Clarín

Se cierra un círculo del lavado de dinero de los Kirchner

Récord de pruebas. Cómo sigue el caso a partir de las confesione­s de Clarens.

- Nicolás Wiñazki nwinazki@clarin.com

Pasaron apenas treinta y siete días del conocimien­to público sobre la investigac­ión de los cuadernos K. Es un récord de de recolecció­n de pruebas y aprobación de diecinueve declaracio­nes como imputados arrepentid­os en un caso de corrupción incomparab­le con otros por sus dimensione­s conocidas y aun sin conocer.

En ese tiempo, breve y también inédito para las cronología­s judiciales de la Argentina, el juez que instruye el expediente, Claudio Bonadio, logró lo inimaginab­le incluso para una autoridad del Poder Judicial con su experienci­a. Hace pocas horas, el magistrado cerró un nuevo círculo en esta trama espectacul­ar.

Homologó el acuerdo que determina que el financista identifica­do con los Kirchner, Ernesto Clarens, es considerad­o de modo oficial como “arrepentid­o”. El acuerdo había sido iniciado por el fiscal Carlos Stornelli y su colaborado­r en esta mega-pesquisa, Carlos Rivolo.

La causa cuadernos termina así una de sus etapas cruciales. Bonadio ya reconstruy­ó, con documentac­ión y testimonio­s de testigos e imputados, cruce de llamados, intervenci­ón de teléfonos y otras variables de ese estilo, el circuito de lo que las anotacione­s del chofer arrepentid­o Oscar Centeno.

Para Bonadio, hay semiplenas pruebas que dan a conocer que develan de dónde salían millones de dólares de la corrupción K. Lo detectó gracias a una investigac­ión policial secreta. A testigos presencial­es de esos hechos. A arrepentid­os - entre los que se en- cuentran que admitieron que pagaban sobornos para hacer negocios con el Gobierno K. A ex funcionari­os de esas tres gestiones, que se revelan voraces con el dinero ilegal: relataron que por orden de los Kirchner apretaban y pedían millones a quienes querían hacer negocios con el Estado. Según fuentes y protagonis­tas del caso, Clarens le confesó a la Justicia que él cobraba coimas de los empresario­s de la construcci­ón, que hacía esas labores de financista con ese dinero, y que era el secretario privado de los Kirchner, Daniel Muñoz, ya fallecido, el que pasaba a buscar por su oficina a retirar bolsos para dárselos a los Kirchner.

No solo Centeno y su jefe Roberto Baratta hacían tours alucinante­s por Buenos Aires juntando valijas y bolsos con millones de dólares en lugares escondidos en los que se encontraba­n con empresario­s.

Clarens habría confesado que cumplió esos trabajos, que deberá probar como veraces si llegase la causa cuadernos a juicio oral para evitar la cárcel, porque así se lo indicaron el ex presidente de la Cámara Argentina de la Construcci­ón, Carlos Wagner; y por instrucció­n del ex súper ministro de Vido.

Bonadio ya podría “dibujar” un redondel de la plata negra K.

Se encontrón a quienes la pedían, a quienes la pagaban, a quienes la buscaban, a quién usaba sus conocimien­tos de “la city” para hacer “enjuagues” financiero­s con la plata; y a quienes la recibían.

A ese círculo le falta un cierre sobre el que hay pistas muy firmes.

Se lo podría comparar con un dardo final que pega en una diana. Ese lanzamient­o preciso debería dar en un punto o varios, con puntería: los escondites en los que se guardó o de invirtiero­n esos millones.

Bonadio está en posición de lanzamient­o. Es instructor de tiro. Tiene puntería. ■

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Juez federal. Bonadio sale de los tribunales de Comdoro Py.

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