Una sucesión de anécdotas de época
La tercera temporada de la serie española, ambientada en los años '30, plantea un salto de tiempo de seis meses. El personaje de Blanca Suárez sobrevive al accidente con el que cerró la temporada anterior y vuelve a ponerse el relato al hombro...
Drama de época Protagonistas:
Blanca Suárez, Maggie Civantos, Ana Fernández y Nadia de Santiago Creadores: Ramón Campos y Gema Neira Emisión: Netflix. Un gran final merece moño, archivo y arcón de los recuerdos. O, en caso de que amerite continuidad, una impactante reapertura. No fue lo que sucedió con los primeros minutos de la tercera temporada de Las chicas del
cable, la primera producción española de Netflix.
La segunda temporada había cerrado con la supuesta muerte de Lidia Aguilar (Blanca Suárez), que, embarazada, cayó de una cornisa. Cuando se confirmó que la ficción seguía, la pregunta cantada era: Qué van a a ha
cer sin Lidia?'. Porque no es una chica más del cable: Lidia es quien lleva las riendas del relato en off.
La respuesta llegó con las primeras escenas de esta tercera tanda de 8 capítulos -que está disponible desde el viernes pasado en la plataforma de streaming-, y tras el típico recurso de "seis meses después". Ahí se la ve, blanca y radiante, a punto de dar el sí. Y de nuevo surgen las preguntas, algo que generan seguido en los espectadores los creadores (Ramón Campos y Gema Neira) de esta serie y de otro éxitos, como Velvet, Gran
hotel o Tiempos de guerra. Esta vez, la inquietud pasaba por saber con quién se casaría finalmente, si con Francisco (Yon González), el amor de su adolescencia, o con Carlos Cifuentes (Martiño Rivas), dueño de la telefónica donde transcurre la historia.
Más allá de que muchos hayan adelantado en redes y entrevistas que pasaría en este regreso, llevó un tiempo -juego intrigante de cámara de por medio- descubrir que el novio de esta ceremonia televisada era Carlos, supuesto padre de Eva, que a pesar del terrible accidente de su madre en el cierre de la temporada anterior nació sanita. En la previa de la boda, las cuatro protagonistas se juntan como en los viejos tiempos, cada una aportando algún dato de sus nuevas vidas: la novia, Carlota (Ana Fernández), Marga (Nadia de Santiago) y Angeles (Maggie Civantos), cuyo re- greso sorprende a sus amigas y al público, porque se creía que no iba a estar en esta de Las chicas...
Hasta aquí, todas coordenadas habituales de telenovela con dosis de
culebrón, géneros a los que no se les
puede pedir excesiva sutileza. Pero sí algo de lógica en algunos planteos. Resulta poco creíble que Lidia entre a la iglesia del brazo de Francisco, su amor de toda la vida, para dar el sí ante el hombre que fue rival y cuñado... del propio Francisco. O la amable presencia de doña Carmen (Concha Velasco, la mejor del elenco), madre del novio, peleada con su hijo y su futura nuera, causante de muchos males. Algo imprevisto sucede en la iglesia y, de cara al episodio dos, surge una nueva pregunta: ¿dónde está la beba?
Con un mega despliegue de producción y una lograda recreación de los años '30, la ficción -que en principio contaba la lucha de cuatro mujeres por su independencia en una sociedad machista- transita dignamente por el híper poblado universo serial, sólo que para levantar la cabeza sobre la línea media necesitaría ir más al fondo de los conflictos. Y no
quedarse sólo en la anécdota. ■