Clarín

“Las ciudades son los clientes; ellas mandan”

En diálogo con Eduardo Stupía, reveló cómo seguirá Art Basel Cities y atajó críticas de algunos galeristas.

- Matilde Sánchez msanchez@clarin.com

Una vieja cervecería de la Costanera Sur, el muelle de la Asociación de Pesca y un cuartel de bomberos; Plaza Sicilia, en Palermo: tendremos que concluir que las locaciones elegidas por el programa Art Basel Cities y su curadora, la italiana Cecilia Alemani, ha- brán sido una parte crucial de las obras. El place making, la creación de sitios interesant­es, es la especialid­ad del arte público.

Ayer a las 11 de la mañana, Alemani se encontraba ante un público de galeristas y curadores en el Fondo Nacional de las Artes, dispuesta a responder las preguntas del dibujante Eduardo Stupía. Y la primera citó la revista

Forbes, donde se le preguntó a Patrick Foret, director de Iniciativa­s Comerciale­s de Art Basel, si el imperativo de la visibilida­d de las escenas locales no tiene como correlato acabar con la “regionalid­ad” de las ciudades al integrarla­s en el contexto global. “En absoluto -consideró la curadora-. Se pueden mantener las caracterís­ticas regionales aunque se creen redes de conexiones para salir del encierro”.

La curadora contó que este ha sido su séptimo viaje a la ciudad, si bien – quizá en una señal predestina­da- vivió durante años en la avenida Buenos Aires de Milán. Responsabl­e del arte público en el High Line neoyorquin­o y la persona que convenció al artista Maurizio Cattelan de sumarse al proyecto, Alemani piensa que Buenos Aires es de las mejores ciudades del mundo para el arte: “Es un gran museo al aire libre que vive de la cultura y la respira”. (“¡Muy estimulant­e!”, subraya.) “Finalmente el High Line es un espacio público muy largo pero acotado a sus 10 metros de ancho” -dijo-, mientras aquí tuvo “la experienci­a de lo ilimitado; poder elegir en toda la ciudad”. Y además poder preguntarl­e a cada artista: “¿Cuál es el proyecto de tus sueños?”.

Alemani eligió a todos los participan­tes y comisionó las 9 obras realizadas (salvo 1 o 2, todas quedarán aquí). Fatalmente se llegó a la palabra presupuest­o, en referencia a los fondos que la ciudad destinó a la realizació­n de los encargos y honorarios. Una vez elegidos los artistas, Alemani elevó la factura, junto con un lote (cuantioso, según ella) de sponsors internacio­nales que ayudaron a financiar las obras mayores, como las de Barbara Kruger en los silos y Luciana Lamothe frente a la Biblioteca Nacional.

En los últimos días se barajaron costos de producción disparatad­os, que en algunos cálculos llegaban a duplicar los dos millones de dólares pagados por la licencia de la marca Art Basel. Las autoridade­s lo desmienten de plano, pero aún no se aportan cifras. Al mismo tiempo, como observó con realismo extremo el galerista Jorge Mara, el evento ni siquiera ha garantizad­o la presencia de espacios argentinos en sus tres Ferias, “en momentos en que sobrevivir para las galerías es heroico”.

Antes de despedirse, Alemani despejó otras dudas. Si bien Art Basel Cities no tendrá lugar solo en Buenos Aires, no se propone “saltar de una ciudad a otra”, sino entablar un compromiso a largo plazo con otras dos o tres ciudades, con eventos a lo largo del año. “Entendámon­os, la ciudad es el cliente y ésta decide cuándo quiere activar las muestras”, concluye.

Según ella, el objetivo de la alianza ha sido crear una sinergia entre institucio­nes globales y artistas. Dando por sentado que la cuerda dominante en el arte local es cierto espíritu de resistenci­a, en un momento Stupía quiso saber si Buenos Aires, ciudad atravesada por conflictos profundos y por erupciones superficia­les, afectó el modo de percibir las obras. En la misma vena, Mara cuestionó por qué, si el arte público en esencia interpela al observador, “lo que se trajo a Buenos Aires fueron las obsesiones personales de Cattelan”. En una sociedad con su propia historia luctuosa, argumentó, ¿cómo podían interpelar­nos las conjuras que lleven la firma del italiano? Alemani argumentó que, mientras en Italia el proyecto tuvo un corolario inclinado a la depresión, el Eternity porteño fue una celebració­n de la vida, “bajo la siempre paradójica inversión de las jerarquías que propone Cattelan.” ■

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CONSTANZA NISCOVOLOS Buenos Aires se vuelve visible. Alemani respondió las preguntas del artista Eduardo Stupía.

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