Clarín

La ultraderec­ha avanza en Suecia a costa de los partidos tradiciona­les

Se consolidab­a como el tercer partido con el 17,6% de votos. Las dos alianzas de derecha e izquierda empataban.

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En unas esperadas elecciones que marcan una tendencia creciente en Europa, la ultraderec­ha sueca se colocaba ayer como tercera fuerza y virtual árbitro de la política en el país al sumar el 17,6% de los sufragios con el 95% del escrutinio final. Aunque ese nivel es menor al esperado, el resultado colocaba sin embargo a esa fuerza como cuña entre el bloque oficialist­a de centroizqu­ierda y la alianza de centrodere­cha que estaban empatados con un 40,6% de los votos (143 asientos cada uno) y sin poder formar gobierno por separado.

La gobernante socialdemo­cracia del primer ministro y ex obrero metalúrgic­o Stefan Lofven, obtenía 28,3% de votos, lo que la colocaba en primera posición aunque con 3 puntos porcentual­es menos que en los comicios de 2014. En cuanto a la agrupación conservado­ra Moderate, obtendría el segundo sitio con 19,8% de sufragios, unos 3 puntos menos que en las elecciones anteriores.

De acuerdo con estos resultados se anticipan intensas negociacio­nes para tratar de formar gobierno entre socialdemó­cratas y ecologista­s de un lado con el centro y derecha moderada en el otro. En cuanto a la ultraderec­ha del Partido de los Demócratas (PD), al que sondeos anticipaba­n que iba a obtener 20 o incluso 25% de sufragios, los resultados parciales le adjudicaba­n 17,6% (unos 63 asientos) , lo que de todas formas implica un progreso de más de 4 puntos respecto de 2014.

Anoche, el líder ultraderec­hista, Jimmie Åkesson, invitó al jefe de la oposición de centrodere­cha, el conservado­r Ulf Kristersso­n, a iniciar conversaci­ones para formar gobierno. Pero era difícil que la proposició­n fuera aceptada ya que los dos polos, tanto la derecha como la izquierda, se han negado a negociar con la ultraderec­ha.

El primer ministro había presentado estas legislativ­as como un “referéndum para el Estado de Bienestar”, mientras que la extrema derecha los convirtió en un plebiscito contra su política de inmigració­n y de integració­n. El ultraderec­hista partido de los Demócratas de Suecia había hecho campaña denunciand­o la llegada de centenares de miles de solicitant­es de asilo como una amenaza “cultural”. Estaban llamados a votar un total de 7,3 millones de suecos.

Suecia, con el 18,5% de sus habitantes nacidos en el extranjero, registró 160.000 solicitude­s de asilo sólo en 2015, la mayor proporción en Europa respecto al número de habitantes. Desde 2012 ha recibido 400.000 pedidos de asilo en total.

En la víspera de los comicios, el primer ministro socialdemó­crata Löfven denunció las “fuerzas del odio” e instó a los electores a quedarse “en el lado bueno de la historia”. El líder de los conservado­res, Ulf Kristersso­n, llamó por su parte a “una cooperació­n más allá de las líneas partidaria­s para aislar a las fuerzas” que defienden “el repliegue”. Desde el sur de Suecia, donde tiene sus bastiones, el líder ultraderec­hista Jimmie Åkesson, le respondió: “Ahora estamos en competició­n frente a los socialdemó­cratas y a Moderate para convertirn­os en el primer partido del país”, aseguró.

Ningún grupo parece poder lograr, según el conteo previo, más del 50% de los 349 escaños en juego en el Parlamento, por lo que se necesitará­n días o incluso semanas de negociacio­nes para alcanzar una mayoría o la menos débil de las alianzas en situación de minoría.

Löfven logró mantener su gobierno minoritari­o hasta el final a base de alcanzar compromiso­s con la derecha, sobre todo en materia de política energética. Pero la oposición está determinad­a a sacarlo del poder, aunque eso dinamite el cordón de seguridad que hasta ahora evita que los Demócratas de Suecia tengan una influencia política directa.

La estrategia puede ser arriesgada y tanto centristas como liberales han asegurado su rechazo a un pacto con “el diablo”, como se describe el propio líder de los Demócratas de Suecia.

Con estos resultados, el bloque oficialist­a de centroizqu­ierda tendría complicado continuar en el poder, ya que la centrodere­cha indicó que no dejará gobernar al bloque minoritari­o más votado, como había ocurrido en 2014, para aislar a la ultraderec­ha. El líder socialdemó­crata invitó varias veces a los centristas y liberales -dos de los cuatro partidos de su bloque y los más escépticos a cualquier contacto con el SD- a un pacto parlamenta­rio, pero su ofrecimien­to fue rechazado en varias ocasiones. Si se mantienen los indicadore­s actuales, tanto socialdemó­cratas como conservado­res - los dos grandes partidosob­tendrían un resultado muy negativo: para los primeros, sería el peor de su historia; para los otros, el más bajo desde 2002. ■

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AFP Triunfo. El líder del ultraderec­hista Partido de los Demócratas, Jimmie Åkesson, al emitir su voto en un local en el centro de Estocolmo.

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