Morbo de Selección, jugadores y familiares
El morbo, tan implacable como atento, sobrevuela por todas partes. Sin excepciones. Siempre está ahí, listo para hacer de las suyas, preparado para disfrutar con las debilidades y/o miserias ajenas. El desafío es cerrarle la puerta y no regalarle ninguna hendija para que se filtre. Después de la escandalosa aventura rusa, todavía la Selección no lo entendió. Los protagonistas centrales suelen quejarse de los comportamientos externos ante cualquier hecho que altera la paz. Apuntan, en general, a la prensa. Eso sí, olvidan que quienes desatan los conflictos con acciones o declaraciones fuera de lugar son ellos mismos: dirigentes, cuerpo técnico, futbolistas y hasta sus entornos, inclusive familiares de los propios jugadores.
El Caso Dybala marca un paso hacia atrás y otro hacia delante. La minitormenta antes del partido contra Colombia la desató Gustavo, un hermano y también representante de La Joya. Enojado porque Dybala no era titular posteó un tuit tan sugestivo como peligroso: “Como no pueden ganar plata con vos, no vas a jugar!!!”. Ensucia. Daña. Atrasa.
A esa publicación de mal gusto, viralizada enseguida, la contrarrestó con frescura absoluta Lionel Scaloni, en la nota con la TV apenas finalizado el partido. Vio a Dybala, lo llamó y limpió el tema junto a él delante de las cámaras con una naturalidad impropia de un técnico que recién empieza. Paso adelante del DT interino.
También en la previa de Colombia, Sergio Romero declaró: “A mis amigos no los veo afuera. Se tomarán un descanso, un tiempo para recargar energía, y van a volver a vestir la camiseta de la Selección”. Resulta innecesario ese testimonio de Chiquito, referente indiscutido con 31 años de la generación que empieza a despedirse. Tras las polémicas injerencias de los jugadores en el armado del equipo en el Mundial que no evitaron el fracaso, en el nacimiento de una etapa que pretende ser de renovación profunda y que es encabezada por un entrenador transitorio, esas palabras de Romero restan.
Tampoco suma el silencio de Lionel Messi, el capitán que aún no dio su opinión sobre el mazazo en el Mundial y que tampoco dice qué hará con la Selección en el futuro, con una postura tan extraña que sin querer empuja por ejemplo a que le guarden la 10.
A la Selección no la ayudan los escándalos, los rumores y el morbo. Deberían entenderlo los jugadores y sus familiares aportando adentro la paz que piden afuera. ■