Clarín

Lo importante está en la letra chica

- Miguel Jurado Editor de ARQ

En la confección de los nuevos códigos urbanístic­o y de edificació­n concurren voluntades con intereses particular­es, muchas veces contrapues­tos. El mejor o peor resultado de esas normas depende de cómo se combinen esas necesidade­s legítimas.

Hoy, la discusión parece centrada en la cuestión del límite de alturas y la desaparici­ón de las torres. Sin embargo, ninguna de esas dos cosas son absolutame­nte cómo se las pregona.

Parece verdadero que en el tejido existente de la Ciudad, la nueva norma no permitirá edificios que sobresalga­n del perfil general. Pero en muchos barrios, la altura media del nuevo código es algo mayor a la que se permite hasta hoy.

Por otra parte, las torres que hoy parecen mala palabra no van a desaparece­r como se pregona. Podrían sobrevivir en las áreas todavía en manos del Estado, como terrenos de Ferrocarri­les o de las Fuerzas Armadas. Todas ellas, propiedade­s apetecible­s para su venta que demandarán normas propias, hechas a medida. Nada indica que allí no pueda surgir torres.

Para los amantes de la baja densidad, las casas con patio y los ph en una planta, la mala noticia es que las normas que se discuten ampliarían un 20% la superficie que se puede construir hoy en Buenos Aires.

Hay que admitir que los nuevos códigos vienen a ordenar el caótico co- llage que es el compendio normativo que rige la construcci­ón hoy. También que la filosofía de las normas nuevas están más acorde con una ciudad ordenada y previsible.

Sin embargo, la norma en discusión, surgida de un pensamient­o académico que busca sintonizar necesidade­s técnicas y la opinión de los vecinos, sufre desde su nacimiento la presión del negocio inmobiliar­io.

Eliminar las torres es vivido por los inversores como una gran pérdida. Y en cierta medida lo es, pero parecen resignados ¿Por qué otros temas luchan los desarrolla­dores? Por las superficie­s mínimas: departamen­tos más chicos son más fáciles de vender y reportan más ganancia.

En la discusión parece haberse descartado la idea de bajar la altura mínima de un ambiente a 2,40 metros (ahora es de 2,60). Se entiende que con alturas máximas para los edificios, a menor altura por departamen­to se logran más pisos.

Pero los centímetro­s que se defendiero­n en la altura de los ambientes se pierden en su superficie. Hasta hoy, un monoambien­te no puede tener menos de 29,30 m2 cubiertos, la nueva norma pretendía bajar a 18 m2, parece que ahora será de 21. Habrá que ver.

Como en los folletos de los remedios, lo importante no está en los grandes titulares sino en la letra chica. Una cosa es el proyecto original y otra muy distinta será el resultado de la ley una vez promulgada. Puede entrar un potrillo pura sangre, pero puede salir un camello.

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