EL ADIÓS A HORACIO MOLINA
El cantor desarrolló su trayectoria entre el bolero, la bossa nova y el tango. Era padre de Juana e Inés Molina.
Murió a los 83 años. Desarrolló su trayectoria entre el bolero, la bossa nova y el tango. Era padre de Juana e Inés.
Se fue el último dandy del tango, o tal vez el último dandy de la música argentina. Horacio Molina murió ayer en Buenos Aires, a los 83 años. Había nacido en el barrio de Almagro, como a él mismo le gustaba remarcar para desmentir (inútilmente) su aura aristocrática. “Nací en Almagro bien Almagro, en la calle Quito, a diez cuadras de la cancha de San Lorenzo -decía en una entrevista con Clarín en 2003-. Me acuerdo que llegaba el gol del domingo. Apagaba la radio cuando llegaba el gol y en pocos segundos se oía, lejano, el grito. Amo a San Lorenzo, me va. Mi viejo, Eduardo Molina, era médico del plantel. Mi tío, Enrique Pintos, llegó a ser presidente del club”.
Cantó desde siempre. Decía que su primer hit había sido Pobre Colombina, que entonaba desde los ocho años en todas las fiestas familiares.
Apadrinado por Oscar López Ruiz y Sergio Mihanovich, en 1962 grabó para RCA Victor un tango que interpretó como un bolero: Tengo, de Eugenio Majul y Roberto Pérez Prechi. Por esa época cantaba jazz en el famoso bar Jamaica de San Martín y Paraguay y comenzaba sus actuaciones en los Sábados Circulares de Pipo Mancera, además de iniciar su romance con Chunchuna Villafañe, formando una de las parejas más agraciadas de la historia local. La talentosa Juana Molina es una de las dos hijas de esa relación. La otra es Inés.
El repertorio de Molina iba del folclore al jazz y la música brasileña. En 1975 tomó más resueltamente el camino del tango con el disco Por los amigos, que Sony BMG reeditó en 2007 como parte de una colección titulada La resistencia del tango. Aunque Molina no fue un resistente sino una rara avis. Allí parece cantar efectivamente mente por y para los amigos. Su estilo no habría sido fácilmente admitido en un ambiente de tango más profesional. No hay ningún resto de estilo orquestal ni de la clásica impostación del tango. En ese disco de 1975 Molina sienta las bases de su personalísima trayectoria dentro del género: el tango es tratado casi con el ascetismo de la canción de cámara y, al mismo tiempo, con la desafectación más completa; el fraseo está orientado por el sentido melódico más puro; es como un cantor devocionalmente melódico que interpreta con una desusada desenvoltura estilística.
Tal vez fuese una impensada actualización del modelo gardeliano, que reinventaba admirablemente tangos como Rubí, La luz de un fósforo, Fruta amarga y otros clásicos.
Su relación con el tango se profundizará todavía más en el exilio parisino, durante los siete años de la dictadura militar, donde compartió escenarios con músicos como el bandoneonista Juan José Mosalini, el pianista Gustavo Beytelman y el guitarrista Ciro Pérez.
De regreso en Buenos Aires, Molina se presentó asiduamente en los teatros San Martín y Alvear, en Clásica y Moderna y La Casona del Teatro, a veces con su propia guitarra, otras en compañía de Jorge Giuliano (guitarra) o del pianista y arreglador Oscar Cardozo Ocampo, uno de los principales colaboradores del cantante hasta su muerte en un accidente automovilístico en 2001.
Llego a grabar una veintena de álbumes. En 1999 salió a la luz uno de sus discos más perfectos, Barrio reo, con Juanjo Domínguez en guitarra, que incluía piezas muy poco trilladas como Gajito de cedrón, Al pie de la Santa Cruz o Fierro Chifle.
Dijo Molina en esa ocasión a Clarín: “Los temas que grabé los tenía incorporados desde que tengo uso de razón, sólo estaban dormidos en mi cerebro de niño. Con Juanjo Domínguez, que es tan fanático de Gardel como yo, hace rato que veníamos diciendo que teníamos que hacer un disco así. El maneja como nadie el estilo de las guitarras gardelianas; ese modo que tienen de ir en la cresta de la ola (…) Fuimos al estudio y en dos días terminamos el disco. No necesité refrescar las letras ni repetir una sola toma. Dudo que otros cantores pudieran hacerlo”. ■