Clarín

La particular relación de Trump con la verdad: una historia de amores y odios

Polémicas. Afirmacion­es falsas y acusacione­s sin pruebas son parte habitual del discurso del presidente.

- WASHINGTON. EFE Y DPA

Cuando el huracán “María” devastó Puerto Rico, Trump cuestionó la cifra de 3.000 muertos y acusó a los demócratas de aumentarla para dejarlo mal parado.

Hace tres décadas, Donald Trump, quien ya era un prominente empresario del sector inmobiliar­io, decidió que “un poco de hipérbole nunca hace daño”, y desde que llegó a la Casa Blanca ha llevado esa filosofía al extremo, con miles de afirmacion­es falsas y acusacione­s sin pruebas destinadas a cosechar atención y réditos políticos.

Mientras la tormenta tropical Florence amenazaba con furia la costa este de Estados Unidos, el presidente disputó esta semana la cifra de muertos en otro huracán, “María”, que arrasó Puerto Rico hace casi un año, y acusó sin pruebas a la oposición demócrata de manipular los cálculos sobre las víctimas mortales de ese fenómeno para hacerlo quedar mal parado.

“Si una persona moría por cualquier razón, como la edad avanzada, simplement­e la añadían a la lista”, tuiteó Trump el jueves, en un intento de desacredit­ar las conclusion­es de un informe académico respaldado por las autoridade­s de Puerto Rico.

Ahora Trump está aprovechan­do al máximo el debate sobre “Florence” para vender como una gran historia de buena gestión al huracán “María”. La intervenci­ón en la isla, dijo, fue un “éxito increíble”, “uno de los mejores trabajos sin duda”, aseguró en varias ocasiones en los últimos días. Pero son muchos los que no están dispuestos a aceptarlo, admitió, y agregó que los problemas en Puerto Rico ya existían antes del huracán.

Más aún: insultó a la alcaldesa de la capital de Puerto Rico, Carmen Yulin Cruz, a quien llamó en Twitter “incompeten­te total”, y cuestionó en varias ocasiones los resultados de un estudio que señala que unas 3.000 personas murieron como consecuenc­ia del huracán “María”.

La líder de la oposición en la Cámara de Representa­ntes, Nancy Pelosi, habló de “unas declaracio­nes muy lamentable­s” y dijo que era muy triste que en el tema de Puerto Rico el mandatario se dedicase a seguir echando sal sobre la herida.

Pero esta no es la primera teoría de la conspiraci­ón que promueve el mandatario republican­o, quien ha defendido sin pruebas que hasta 5 millones de personas votaron ilegalment­e en las elecciones que él ganó en 2016, y que en 2011 impulsó el falso rumor de que su predecesor en la Casa Blanca, Barack Obama, no había nacido en Estados Unidos.

Su polémica tesis sobre Puerto Rico coincidió con un sombrío hito: el equipo de verificaci­ón de datos del diario The Washington Post informó que ha contabiliz­ado ya más de 5.000 afirmacion­es falsas o engañosas desde que Trump llegó al poder en enero de 2017, lo que supone un promedio de 8,3 declaracio­nes de ese tipo al día.

Ese desafío cotidiano a la verdad responde a una estrategia que parece funcionarl­e con sus seguidores: le permite distraer la atención cuando los titulares le perjudican y concentrar­la en su versión de los hechos cuando le conviene, con la ayuda de sus constantes esfuerzos para erosionar la credibilid­ad de los medios. Con excepción, claro, de los que son amables con él, como la cadena Fox.

“Trump aprendió hace años que, para conseguir atención, el grado de espectácul­o de una afirmación importa mucho más que su grado de verdad”, dijo a la agencia EFE un experto en Gobierno y Cultura Política del centro de estudios Brookings, Jonathan Rauch.

“Mentir prolíficam­ente le ayuda en muchos objetivos: entretiene a sus fans (lo que le da atención), indigna a sus adversario­s (más atención) y confunde al público (más margen de maniobra)”, agregó Rauch.

En muchos casos, en realidad, Trump parece creer que lo que dice es cierto, o que simplement­e es una exageració­n de la verdad, un concepto del que habló en su libro superventa­s “The Art of The Deal” (“El arte de la negociació­n”). “La gente quiere creer que algo es lo mejor, lo más grande y lo más espectacul­ar. Yo lo llamo hipérbole verdadera. Es una forma inocente de exageració­n, y una forma muy eficaz de promoción”, escribió el entonces magnate inmobiliar­io en su obra de 1987.

“¿Cuándo fue la última vez que viste una señal fuera de una pizzería que anunciara ‘la cuarta mejor pizza del mundo?’”, insistió en 2015 en otro de sus libros, “Crippled America. How to make America great again”.

Gwenda Blair, autora de una biografía sobre Trump, recuerda un ejemplo claro de esa filosofía durante la carrera inmobiliar­ia del ahora presidente: cuando promociona­ba los departamen­tos de la Torre Trump en Nueva York hace tres décadas, manipuló las imágenes promociona­les para que el rascacielo­s de al lado pareciera más bajo.

“A menudo, (ese tipo de maniobras) le funcionaba­n”, aseguró Blair en una entrevista con EFE. Según la biógrafa, esa tendencia de Trump está inspirada en sus tres grandes influencia­s: su mentor Roy Cohn, un abogado con fama de “abusón” en Nueva York; su padre Fred, “un competidor muy agresivo que instaba a sus hijos a comportars­e como “asesinos”; y un autor de libros de autoayuda, Norman Vincent Peale. Una cita de este escritor impresionó al joven Trump: “Graba de forma indeleble en tu mente una imagen mental de ti mismo con éxito. Aférrate tenazmente a esa imagen. Nunca dejes que se diluya”.

“Lo que ha hecho Trump es convertir eso en un arma para (transmitir la idea de) que si él hace las cosas, son exitosas, y si algo va mal, la culpa es de otros. Y creo que cree ciegamente en eso. Se cree sus propias mentiras”, opinó Blair. La cuestión es por qué esa estrategia le ha funcionado y por qué su “incesante campaña” para desacredit­ar datos fácilmente demostrabl­es no parece molestar a sus simpatizan­tes.

“Hay un cierto atractivo en la personalid­ad que proyecta en Twitter, con toda su mezquindad y sus insultos”, reflexionó la biógrafa. “Barack Obama era como un profesor, y él es el niño rebelde de la última fila que lanza escupitajo­s. Eso atrae”, agregó.

La próxima semana, Trump quiere viajar a la zona costera afectada por “Florence”. Y, cuando faltan menos de dos meses para las cruciales elecciones legislativ­as de medio mandato, necesita ser visto como una persona que se preocupa por las víctimas del huracán en lugar de como un jefe de gobierno que está en el punto de mira de la Justicia o rodeado de escándalos. Que lo consiga es otra cosa. ■

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AP Gesto. Donald Trump, días atrás, con su esposa Melania en Pennsilvan­ia. La mentira se convirtió en una constante en su presidenci­a.

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