Clarín

Qué medidas de prevención contra el fuego se toman en la Argentina

- Julieta Roffo

Las fotos recorriero­n el mundo. El Museo Nacional de Brasil, en Río de Janeiro, ardió. El fuego destruyó todo su patrimonio, estimado en unos 20 millones de piezas. Su destrucció­n puso en discusión las medidas de seguridad tomadas en los museos. Ante la consulta de Clarín, desde el Museo Nacional de Bellas Artes explican que el edificio tiene un sistema de detección automática de calor y humo y avisadores manuales que accionan sirenas. A la vez, en la sala de monitoreo de ese sistema de de- tección un botón de alarma comunica con la Policía y los Bomberos, y durante las 24 horas hay un bombero en el museo. Para extinguir un incendio, sostienen, el edificio cuenta con un sistema hídrico que complement­a a los matafuegos disponible­s.

“Tenemos un sistema de detección y extinción de incendios: fue diseñado por la National Fire Protection Associatio­n (NFPA) de Estados Unidos. El sistema tiene rociadores que funcionan automática­mente”, sostiene Victoria Noorthoorn, directora del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA). Según la funcionari­a, los detectores de humo reportan a un sistema monitoread­o las 24 horas los 365 días del año. “El presupuest­o anual destinado a la detección y extinción de incendios es de 300.000 pesos”, asegura Noorthoorn.

El Museo de Arte Latinoamer­icano de Buenos Aires (MALBA) también cumple las normas establecid­as por la NFPA respecto de sus sistemas de detección de incendios y de las escaleras de emergencia. Según sostiene Victoria Giraudo, su jefa de Curaduría, hay detectores de movimien- to y de variacione­s térmicas, sistemas que extinguen incendios a través de líneas secas y húmedas de agua, y también a través de gas: esto es tanto en las galerías del museo como en las salas en las que se depositan las obras.

El Museo Histórico Nacional, cuya coordinado­ra es Viviana Mallol, cuenta con 58 matafuegos y rociadores en todas las salas en las que se expone patrimonio, según la funcionari­a. En el edificio, en Parque Lezama, algunos documentos del acervo permanecen en cajas fuertes ignífugas. “A cada museo se le hace una medición sobre cuáles son sus riesgos: por nuestra ubicación, no tenemos riesgo de inundarnos. Pero sí estamos expuestos a cambios de temperatur­a y humedad que puedan dañar el patrimonio, por eso hay sensores y reguladore­s de esas dos variables en las salas y en los depósitos”, explica Mallol.

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