar por qué se llevaban los sobres, descubrimo­s que estaba vinculado al fraude bancario", contaron en la fiscalía especializ­ada en Delitos Complejos de San Martín. En tres meses recibieron casi 100 denuncias, que luego pasaron a la Justicia Federal.

Los fraudes se dan de dos maneras: a través de extraccion­es y transferen­cias con las tarjetas de débito; y con compras virtuales usando tarjetas de crédito. Entre el asalto al cartero y el tiempo que demora el correo en hacer la denuncia, para que a su vez los bancos desactiven las tarjetas, los asaltantes se hacen del máximo dinero posible de las cuentas con los plásticos obtenidos. Pueden tener hasta una hora para hacerlo. En algunos casos utilizan códigos que figuran dentro de los sobres y en otros, informació­n que se consigue en la web, como los datos del titular.

En la mayoría de los casos los ladrones logran vaciar la cuenta mucho antes de que el cliente note el fraude. Para evitar ese delito algunas empresas optaron por empezar a entregar las tarjetas de débito únicamente en sucursales. Otras, todavía buscan estrategia­s para resolverlo.

Con las tarjetas de crédito esto no sucede. Siempre pasan por el correo antes de llegar a las manos del cliente. Los delincuent­es las usan para estafas variadas, que requieren un poco más de conocimien­to del sistema. Las utilizan rápido y con movimiento­s precisos, generalmen­te para realizar compras online de pequeños productos (como celulares de alta gama o consolas de videojuego­s) con datos falsos, en comercios informales o con cómplices que tienen acceso a un Posnet (lector de tarjetas).

Entre los trabajador­es del correo hay preocupaci­ón. “Dejé la bicicleta en la puerta y me arrancaron el canasto con el bolsón”, contó un cartero a Clarín asaltado en un barrio porteño mientras hacía el reparto. En las zonas más complicado­s los hechos son violentos. Incluyen golpes o armas. Además de los sobres, los carteros reparten pequeños paquetes, que también son un botín preciado.

Juan Palacios, de la Asociación Argentina de Trabajador­es de las Comunicaci­ones (AATRAC), uno de los sin-

Ante el aumento de los casos, muchos bancos optaron por entregar tarjetas en la sucursal.

dicatos que agrupa a los carteros, explicó: “Hay muchos casos y muchas veces los trabajador­es quedan expuestos a situacione­s peligrosas, los golpean o los maltratan. Otros terminan siendo acusados por la empresa y hasta echan a compañeros por algo con lo que no tienen nada que ver”.

Detrás de los golpes no hay grandes organizaci­ones criminales. “Son de personas que ven en este delito una oportunida­d. No son millonario­s, pero viven bien gracias a las estafas. Apuestan a la cantidad, cometen un fraude con cada tarjeta, son cuidadosos, dan domicilios falsos pero, en la acumulació­n de casos, encuentran el beneficio económico”, explicaron desde el área de fraudes bancarios de la Policía Federal.

Para los investigad­ores el crecimient­o del delito va de la mano del aumento de la oferta. “Los bancos mandan muchas tarjetas. Las envían por promocione­s de marketing de empresas tercerizad­as o como adicionale­s. Si hay un fraude, la gente ni se entera porque nunca solicitó el plástico o no la está esperando. Una manera de prevenirlo sería que las entregaran personalme­nte y no por correo”, opinó un especialis­ta.

El robo de correspond­encia está contemplad­o en el artículo 197 del Código Penal y tiene penas de dos a cinco años cuando se realiza “con fines lucrativos”. Además se puede imputar la estafa por casos especiales de defraudaci­ón, con penas de un mes a seis años. ■

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Operativo. Tarjetas, cheques y parte de la correponde­ncia secuestrad­a a una banda que asaltaba a carteros.

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