La emoción de una conquista vía WhatsApp
Por cuestiones laborales empecé a chatear con alguien que sólo había frecuentado en el WhatsApp. Jamás nos vimos pero de repente sentí el impulso de preguntarle si quería ser mi novia. Ella me sonrió no con uno, sino con cinco emojis de la carita ruborizada. Siendo mi primera relación sentimental por WhatsApp, y no muy convencido de su respuesta, la puse en un aprieto a la antigua: ¿SI o No? Eso más algunos signos de interrogación que denotaran lógica ansiedad.
Iba en el subte cuando me le declaré y la señal de wifi se ve que no estaba funcionado del todo bien. Su respuesta llegó en modo suspenso. Ustedes ya saben, el redondelito verde dando vueltas y vueltas, generando una intriga perfecta. Me dije: la inteligencia artificial es esto. Rastreando la señal, bajé del vagón antes de lo previsto y de pronto vi un SIIIII!! grande, admirable, lleno de íes y emojis con corazones en los ojos. Ahí se me ocurrió que mientras el lenguaje inclusivo parece pedir permiso, el emoticón se mete fresco y sin parar en la vida cotidiana. Lo pensé y se lo escribí. Ella respondió al toque con tres pulgares en alto.
De la estación Callao emergí a la ciudad estando de novio. Me mandó otro mensaje. Una carita riéndose con demasiados dientes. El lenguaje gestual de los emojis también debería estudiarse. No me sentí representado. Me pareció sarcástico para el momento. Por las dudas, le pregunté con letras, palabras, verbos, complementos, adverbios, si de verdad estaba convencida de su decisión. Mi aparato volvió a vibrar de inmediato. Esta vez, corazones rojos latiendo en la pantalla. Sí, supongo que estoy de novio. ■