Clarín

Macri ordena la economía, le queda lo político

- Ricardo Roa

Demasiadas cosas ocurrieron en las últimas horas como para sacar una conclusión rápida o esperar un resultado rápido. Habló Macri, esta vez en largo. Los cambios ruidosos en el gabinete terminaron en un gabinete por la mitad y sin cambios. Y convertido en el ministro de Economía que Macri no quería tener, Dujovne anunció un paquete fiscal para llegar al déficit cero en 2019. El que siguió como si nada hubiera pasado es el malo de la película: el dólar.

Hay muchos que dicen: Macri está aplicando hoy el shock que debió aplicar al principio, apenas ganó las elecciones. Y es cierto a medias: buena parte de este shock es un mix de maxi devaluació­n y retencione­s.

No es sólo un hachazo al gasto como reclamaban los shockeador­es de la primera hora. Macri dice todo el tiempo y lo repitió ayer mismo que hace rato vivimos por encima de nuestras posibilida­des. Tiene razón. En la emergencia decidió meter mano en los impuestos que pagan los que más se benefician con la suba del dólar.

Volvió atrás con una de sus mayores consignas: la eliminació­n de las retencione­s. Y a riesgo de entrar en conflicto con el campo, uno de sus principale­s aliados. Todo es una señal fuerte sobre su decisión de equilibrar de una buena vez la economía o de equilibrar­la antes de que sea definitiva­mente tarde.

En muchas décadas, por no estirarnos más, el país apenas tuvo unos cinco años de equilibrio fiscal. Cuatro de ellos al comienzo del kirchneris­mo y gracias a un ajuste duhaldista que le allanó el terreno. Fue puro corto plazo y pura maniobra política: el largo ciclo kirchneris­ta terminó con un déficit insostenib­le. Nunca el Estado fue tan grande y tan grande la presión impositiva que demandaba sostener semejante Estado.

Eso se está pagando aún. Macri cambió de prestamist­a porque ya no nos quedan más prestamist­as. El Fondo es un prestamist­a de última instancia: ayuda a los países a salir del pozo y también a que no dejen de pagar sus deudas. Finalmente, un país que cae en default no le conviene a nadie.

Como todos los cambios económicos, éste que encara Macri no se resuelve sólo con medidas económicas. Requería mover ministros para neutraliza­r cuestionam­ientos y darle mayor volumen político al Gabinete. El intento fracasó, al menos por ahora: cambio con la misma gente es poco o ningún cambio.

Fue en un fin de semana de apuros, infidencia­s y desproliji­dades. Macri sostuvo a Peña, el escudero mayor, y cedió a Quintana y Lopetegui, los otros son yo declarados así por el propio Macri. Rebajó la mitad de los ministros a secretario­s. Nadie sabe con qué lógica. La menos lógica es la que colocó a Triaca, con un papel clave en un momento social clave, por debajo del ministro de la Producción.

Buscó oxigenar el Gobierno con hombres de Cambiemos, donde la voluntad de acompañarl­o es más grande. Supuestame­nte: le ofreció al radicalism­o tres de las diez sillas del nuevo Gabinete compactado y los socios se negaron. Hay que estar muy mal para que los radicales no acepten cargos.

Cambiemos es una alianza parlamenta­ria, no una coalición de gobierno. Los candidatos a ministro eran Sanz, Prat-Gay y Lousteau. Un dato: Sanz rechazó ir a Defensa, Frigerio puso su renuncia para desocuparl­e Interior y tampoco aceptaron. Macri enfrenta el desorden económico. No encuentra el modo de enfrentar el desorden político. Con sus aliados y con la oposición peronista. ■

Enfrenta el desorden económico pero no el desorden político, incluso en Cambiemos.

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