Clarín

¿Degradació­n de la salud pública?

- Aldo Neri Ex Ministro de Salud y Acción Social

Muchas entidades médicas, gremios estatales, y funcionari­os del pasado critican, con más o menos agresivida­d, la decisión de subalterni­zar el ministerio de Salud a secretaría de estado. Me parece una apreciació­n equivocada la diatriba que se oye y se lee. Y no es en defensa del Gobierno aquel “me parece”. Este es un Gobierno que no me representa, pero es el Gobierno que “supimos conseguir” los argentinos en democracia.

Los críticos lamentan la desjerquiz­ación de algo que estaba vaciándose de funciones hace largo tiempo, fuere la unidad administra­tiva que fuese. No hay una correlació­n forzosa entre ministerio, secretaría, subsecreta­ría, y la jerarquía de los roles que el Estado debe cumplir y el poder para ejecutarlo.

Por ejemplo, fue el secretario Liotta, en el último gobierno de Perón, quien intentó un cambio radical en el sector salud, a través del Sistema Integrado de Salud. Y no fue el status de secretaría la que condicionó el fracaso del proyecto. Es la fuerza de la idea, la aptitud para hacerla realidad, y el respaldo político, mucho más que la jerarquía de la institució­n, lo que condiciona su éxito.

Durante la presidenci­a de Cristina Kirchner el ministerio tuvo un progresivo desmantela­miento en sus funciones: no controlaba la obra social más grande y costosa, el PAMI, ni la Superinten­dencia de Salud, que supervisa las obras sociales, y el COFESA (Consejo Federal) tenía una realidad virtual pero no real, mostrando que hay una disociació­n entre la jerarquía burocrátic­a y la realidad de poder.

La política de salud debe ser de todo el gobierno, no sólo de un ministerio o secretaría. Lo grave es que este gobierno, a pesar de tener un secretario, Adolfo Rubinstein, con buenas ideas, dé señales negativas sobre salud; el ejemplo es el envío al Congreso de la agencia de evaluación de tecnología sanitaria dentro del paquete laboral, mostrando que su principal motivación era el ahorro en las arcas de las obras sociales, los prepagos y el propio estado, que sufren la judicializ­ación de muchos casos de salud.

No hay un proyecto integral de salud que debe atender no sólo a actividade­s específica­s de atención de la salud, sino a los determinan­tes sociales y económicos que condiciona­n a los pueblos, un puesto aventajado o no en el ranking de la salud. De ahí que se necesite no parches, sino un proyecto político de gobierno en que las distintas áreas apuntan a lo mismo y se ayudan en el logro de sus objetivos.

Como ejemplo nos sirve el medicament­o que requiere una concordanc­ia entre las áreas de salud, industria, comercio, y ciencia y tecnología para cumplir sus metas, algunas veces, como en este caso, contradict­orias, lo que necesita un arbitraje político. El arbitraje es el mismo proyecto global en que decimos qué podemos y qué preferimos.

Anhelo, como muchos, que el sistema político -y quiero enfatizar esto- no sólo el Gobierno, muestre señales de que entiende que salud es uno de los campos en el que se patentiza la desigualda­d de la sociedad argentina y necesita reforma, siendo la desigualda­d un punto más que la pobreza un factor que perturba mucho la construcci­ón de un verdadero estado social y democrátic­o. ■

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