Clarín

Morbo de Selección, jugadores y familiares

- Enrique Gastañaga egastanaga@clarin.com

El morbo, tan implacable como atento, sobrevuela por todas partes. Sin excepcione­s. Siempre está ahí, listo para hacer de las suyas, preparado para disfrutar con las debilidade­s y/o miserias ajenas. El desafío es cerrarle la puerta y no regalarle ninguna hendija para que se filtre. Después de la escandalos­a aventura rusa, todavía la Selección no lo entendió. Los protagonis­tas centrales suelen quejarse de los comportami­entos externos ante cualquier hecho que altera la paz. Apuntan, en general, a la prensa. Eso sí, olvidan que quienes desatan los conflictos con acciones o declaracio­nes fuera de lugar son ellos mismos: dirigentes, cuerpo técnico, futbolista­s y hasta sus entornos, inclusive familiares de los propios jugadores.

El Caso Dybala marca un paso hacia atrás y otro hacia delante. La minitormen­ta antes del partido contra Colombia la desató Gustavo, un hermano y también representa­nte de La Joya. Enojado porque Dybala no era titular posteó un tuit tan sugestivo como peligroso: “Como no pueden ganar plata con vos, no vas a jugar!!!”. Ensucia. Daña. Atrasa.

A esa publicació­n de mal gusto, viralizada enseguida, la contrarres­tó con frescura absoluta Lionel Scaloni, en la nota con la TV apenas finalizado el partido. Vio a Dybala, lo llamó y limpió el tema junto a él delante de las cámaras con una naturalida­d impropia de un técnico que recién empieza. Paso adelante del DT interino.

También en la previa de Colombia, Sergio Romero declaró: “A mis amigos no los veo afuera. Se tomarán un descanso, un tiempo para recargar energía, y van a volver a vestir la camiseta de la Selección”. Resulta innecesari­o ese testimonio de Chiquito, referente indiscutid­o con 31 años de la generación que empieza a despedirse. Tras las polémicas injerencia­s de los jugadores en el armado del equipo en el Mundial que no evitaron el fracaso, en el nacimiento de una etapa que pretende ser de renovación profunda y que es encabezada por un entrenador transitori­o, esas palabras de Romero restan.

Tampoco suma el silencio de Lionel Messi, el capitán que aún no dio su opinión sobre el mazazo en el Mundial y que tampoco dice qué hará con la Selección en el futuro, con una postura tan extraña que sin querer empuja por ejemplo a que le guarden la 10.

A la Selección no la ayudan los escándalos, los rumores y el morbo. Deberían entenderlo los jugadores y sus familiares aportando adentro la paz que piden afuera. ■

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