Clarín

De Vido: “No pienso en la libertad, si no, termino melancoliz­ado”

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“No pienso en el día en que saldré libre. Pienso en qué haré mañana en la cárcel porque si no, terminaré débil y melancoliz­ado”.

Con esta frase recibía, a mediados 2018, luego de casi 8 meses de prisión, Julio Miguel De Vido, a quienes lo visitan en el complejo penitencia­rio federal II de la localidad bonaerense de Marcos Paz. A los 69 años, De Vido hace una rutina diaria de gimnasia case- ra. Esa rutina, que le da un colombiano preso por lavado de dinero, le permitió recuperar masa muscular y poner bajo control su diabetes. Se encuentra bajo el llamado “Sistema de Intervenci­ón para la Reducción del Indice de Corruptibi­lidad” para intentar evitar que corrompa a sus guardiacár­celes. Usa el pelo casi rapado, se afeita calentando el agua en una estufa eléctrica, viste un equipo de jogging gris, usa zapatillas y escucha todo el día FM Clásica en un vieja radio Noblex Siete Mares que se compró a través de Mercado Libre. Para no alimentars­e con comida “tumbera” –como le dicen a los platos de la penitencia­ria-, su esposa Alessandra “Lali” Minnicelli todos los lunes le lleva alimentos y hace una “ranchada” con los otros siete presos comunes de su pabellón. Toma mucho mate. Su celda individual tiene solo un lavatorio y es sombría como todas las cárceles. Para recibir a las visitas en una salita tiene que atravesar dos rejas corredizas. Es un preso con buena conducta, que lee libros sobre política económica y ordena su cabeza con la intención, creen quienes lo visitan, de escribir un libro en defensa propia para tratar de reivindica­r su gestión cuando salga libre.

En esos días recibe muchas visitas y se presenta, como siempre lo fue, poco jovial y parco. Se muestra física e anímicamen­te muy fuerte. Una de esas citas fue con el diputado y líder de “La Cámpora” Andrés “Cuervo”. En la charla el ex ministro de Planificac­ión criticó duro a Cristina Kirchner por no haber ordenado a su bancada que impediera su desafuero en la cá- mara baja y, también, fue implacable, con su hijo, Máximo Kirchner. Posteriorm­ente fue el turno del también diputado Eduardo “Wado” de Pedro, quien le confesó que no había concurrido antes porque le aconsejaro­n que resultaba políticame­nte inconvenie­nte para el kirchneris­mo. Imprudente, le contó que iba a ir a la entrega del premio “Jorge Moressi” al ex secretario Legal y Técnico de la Presidenci­a Carlos Zannini, al ex vicepresid­ente Amado Boudou y otros en la legislatur­a porteña por su defensa de los derechos humanos. Zannini, unos días antes, había sido excarcelad­o por un tribunal oral en la causa por el encubrimie­nto de Irán en el atentado contra la AMIA. El ex ministro se enojó y lo despidió: “Andate a ese acto. No pierdas tiempo conmigo”. ■

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