Palacio Errázuriz Para festejar los cien años, un baño “secreto” y de lujo
Espejos. Una cúpula con Perseo, alado, entre hiedras y laureles. Mármoles verdes. Lámparas de alabastro y bronce. Más espejos por acá. Más por allá. Esta no es la descripción del salón de baile de un palacio francés: se trata de la del vestidor y baño que el arquitecto francés René Sergent diseñó en 1915 en París para el Palacio Errázuriz, uno de los más lindos, lujosos y elegantes de la Ciudad, hoy sede del Museo Nacional de Arte Decorativo (MNAD). El martes se cumplirán cien años de su inauguración y, desde el miércoles, mostrará al público por primera vez ese espacio.
No será una exhibición típica. El mismo martes arrancará la restauración del baño y vestidor,que fue creado para Josefina de Alvear, la esposa del diplomático chileno Matías Errázuriz, quien mandó a edificar el palacio. Y los que vayan al Museo desde el 19 podrán observar los trabajos.
Casi nadie vio el lugar. De hecho, los detalles con los que arranca esta nota -y otros, como los medallones con Pegaso y el parqué de roble- fueron adelantados a Clarín por fuentes del MNAD, que funciona allí, en Libertador 1902, desde 1937. “La puesta en valor estará a cargo del equipo del Departamento de Museología”, explica- ron. Incluirá la cúpula, maderas, estucos y mármoles. Además, repondrán entelados y cortinados, pondrán filtros UV e instalarán sistemas de ventilación y climatización.
No sólo el baño “secreto” convoca. Todo el palacio es imponente y, a la vez, exquisito. Allí vivieron los Errázuriz y sus hijos Pepita y Mato entre 1918-36. El matrimonio había pasado diez años en Europa, donde armó la colección de arte de ese continente y oriental que desplegó acá y que, tras la apertura del Museo, superó las 6.000 piezas.
Igual, con la sobriedad del neoclásico de la fachada o con los rasgos suntuosos de los salones, el palacio es el primer imán. Sergent lo proyectó, también desde París, en 1911. Los materiales llegaron de varios países de Europa. Y bajo la dirección de Eduardo Lanús y Pablo Hary, construirlo llevó seis años. Como ocurre en muchas mansiones porteñas de esa época, tuvo influencias varias. La inglesa de los Tudor se ve en las maderas del hall central. Y en una sala manda la geometría Art Déco.
El jardín, diseñado por otro francés, Achile Duchêne, merece una visita aparte. Entre el verde que renace, no cuesta nada evocar a la rusa Ana Pavlova, bailando con el cisne de la fuente, en “la París latinoamericana” de los años ‘20. ■