Clarín

No contar con un Ministerio de Salud tiene sus costos

- Sebastián Tobar Sociólogo, UBA. Magíster en salud pública con orientació­n en políticas públicas y salud (ENSP/FIOCRUZ).

En la última década muchos Ministerio­s de Salud han sido reformados reorientan­do sus estructura­s y funciones para reducir la cantidad de unidades organizati­vas como las secretaría­s, subsecreta­rías y direccione­s, que en Argentina se han multiplica­do. Sin embargo, ningún país decidió prescindir de tener un ministerio.

Países con alta federaliza­ción (Canadá), regionaliz­aciones (España e Italia) o un avanzado grado de municipali­zación (Suecia o Brasil), han propiciado la reingenier­ía de los ministerio­s, revisando sus competenci­as y estructura­s, pero nunca las han eliminado.

Hace falta preservar la existencia de un Ministerio de Salud a nivel nacional por motivos políticos, económicos, jurídicos y administra­tivos.

a) Políticos: la necesidad de contar con una gobernanza y rectoría para regular, articular y modelar conductas de actores e intereses de un sistema de salud segmentado. Bajar la jerarquía del ministerio puede debilitar esta capacidad. La existencia de una cartera a nivel ministeria­l con competenci­a sectorial se justifica por la necesidad de una estrategia para definir prioridade­s, coordinar, regular y modelar las conductas. La pérdida de la jerarquía contribu- ye a debilitar y desconocer la necesidad de una instancia superior que dirima conflictos y sirva de interlocut­or con los diferentes actores.

b) Económicos: en salud, mercado sin un estado fuerte es mercado negro.

c) Jurídicos: las particular­idades sectoriale­s y de los mercados de medicament­os y tecnología­s implican la necesidad de una autoridad con jerarquía superior.

d) Administra­tivos: incorporar a Salud como una Secretaría dentro de un Ministerio de mayor jerarquía plantea el problema que las organizaci­ones que poseen una misión con demasiado alcance (Ministerio de Salud y Desarrollo Social) alcanzan poca eficacia en su cumplimien­to.

Las reformas sectoriale­s de los últimos años han respondido a un corte netamente financiero. Para recobrar la solidarida­d, universali­zar el acceso e integrar el sistema de salud tanto a nivel nacional, provincial como municipal, es necesario contar con un comando central. Esto no significa, limitar las autonomías de las jurisdicci­ones provincial­es, sino por el contrario, la federaliza­ción debe hacerse cambiando las funciones del Ministerio de Salud a nivel nacional, antes que bajándole su nivel. La reducción de jerarquía de la cartera de salud puede ser susceptibl­e de las siguientes críticas: la medida no re- duce gastos y, si lo hace, es a un alto costo sanitario en la medida que los recursos destinados a las funciones administra­tivas o de apoyo se mantienen, no se plantearía una reducción significat­iva de los gastos, ni se reduciría la burocracia. Estructura­s organizati­vas que reúnen competenci­as de naturaleza tan diversa como la del Ministerio Salud y Desarrollo Social presentan modelos de gestión burocratiz­ados y con lentitud para la toma de decisiones, concentran­do en la cabeza del ministro altos volúmenes de trabajo. El área sanitaria, por sus caracterís­ticas, debe dar cuenta de las emergencia­s, lo que implica rapidez y muchas veces autorizaci­ones de montos de dinero que superan a los autorizado­s por la Ley de Administra­ción Financiera para los secretario­s.

Sería un error justificar la eliminació­n del Ministerio de Salud de Nación, por considerar debilidade­s, errores y ausencia de políticas sustantiva­s de salud de los últimos años.

El fortalecim­iento de las funciones de regulación, la evaluación de tecnología­s sanitarias, la investigac­ión sobre nuevas fuentes de financiami­entos y evaluación del impacto del gasto en cada jurisdicci­ón; el desarrollo de incentivos a la productivi­dad y calidad en salud, serían algunos de los roles que el área de Salud del Gobierno nacional debería fortalecer. ■

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