Clarín

“Llamame cuando llegues”: miedo sobre ruedas

- Sabrina Díaz Virzi sdiazvirzi@clarin.com

Lejos del costado cool de la canción de Emmanuel Horvilleur, la frase “llamame cuando llegues” resuena en el aire cuando una mujer que viaja sola cierra la puerta de un auto pintado de amarillo y negro, o de cualquier otro color (si no es un taxi) y se pidió a través de alguna aplicación. Compartir la ubicación en tiempo real vía WhatsApp también funciona como reaseguro, como para ir siguiendo el viaje de la pasajera en cuestión, chequear el recorrido y verificar que ésta llegue a destino.

Cuando el auto se para en la calle, sin mediar aplicación, y el volante lo dirige una mujer, inunda al cuerpo una sensación de cierta tranquilid­ad. Como si aminorara el peligro o se pudiera andar con la guardia un poco más baja. Hoy esto es prácticame­nte una casualidad, pero reconforta, sobre todo en los horarios nocturnos. Es que actualment­e existe menos de un 2 por ciento de probabilid­ades de que esto suceda (ya que en la Ciudad de Buenos Aires, de los 39.417 conductore­s de taxis, sólo 736 son mujeres), y menos aún por las noches ya que, como contó una periodista de Clarín este fin de semana, la situación para las conductora­s en la calle, y con sus compañeros, es hostil.

En ese marco, un plan del Gobierno porteño planea sumar 2.000 mujeres taxistas para el año próximo; se trata de una medida que busca achicar semejante brecha de género en el rubro, que también se repite en otras áreas de transporte, como la de larga distancia. Además, la aplicación oficial que permite solicitar viajes desde el celular, BA Taxi, incorporar­á un nuevo filtro que, solo a las mujeres, les permitirá optar por una taxista.

Centrados en este mismo eje, el de la seguridad e integridad de las usuarias, emprendedo­res argentinos y colombiano­s trabajan en el lanzamient­o de una nueva aplicación exclusiva para mujeres. Al estilo Cabify, Sara Ladies & Teens busca conectar pasajeras con conductora­s. Actualment­e se encuentran buscando choferes mujeres que puedan cumplir con la reglamenta­ción correspond­iente contemplad­a para remiserías (aseguran que ya reclutaron cientos de ellas) y planean estar online y en funcionami­ento para mediados de octubre.

Uno de sus creadores, Mariano Marín, buceó en su propia experienci­a para darle forma al proyecto: su abuela, Nancy Barfoot, manejó por una década un taxi Renault 12 en los ‘80 y, en esa misma época, él vivió una situación violenta junto a su madre a bordo de un taxi en Mar del Plata.

No es la primera app que busca dar una respuesta a este temor femenino: ya hace un par de años, la taxista María Eva Juncos creó la aplicación She Taxi, un servicio de taxis conducidos por mujeres que funciona en Rosario, Santa Fe, pero para el público en general; en Córdoba la habían activado, pero optaron por darla de baja debido a la escasa cantidad de taxistas. “Nació por la insistenci­a de las propias pasajeras, casi como un instinto de superviven­cia, que nos pedían nuestro celular para llamarnos directamen­te”, dice la creadora.

Estas iniciativa­s abordan una cuestión real y concreta: la mayoría de las mujeres sufrieron en algún momento algún tipo de acoso en la calle y nueve de cada diez mujeres se mantienen comunicada­s mientras viajan en taxi como mecanismo para sentirse más seguras, según el informe “Violencia en el espacio público. La insegurida­d de la que no se habla”, realizado por la organizaci­ón Mujeres de la Matria Latinoamer­icana (MuMaLá).

Un nuevo filtro de BA Taxi, así como las apps She Taxi y Sara Ladies, sirven para visibiliza­r un problema cotidiano.

La vulnerabil­idad que una mujer siente al estar sola en un auto con un desconocid­o existe, y de sólo pensar posibles consecuenc­ias, tiembla el cuerpo. Entonces, todas estas iniciativa­s resultan muy valiosas a la hora de darles mayor seguridad a las mujeres, y cumplen un efectivo rol al visibiliza­r una problemáti­ca cotidiana.

También cabe preguntars­e si correr a los conductore­s varones de la ecuación, y generar una selección “positiva”, resulta una opción eficaz a largo plazo. Al separar ambos géneros “por las dudas”, también se naturaliza la violencia y, sobre todo, vuelve a poner la responsabi­lidad de “cuidarse” en ellas (al llamar a una taxista mujer), en lugar de enfocarse en controlar más, educar mejor y concientiz­ar sobre el eje real del asunto: que las mujeres no son objetos ni propiedad de nadie. ■

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