William Turner Una muestra de lujo
Se inaugura en Buenos Aires la primera exposición del pintor inglés más importante de la historia.
“Folkestone desde el mar”
Cuenta la leyenda que, bajo un cielo tupido de nubes amenazadoras, una diligencia atravesaba una zona especialmente boscosa de Gran Bretaña, en la que viajaban una mujer distinguida y un hombre de porte estrafalario. Al iniciarse la tormenta, el hombre, excusándose, abrió la ventana y asomó su cabeza desafiando la inclemencia del tiempo. La mujer quiso saber por qué lo hacía; el hombre le respondió que veía “cosas maravillosas y nunca vistas”. Años más tarde, la dama visitaría la muestra del pintor William Turner (Londres 17751851) y reconocería en sus cuadros aquellos mismos paisajes ‘sobrenaturales’. La anécdota ilustra hasta qué punto, más allá del dominio de la técnica, un artista se define en relación a la mirada que construye.
Una muestra de ese artista se inaugura hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes. Es la exposición para la que se reinstala el cobro de entrada (de 100 pesos), aunque el resto del mu- seo seguirá siendo gratis para los residentes en el país.
Además de ser considerado el pintor más importante de la historia de Gran Bretaña y de haber gozado en vida de reconocimiento y un considerable éxito comercial, el inglés fue un artista que se adelantó a su época: exponente del romanticismo, prefiguró en la primera mitad del siglo XIX el impresionismo pictórico, con obras en las que cobraba protagonismo el impacto subjetivo que produce el contacto con la infinitud y la violencia de la naturaleza. Después de centrarse durante una primera etapa en motivos arquitectónicos y vistas topográficas que todavía respetaban las tradiciones del paisajismo inglés, se enfocaría en los fenómenos climáticos y atmosféricos como principal eje temático de su obra.
Meticuloso y prolífico, Turner pasaba los meses cálidos del año concentrado en la observación de paisajes que bocetaba en libretas para después plasmar esos “apuntes” en acuarelas -se lo considera uno de los fundadores de la pintura paisajística inglesa a acuarela- o en óleos.
El volumen de su producción es notable: la Tate Gallery, guardiana de su legado pictórico, posee unas 30 mil obras del artista. De esa serie, 85 acuarelas componen la primera muestra que se monta en el hemisferio sur y tiene al Bellas Artes como sede privilegiada.
J.M.W. Turner Acuarelas -que se concreta tras dos años de negociaciones entre ambas instituciones- es una de las muestras más esperadas de este año. Curada por David Blayney Brown, la exposición reúne obras de diferentes períodos de su vida creativa, incluyendo decenas de miles de obras en papel: acuarelas, dibujos y bocetos, incluso estudios y trabajos inconclusos.
El pintor había iniciado su carrera precozmente –a los 14 años ya había ingresado a la Royal Academy of Art, antes de estudiar en el Louvre e inaugurar su propia galería a los 27, en 1804- y se convertiría en un académico respetuoso de los códigos formales, aunque sin resignar una marcada vocación por la experimentación. Décadas más tarde –en la segunda mitad del siglo XIX-, los impresionistas, que lo admiraron y estudiaron, reconocerían en sus cuadros el virtuosismo de la técnica y se rendirían ante los efectos de luminosidad que Turner conseguía con su paleta de colores: atmósferas en las que el tiempo parece haber quedado suspendido. Incluso, manchas o efectos de los reflejos del sol que el espectador apenas reconoce como figuras identificables y que permiten, desde el presente, arriesgar asociaciones con el arte abstracto.
Sus paisajes imposibles –los más caros, vendidos en cifras que rondan los 35 millones de dólares- resultan aún más llamativos si se tiene en cuenta que se produjeron con la Revolución Industrial como trasfondo que prefiguraba un mundo nuevo. “Testigo privilegiado de la Revolución, él se propuso como secreto con- tradictor –señala Duprat, director del Museo Nacional de Bellas Artes-. Locomotoras, barcos, puentes, ciudades y multitudes son sus personajes, juguetes del destino al ser tomados por las furias desatadas de los cielos y los mares. Las aguas, la niebla, la luz, en cambio, se transforman en protagonistas activos de sus telas y acuarelas. Con su obra, de un realismo onírico y técnica brumosa, Turner dio inicio a una ruptura en la historia de la percepción visual en Occidente, recuperada tiempo después por el movimiento impresionista.”
Sus pinturas servían a fines decorativos y también -elogiadas por la crítica- eran buscadas y valoradas por los amantes del arte.
En la muestra se pueden recorrer varios núcleos temáticos: la obra temprana; los paisajes ingleses de 1805 a 1815; la producción como artista viajero entre 1815 y 1830; las experimentaciones de luz y color, y los trabajos de madurez –creados en las décadas de 1830 y 1840–, con las obras más tardías, tormentas y naufragios, realizadas en sus últimas dos visitas al norte de Francia, en 1845. La puesta, que da cuenta de más de medio siglo de producción continua, ofrece una panorámica virtuosa de esa evolución.
Aseguran que lo último que dijo, en su lecho de muerte, fue: “¡El Sol es Dios!”