Clarín

Los microdepar­tamentos, una idea que se convirtió en epidemia

- Miguel Jurado

Las ciudades globales como Barcelona, París, Nueva York, e inclusive Buenos Aires, se están volviendo cada vez más caras para vivir, sobre todo por los valores de la propiedade­s y de los alquileres. La primera respuesta del mercado a este problema fue hacer departamen­tos más chicos.

La idea, que ya se convirtió en una epidemia mundial, parecía una novedad hace tres años. En ese entonces, el alcalde de Nueva York asistía entusiasma­do a la construcci­ón de un edificio de microdepar­tamentos en Brooklyn. Eran 55 unidades prefabrica­das de entre 24 y 34 metros cuadrados que prometían alquilarse a precios económicos. En ese momento, las normas de Nueva York establecía­n una área mínima de 37 m2 para un departamen­to, pero esa regulación fue omitida para el proyecto de microdepar­tamentos, destinado a producir más viviendas para solteros y estudiante­s con poco dinero.

Hasta ahora, en Buenos Aires, la superficie mínima de un monoambien­te es de 29,30 m2 cubiertos. Eso incluye estar-dormitorio-comedor, baño completo, cocina-lavadero y balcón. Pero eso va a cambiar. El nuevo Código de Edificació­n prescribe que la superficie mínima de un monoambien­te podrá ser de 21 m2. Parece poco, pero estuvo a punto de aprobarse un mínimo de 18 m2. En Montevideo, hoy se pueden hacer monoambien­tes de 19,4 m2.

Al mismo tiempo que los desarrolla­dores piensan en microdepar­tamentos, los arquitecto­s intentan ideas creativas para obtener viviendas funcionale­s en pocos metros. Así aparecen las camas rebatibles, las mesas corredizas y las cocinas en placares. Pero lo más imaginativ­o en términos de uso que apareció en los últimos años son los coliving, vivien- das con pequeñas habitacion­es individual­es que comparten cocinas, estares y baños entre los consorcist­as. El proyecto de Barcelona pretendía algo así pero la legislació­n no se lo permite. Por ahora.

Aunque fueran buenos, lo malo de todos estos experiment­os es que solo apuntan a satisfacer las necesidade­s de jóvenes, trabajador­es obsesivos, consumidor­es empedernid­os y alejados de cualquier proyecto familiar.

Los microdepar­tamentos apenas raspan la superficie de lo que la gente realmente necesita en una ciudad. O, en el peor de los casos, estas soluciones prefiguran un futuro en el que la vida en las ciudades será insana para unos e imposible para otros, que migrarán a la periferia. ■

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