Teatro por la paz Argentinos e ingleses post Malvinas
Una obra con seis ex combatientes
“Nos sentimos en casa, como si estuviéramos en familia”, dicen ansiosos y sin pecar de obsecuentes, Lou Armour, David Jackson y Sukrim Rai. “Este regreso nos encuentra más seguros, sabiendo que venimos a formar parte de una puesta artística única en el mundo”. Rubén Otero, Gabriel Sagastume y Marcelo Vallejo los observan con una mueca que denota admiración y dibujan una sonrisa que transmite afecto. Hace 36 años ellos seis, los tres primeros para Gran Bretaña y los otros para Argentina combatieron en la Guerra de Malvinas. “Alguno de nosotros podría haberle disparado al otro”, aceptan algo perplejos, en una charla con Clarín, en el hall del segundo subsuelo del teatro San Martín, donde acaba de estrenarse la obra Campo minado, la pieza pergeñada por una mente superior como la de Lola Arias .
Más allá de las marcas indelebles que deja una guerra, de la reconstrucción de sus historias, de la mezcla entre realidad y ficción que ofrecen sus resquebrajadas memorias, ellos no pueden creer que el mundo del arte les haya abierto las puertas para canalizar sus dolores, heridas y traumas... y reencontrarse con el enemigo después de más de tres décadas.
“Nunca se nos pasó por la cabeza actuar, y mucho menos actuar algo tan terrible como es una guerra de la que fuimos parte”, reflexiona Jackson, ex Royal Marine, actualmente psicólogo. “Si bien ya hicimos este experimento en 2016, la vuelta tiene algo especial, porque puede que se termine todo. Esto que empezó con dudas y temores hoy puede generar un vacío difícil de llenar”, reflexiona paradójico Rubén Otero, so- breviviente del crucero General Belgrano, que hoy tiene una imprenta e integra una banda Beatle.
Gracias a la obra Campo minado y a la película Teatro de guerra, ellos encontraron un lugar y comprendieron que el arte les pudo devolver un poquito de la gratitud de la gente. “Lo que más impresiona es que nos miran como bichos raros, no pueden creer que hoy estemos abrazados en un escenario después de protagonizar una guerra. Es muy gratificante lo que sucede”, expresa el excéntrico Sukrim Rai, que nació en Nepal, fue gurka y peleó para el ejército británi- co. “El primer sorprendido de ser parte de esto soy yo, porque nunca más quise estar en contacto con las Fuerzas Armadas, pero me pareció una idea brillante poder conocer a los muchachos argentinos tan de carne y hueso como nosotros”, desliza Lou Armour, cuyo rostro dio vuelta al mundo en un documental al recordar llorando cómo un soldado argentino falleció en sus brazos.
En 1982 los argentinos orillaban los 18, 19 años, mientras que los ingleses andaban por los 21, 22. Hoy tienen alrededor de 60 y pese al paso del tiempo los seis aseguran que atravesaron el estrés post-traumático, “más allá de las condiciones de cada bando”.
“A mí me costó tomar la decisión porque para ellos -los señala- eran mis enemigos y en mi cabeza no entraba la idea de compartir tiempo con ellos”, admite Vallejo, quien después de Malvinas cayó en un pozo depresivo, tuvo diversas adicciones hasta que se recuperó y hoy es un notable triatlonista. “Una vez que conocí a los británicos, todo fue cambiando, descubrí a las personas que estaban detrás de ese enemigo, quizás con problemas similares a los que teníamos nosotros, los mismos traumas. Y, milagro de la vida, pudimos conformar este grupo increíble”.
“Hoy hasta tenemos un grupo de WhatsApp”, agrega Otero, ex fiscal, quien subraya que “no fue sencillo que nos pusiéramos todos de acuerdo con los textos que decimos en escena. Cada uno contaba su historia, su recuerdo extenso y detallado y ha-
bía que reducirlo a la mínima expresión, sin perder la esencia”.
¿Se pueden actuar las emociones? “Partimos de la base de un enorme respeto por toda la historia que hay detrás: amigos, caídos, familiares.
Nos resultaría imposible actuar algo semejante, habría que ser actor para lograrlo”, es el pensamiento de los seis. “Nadie se puede imaginar lo que es estar en el escenario contando nuestros recuerdos de Malvinas y saber que en la platea están los familiares de ex combatientes vivos o muertos”, traga saliva Jackson. “A veces nos castigamos más de la cuenta –acota Armour-, porque sabemos que también contamos las vivencias de los que no están y nos resulta difícil disfrutar este momento”. Armour y Vallejo están convencidos que “actuar lo que nos pasó correría el riesgo de no ser fiel a la historia”. Se cuela un comentario compartido. “A veces nos divertimos mucho y nos sentimos como chicos... Y un poco nos molesta pasarlo bien”. ¿Sentimiento de culpa?, se les consulta. “Cuando estoy cerca de sentirla pienso en Pedro -rememora Sagastume-, uno de los cuatro soldados muertos a los que homenajeo en la obra, y el más amigo mío, e imagino que él me diría: ‘Pero boludo, aprovechá, pasala bárbaro y disfrutá la que te está tocando allá’. Y es un alivio para mí pensarlo así”. Dice Otero que recurre a una táctica para evitar caer en bajones: “Me meto hasta ahí, estoy, me arremango, laburo, me comprometo pero no me involucro sentimentalmente más de lo que puedo, porque más de una vez me pasó -en 36 años contando la historia- que me quebraba en llanto y me hacía pomada”.
Las risas y las miraditas cómplices vuelven cuando se les consulta si salen juntos aquí en Buenos Aires, o cuando estuvieron de gira por Europa. “Hasta a bailar fuimos y volvimos juntos a las 5 de la mañana, caminando como si fuéramos amigos de toda la vida”, cuenta Jackson, ante la timidez de Vallejo, quien recuerda una cena de medianoche en un bar de Londres. “Fuimos a comer y a tomar una cerveza. Pedimos un pescado frito y nos dieron un solo tenedor y no tuvimos opción que compartir la comida con David, una escena rarísima. Sí, fue un momento extraño, porque me acordaba cuando en Malvinas estábamos en la trinchera y debíamos compartir la comida con los chicos...
Y 35 años después volvía a compartir la comida, esta vez con un inglés. Y en el medio se me vinieron encima un montón de imágenes perturbadoras”. Todos dejan en claro que nunca hablan de la guerra.
Campo minado les cambio la vida. Otero, Sagastume y Vallejo enfatizan lo que aprendieron “a ser tolerantes con el que piensa distinto, como nos pasa en la obra, que defendemos nuestra postura pero pudimos construir junto a ellos”. Armour, Jackson y Sukrim nunca se refieren a los argentinos como enemigos, “para nosotros ellos eran las personas con las que teníamos que pelear, pero nunca sentimos bronca ni enojo hacia ellos”.