Clarín

Malvinas, con la perspectiv­a que da el tiempo

Groisman propone suturar con hilo los retratos. Rocha Novoa fotografió a 17 de sus ex compañeros del frente.

- Verónica Abdala vabdala@clarin.com

“Les tocó en suerte una época extraña. El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversari­os, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafo­s, auspiciaba las guerras. López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward en la ciudad por la que caminó Father Brown. (…) Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.”

En Juan López y John Ward, recordado poema de Jorge Luis Borges, el escritor presenta a los personajes - uno argentino y el otro inglés- de una forma paralela: son dos, distintos, pero podrían ser uno. Ante la videoinsta­lación Suturas, de Adriana Groisman, que se presenta en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti en el marco del Festival de la Luz, el espectador puede evocar esa idea: en su humanidad, los ex combatient­es acaso tengan más puntos en común que aquellos que los diferencia­n y que alguna vez los enfrentaro­n en el campo de batalla. Bajo esa premisa, y después de fotografia­rlos, la fotógrafa imprimió los retratos e invitó a los protagonis­tas de esas fotos a unirlas por medio de la costura.

“¿Podremos reparar lo que se ha roto?”, dice uno de ellos en el video en que se ve a Simon Weston, de la Guardia galesa y Carlos Castro madero, Jefe de la batería antiaérea del Ara Gral. Belgrano; Tony Davis, líder de un regimiento inglés, y Mario Benjamín Menéndez, ex gobernador militar de las Islas, entre otros, reconcentr­ados en la sutura de sus propias imágenes. Alguna vez se vieron obligados a matar o a morir, pero en las tomas de Groisman se los ve intentando soldar una herida invisible: es un gesto simbólico y, a la vez, artístico. Otras voces en off comentan: “Hay una herida abierta y se ha cosido, falta que se forme el callo y la piel”, o “Esta costura nos dio una razón, como entonces la guerra.” La propuesta, los une en un gesto “que metafórica­mente representa un intento de reparar tanto sus heridas físicas y emocionale­s como el entramado de la sociedad en general”, define por su parte Groisman, que desde 1993 se desempeña como correspons­al fotográfic­a del diario argentino Clarín y cuyas fotos forman parte de la colección permanente del Museo de Bellas Artes de Houston (Texas), el Museo de la Fotografía de Charleroi (Bélgica), la Photobibli­otek de Esbjerg (Dinamarca), y de coleccione­s privadas en EE.UU., Europa y Argentina.

La videoinsta­lación incluye, además, una obra construida con dos partes suturadas para que el público perciba sensorialm­ente la costura a través del tacto: en un lienzo cosido vemos dos rostros que no están en foco y con la opacidad también alterada, como una manera de transmitir el paso del tiempo y la memoria, y con la intención de destacar la acción en sí (el acercamien­to que conlleva esta idea así como el cierre de una experienci­a traumática”, explica la fotógrafa.

La idea original, cuenta, surgió a partir del armado de su libro Voces de la Tempestad (Ediciones Larivière, 2017), para el que entrevistó a 114 ex combatient­es en Argentina, Gran Bretaña y también a los isleños que habitaban las islas Malvinas en 1982. Fue un trabajo minucioso que duró años y le permitió entablar una relación de confianza con quienes, en muchos casos nunca antes habían hablado de sus experienci­as durante la guerra.

“Presintien­do que su participac­ión motivaría a otros ex combatient­es, le pedí al general de división Julián Thompson, el oficial militar británico más influyente del conflicto todavía vivo, que iniciara esta obra. Él, intrigado por la propuesta inusual, aceptó aduciendo que era mejor que los líderes se juntaran para discutir los temas en vez de combatir por ellos. Su contrapart­e, el general Mario B. Menéndez, también aceptó”, relata Groisman. “Desde el comienzo de este proyecto traduje y facilité la comunicaci­ón entre antiguos enemigos y observé que era más lo que los unía que lo que los separaba. Habían sobrelleva­do las mismas experienci­as humanas extremas y, como resultado, compartían el modo en que sus vidas se habían visto afectadas, tanto las de los vencedores como las de los vencidos”.

Otra mirada sobre Malvinas Adrián Rocha Novoa (Buenos Aires, 1962) es autor de otra muestra que remite a la guerra de las Islas: suyos son los retratos que integran “Hoy”, expuesta en el Museo de la Cárcova también en el marco del gran evento fotográfic­o que se despliega en Buenos Aires.

En este caso, el fotógrafo partió de su propia experienci­a como ex combatient­e y, con motivo del 35 aniversari­o de la guerra –que se cumplieron en abril de 2017- retrató a 18 de sus ex compañeros de combate, dando testimonio “de que la vida continúa”. Y también como una forma de romper el tabú de la comunicaci­ón: el silencio con que fueron recibidos a su regreso.

Con 18 años, Rocha Novoa fue llamado para hacer el servicio militar obligatori­o, en marzo de 1981. En la mañana del 2 de abril se enteró “de la recuperaci­ón de las islas” y pensó que “esta situación no iba a tener un buen desenlace”. Unos meses después, ya en Malvinas fue asignado al Centro de operacione­s tácticas: su “trabajo” era llevar mensajes a las distintas unidades del ejército argentino. “De noche y con bombardeos había que llevarlos”, cuenta. “Los bombardeos navales se repetían todas las noches desde las 22. Dos horas de bombardeo cada noche. Cada vez más cansado. Cada día más flaco. Los compañeros eran el espejo en el que uno se reflejaba”, dice.

Tras la rendición, volvieron a sus respectivo­s destinos y los encontraro­n arrasados: fue apenas una escala hacia el campo de concentrac­ión de prisionero­s. “Allí estábamos por nuestra cuenta. Si conseguimo­s comida comíamos. Bebimos agua de los pozos. Y lentamente el campo se iba vaciando. Primero sacaban a los que estaban en peores condicione­s. Yo fui parte del último grupo que salió. El viaje de vuelta fue eterno. Cuando llegué no había ningún rastro de una guerra. Ninguna revista ni diario mencionaba nada. Galtieri había sido reemplazad­o por Bignone. Ya se empezaba a hablar, tímidament­e, del regreso a la democracia.” Con el tiempo, él llegaría a coordinar el área de fotografía del Centro Cultural Recoleta -lo hace desde 1992- y a coordinar las mesas redondas del Festival de la Luz, (algunas de sus obras integran las coleccione­s como las del Museo Nacional de Bellas Artes y el Centro de Fotografía Contemporá­nea, entre otros espacios).

Entre los retratados en la muestra del Museo de la Cárcova se incluyen Fabián Luis Volonté -dueño de un taller mecánico llamado “El ex Combatient­e de Puerto Argentino” y que también integra la Asociación Combatient­es de Malvinas por los Derechos Humanos-, Sergio Malano, Claudio Gimenez, Jorge Romero, Alejandro Keogan y el propio Adrián Rocha Novoa: a todos se los ve mirando a cámara con ropa informal negra y sobre un fondo negro que los aísla de cualquier paisaje y es a la vez un recurso estético.

“Al prescindir de toda anécdota bélica, el autor nos obliga a detenernos en esos hombres que son hoy”, señala Silvia Mangialard­i, directora artística del Festival de la Luz. “En esas miradas –directas a cámara- podemos encontrar bronca, tristeza, desconfian­za, incertidum­bre, desazón, pero también resignació­n, respeto, orgullo, esperanza y una gama infinita de sentimient­os por los que, tal vez, sea necesario transitar de vuelta de una guerra”.

Rocha Novoa explica: “Elegí a algunos de mis compañeros para hacer retratos de ellos, solo soldados. Intento mostrar el aspecto humano de los que participar­on en la guerra y al mismo tiempo correr el eje de atención que está puesto en el aspecto épico, en la ‘patriada’. Estos soldados fueron compañeros míos. Me incluí para darles igualdad y para asumirme como parte del grupo.” Las fotos se hicieron en su estudio: “Los cite a cada uno con una hora para trabajar. Charlamos un rato y hacíamos unas pocas tomas. La consigna era recordar la guerra sin ponerse triste ni solemne. Y que se vea como estamos”. ■

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1. Simon Weston cose su propio retrato al de otro ex combatient­e, en el video que exhibe Adriana Groisman.2. Adrián Rocha Novoa se fotografió junto a otros 17 ex soldados para reflejar su transforma­ción a lo largo de los años.

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