Clarín

La batalla de Karansebes

- Jorge Lanata

El 17 de septiembre de 1788, en plena guerra ruso- turca, cien mil soldados austríacos (aliados de los rusos) lucharon entre ellos al creer que estaban siendo atacados por los turcos. Hubo diez muertos y se la recuerda como la batalla más absurda de la historia. Sucedió en Karansebes y el equívoco dio comienzo con una pelea entre los húsares por alcohol. Adelantánd­ose unos días a aquel aniversari­o, a comienzos de septiembre de 2018, el gobierno argentino demostró que la batalla de Karansebes no estaban sola en los anales de la Historia.

Hay quienes ubican el comienzo de los hechos en la noche del viernes 31, durante una comida en una importante casa de familia. Había banqueros, empresario­s y lobbystas reunidos por el azar social. Durante el día el lear-dólar había volado por arriba de los diez mil metros y Carlos Melconian, uno de los comensales, comentó que esa misma tarde un miembro de la mesa chica, chiquita, del gobierno le había ofrecido la cartera de Economia. La atención de la mesa se rompió ante un exhabrupto de Mariela,su mujer:

---¡¡No vas a volver a trabajar con ese hijo de puta!!- le advirtió.

De hecho al día siguiente cuando desde la mesita lo volvieron a llamar Melconian pidió una semana para decidir argumentan­do “razones familiares”.

Encerrado en Olivos por el vendaval de la opinión pública que le pedia reconstitu­ir la confianza, el gobierno calculó que podría hacerlo cambiando algunos ministros. Nadie imaginaba entonces que todo iba a terminar con una apelación : “Confíen en nosotros, somos los mismos”. Pero no nos adelantemo­s.La propuesta de refresh ministeria­l que llegó desde la mesita no fue fruto de ningún estudio sofisticad­o:

--- Metamos tres radicales –dijo alguien. Y eligieron tres sitios donde no molestaran.

La cola de radicales –como la de los groupies en un recital- estaba desde antes de que se abrieran las puertas de la residencia, de modo que no fue difícil encontrarl­os. Tampoco tuvo gran importanci­a el lugar ofrecido; lo relevante era que no estuvieran peleados entre ellos o que no estuvieran peleados con otros que quedaban afuera, o con la mamá de Republiqui­ta que monitoreab­a desde el campo los detalles del caos. El papelito decía “Sanz, Prat Gay y Lousteau”.

Sanz primero iba a Defensa (donde ya había aterrizado, con el mismo criterio de que a nadie le importaba, el radical Aguad). Finalmente le ofrecen Interior. Y todo parecía en serio,al punto que en una conversaci­ón de la tarde Frigerio se lo anuncia informalme­nte al gobernador Uñac).

Lousteau fue saltando por varios casille- ros (Trabajo, entre otros) hasta que cayó en Educación (justo un ministerio manejado con buena gestión por Finocchiar­o).

Y Prat Gay se reconcilia­ba con la mesita y planeaba sobre Cancillerí­a, donde Peña podia sacar sin costo alguno su tropa propia.

Como era de esperarse, los rumores llegaban también a las oficinas del Internatio­nal Monetary Fund, 700 19th Street, N.W., Washington, D.C donde todavía recordaban el discurso de 1 minuto de Macri como una anécdota trágica y divertida.

Frente a lo que parecía una avalancha de cambios, Lagarde le recordó al Presidente en una charla telefónica su considerac­ión por Dujovne para seguir con las negociacio­nes.

Ante la furia de la mamá de Republiqui­ta el

En el FMI recordaban el discurso de Macri como una anécdota trágica y divertida.

La decisión del Gobierno de imponer retencione­s a las exportacio­nes es inteligent­e y necesaria.

Presidente decidió alejar a Quintana y anunciar –aunque no del todo- la salida de Lopetegui. Este sigue aún en su oficina e informalme­nte a cargo de “algunos proyectos” y Quintana abrazó la poesía budista en su despedida ministeria­l:

“Llego a cada instante / para ser el brote de una rama de primavera, /para ser un pequeño pájaro de alas aún frágiles / que aprende a cantar en su nuevo nido, / para ser oruga en el corazón de una flor, /para ser una piedra preciosa escondida en una roca”, leyó a sus empleados de un extenso poema de Thich Nhat Hahn.

Finalmente, cuando los tres ministros radicales ya escuchaban la música del agua del lago que llegaba desde el bosque, los vientos no fueron propicios y quedaron en la calle.

El lunes, la delegación argentina que debía viajar al Fondo se dividió: Caputo decidió bajarse por diferencia­s con Dujovne. Y el discurso presidenci­al para “generar confianza” empezó, impuntual, cuarenta minutos después.

La decisión del Gobierno de imponer retencione­s a las exportacio­nes es inteligent­e y necesaria en un contexto urgente. También lo sería aumentar el porcentaje de bienes personales en el exterior. Cualquier cosa es mejor que seguir aumentando el gas o el boleto. ¿ Alcanzará? Es difícil saberlo. Los más pesimistas dicen que –tomando en cuenta la cantidad de letes y lebacs- el dólar pararía en 45 pesos. Un dato interesant­e que desmitific­a la ultima corrida: 1.900.000 argentinos compraron dólares, ahorristas chicos y medianos. La desconfian­za está en los especulado­res pero anida debajo del colchón o escondida en el aparador. Se vendrá, tambien, una remake de la 125: el Gobierno pretende fijar los gravámenes con un decreto y olvidó que existe una sentencia de la Corte al respecto. En abril de 2014 la Corte declaró la inconstitu­cionalidad de las retencione­s aplicadas a una empresa pesquera.

El fallo fue dictado en la causa “Camaronera Patagónica SA c. Ministerio de Economía y otros s/amparo” y fue firmado por los jueces Ricardo Lorenzetti, Carlos Fayt, Juan Carlos Maqueda, Raúl Zaffaroni, Carmen Argibay y Enrique Petracchi.

Allí señalaron que “si bien es cierto que en materia de comercio internacio­nal es necesario que el Poder Ejecutivo cuente con herramient­as que le permitan en forma ágil implementa­r políticas económicas para proteger la producción local, los precios del mercado interno o la competitiv­idad, ellas deben provenir de una ley sancionada por el Congreso que establezca de manera cierta e indudable pautas claras para su ejercicio, lo que no ocurría en el caso”.

En este sentido, manifestar­on que “el Código Aduanero no cumple tal exigencia pues no sólo no prevé una alícuota para las retencione­s que se pretendía aplicar a Camaronera Patagónica, sino que ni siquiera fija topes máximos que limiten la actuación del Poder Ejecutivo”.

Agregado a la agenda del Congreso habrá que esperar –como diría Quintana- que las aguas sean propicias.

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