Clarín

Con la aparición de las primeras estrellas, empezó anoche el Año Nuevo hebreo 5779

- Por Mario Eduardo Cohen, presidente del Centro de Investigac­ión y Difusión de la Cultura Sefardí (CIDiCSef)

Al aparecer las primeras estrellas y la luna nueva, ayer al anochecer se inició el Año Nuevo hebreo 5779, que se celebra por dos días. Esta celebració­n, conocida como Rosh Hashaná -que significa “cabeza del año”-, inicia las llamadas “Altas Fiestas Judías”, que siguen con varias otras conmemorac­iones, entre ellas el Iom Kipur o Día del Perdón el miércoles 19, con inicio la noche anterior.

Las Altas Fiestas son un momento de re-unión, para volver a ver a la familia y los amigos, un momento de religión en su sentido original de religare con el Creador y un momento para re-pensar el tiempo.

Esta festividad hebrea, como otras, tiene carácter agridulce. Por una parte, su costado festivo en las reuniones familiares y por otro, su aspecto solemne en la introspecc­ión, autoanális­is y rectificac­ión de conductas, el llamado balance del alma.

La celebració­n excede los servicios en las sinagogas y comprende también rituales que se cumplen en el hogar como, por ejemplo, llevar a cabo la muy colorida tradición de compartir una manzana untada en miel para desear un año prospero y dulce.

Dice la tradición judía que, en Rosh Hashaná, debe nacer un ser humano nuevo y renovado, como en la Creación. En rigor, la festividad recuerda el sexto día (etapa) de la Creación, en que el primer hombre y la primera mujer inician la historia del mundo.

En la tradición de estas fiestas hay tres tipos de conducta especialme­nte valorados (las tres t): la teshuvá o “retorno”, referida al arrepentim­iento; la tefilá, “plegaria”; y la tzedaká, vinculada a la “caridad” y la “justicia”. En síntesis, se nos pide una limpieza espiritual en las tres dimensione­s humanas: teshuvá con uno mismo, tefilá en nuestra comunicaci­ón con el Creador y tzedaká en nuestro compromiso con el prójimo.

Según la tradición judía, en las cenas de Rosh Hashaná la familia comparte un pan redondo para simbolizar el ciclo de la vida. Sobre la mesa iluminada con velas, se unta manzana con miel para que el año tenga dulzura. Una copa de vino dulce ritual es bebida, de a sorbos, por toda la familia. Por un sentido de pureza, hay quienes visten de blanco.

Para bendecir los alimentos se rezan oraciones especiales (berajot). Otros explican el significad­o de Rosh Hashaná o cuentan historias con moralejas de la tradición popular judía.

La mesa se caracteriz­a por los significad­os que se adjudican a todos los bocados que se sirven. Básicament­e, se es un augurio para endulzar la vida en el año que se inicia. Así, el pan, que en general se unta en sal, en esta ocasión es untado en azúcar. A su vez, la manzana es también sumergida en azúcar o miel para expresar: “¡Que sea un buen año, pleno de dulzura!”.

En síntesis, es una época para buscar la hermandad de los seres humanos, para pedir disculpas por las ofensas cometidas y enmendar actitudes impropias hacia el prójimo.

Ante la falta de compromiso que caracteriz­a a nuestras sociedades, este sentimient­o de justicia o de caridad sigue teniendo plena vigencia. Es una esperanza de rectificar conductas y perfeccion­ar nuestra actitud ética en el mundo. Estas fiestas vienen de muy lejos en el pasado y nos proyectan hacia un futuro mejor.

Los lectores que deseen saludar a sus amigos judíos para tan importante ocasión, pueden simplement­e decirles “¡Shaná Tová!” (en hebreo) o, en español, “¡Feliz año!”. ■

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