Clarín

De artistas, tiempos y el precio de las entradas

- Walter Domínguez wdominguez@clarin.com

¿Cuánto tiempo tiene que actuar un artista para que compense lo que un espectador paga como entrada? ¿Existe, o debería existir, una relación entre el valor que abonamos por un ticket y la duración de la obra de arte que vamos a ver? ¿Deberían contemplar­se variables como la calidad, la intensidad, la originalid­ad, la mejor o peor performanc­e del artista en cuestión, el repertorio, etcétera, en lo que oblamos por una localidad?

Todas estas cuestiones me surgieron inmediatas luego de lo que sucedió con Charly García en la noche del miércoles, en Rosario, cuando debió suspender su show por un pico de presión, tras haber cantado catorce canciones. García se sintió mal en escena, detuvo el concierto, los médicos le tomaron la presión y le aconsejaro­n no seguir actuando. Desoyó la primera sugerencia, volvió a parar, lo revisaron nuevamente y otra vez le recomendar­on que diera por finalizada la actuación. Y así hasta que al terminar Shiyastawo­man, la canción 14, bajaron el telón y se dio por finalizado el show.

Al rato, el productor José Palazzo tuiteó: “Terminó el show de Charly. Faltaron 4 temas, pero no se sentía bien y preferimos terminarlo”. Y claro, comenzó la discusión en las redes. Desde el fundamenta­lista proGarcía (“Charly sube al escenario, se tira un pedo y se va, y yo me doy por hecho”) hasta los que publicaron la lista de las canciones que tocó en el Gran Rex (25) y se indignaron porque “no faltaban cuatro, faltaban once”. Siguieron publicando setlist de shows de García (los que lo vieron en el Palacio de la Música en Córdoba no se ponían de acuerdo sobre si habían sido 18 o 24, y ambos grupos se adjudicaba­n tener razón) y hubo quien siguió haciendo cuentas sobre lo que costaba la entrada al concierto y otros gastos, con la intención de que le devolviera­n el dinero: “Pagué 1.500 pesos la entrada, una cerveza en el estadio me costó 130 y la colaboraci­ón ‘voluntaria’ para el estacionam­iento, otros 100”. Menuda tarea convencer ya no al productor del concierto para que devuelva la entrada, sino también al concesiona­rio del buffet y al “trapito” del parking.

Si hay algo que García disfrutó siempre fue el tocar en vivo. Ha hecho shows de tres horas o de más, y el público hasta se ha sentido rehén del artista en alguno de ellos. Tam- bién, en su más oscura época saynomorea­na, ha abandonado el escenario apenas comenzada la función. Y sí, en muchos casos se ha devuelto el dinero de las localidade­s. Ahora estaba enfermo, cantó 14 canciones y no pudo más. Lo más sensato y digno que podíamos hacer era desearle una pronta mejoría.

El 21 de enero de 1991, Prince actuó en el estadio de River Plate, en lo que fue su única visita a la Argentina. El show duró 72 minutos (por contrato estaba estipulado que tenía que tocar al menos 70). Para mí fue el mejor concierto que vi en mi vida. Días después me enteré de la polémica por el escaso (supuestame­nte) tiempo que había estado sobre el escenario, al parecer enfadado con el productor argentino que lo había contratado. Jamás se me hubiera ocurrido medir su performanc­e en tiempo. Sí lo hice en calidad artística e intensidad. No me lo olvidé nunca.

Charly García hizo 14 canciones y tuvo que abandonar el escenario por un problema físico. Eso generó discusione­s.

Pretender medir el arte por su duración es un dislate. Lo mismo que hacerlo por la cantidad de artistas involucrad­os o cualquier otro ítem basado sólo en la fuerza de los números. ¿Está bien que la entrada al cine cueste lo mismo para una película que dura 90 minutos que para otra que dura 210? ¿El ticket para ver a un elenco de 15 actores de una comedia pasatista debería ser más caro que el de Escenas de la vida conyugal, aunque la haya escrito Ingmar Bergman y lo protagonic­en Ricardo Darín y Andrea Pietra (son sólo dos actores, pero qué actores)?

En fin, que el arte es subjetivo. Y la valoración pasa por infinitos e inmaterial­es matices, que tienen que ver con las emociones y los sentimient­os. De esos valores bien sabe Charly García, quien al momento de escribir estas líneas ya estaba volviendo a Buenos Aires. Sin deberle nada a nadie. ■

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