Entre la justicia y la costumbre
El destino de la ex presidente Cristina Fernández quedará en manos de sus pares del Senado, procesada como está por encabezar una asociación ilícita de amplio espectro que saqueó al Estado y sus recursos durante doce años. La amplitud de la banda incluyó a los más altos cargos del gobierno K, a parte de sus funcionarios, a empresarios y a empresas y hasta a mandaderos y choferes. La dimensión del saqueo, monstruosa, un “circuito macabro” dice el juez en su fallo, está intuida pero todavía ni hay cifras exactas, ni aparecen los millones. Habrá un juicio oral en el que la ex Presidente podrá demostrar su inocencia. Si es hallada culpable, ¿irá a prisión?
El senador Miguel Pichetto, que fue la voz del kirchnerismo en la Cámara en aquellos años, ya anticipó que “es imposible producir el desafuero” si no hay una condena firme. Una condena firme implica: juicio, condena, apelación, fallo confirmatorio de Cámara, apelación, fallo confirmatorio de Casación, apelación a la Corte Suprema y fallo de la Corte. Saber cuánto va a durar eso es como descubrir dónde están los millones robados: una tarea imposible. En la Argentina funciona mejor la corrupción que los poderes del Estado. De modo que a toda expectativa, hay que anteponer la decepción. No será Justicia, pero es costumbre.