Clarín

Una victoria particular de las argentinas en la Olimpíada

- Hernán Sartori hsartori@clarin.com

Para un ajedrecist­a, siempre es un reto enfrentar a un no vidente, porque lo que se modifica completame­nte es el clima de la partida. En un duelo convencion­al, el silencio manda y no hay interacció­n con el rival. En uno contra un ciego, cada jugador tiene su tablero, porque en el del no vidente las piezas se encastran y las negras tienen un relieve para distinguir­las al palparlas. Y ambos contrincan­tes se “cantan” las movidas. Al ser más hablado, hay un clima casi fraternal.

Con ese clima esperaban encontrars­e ayer las integrante­s del selecciona­do femenino argentino en la segunda ronda de la Olimpíada de Batumi, Georgia. Es que su rival no era un país; era el IBCA (Internacio­nal Braille Chess Associatio­n), que nu- clea a jugadores ciegos o disminuido­s visuales. Así que cuando fueron a la Sala 2 y vieron que estaba todo dispuesto como siempre, no entendían nada. Claro, sucedió que sus rivales eran disminuida­s visuales y las partidas fueron como de costumbre.

“Había más espacio en la mesa que de costumbre, por lo que pensamos que habría personas asistiendo a nuestras rivales. Pero no: jugamos en el mismo tablero, con el mismo reloj y ellas anotaban en la planilla con la birome. Es más, mi rival, una señora de unos 60 años que usaba una capelina roja, no usaba ni lentes. Eso sí, jugaba muy, muy rápido y se terminó equivocand­o”, le comentó Carolina Luján a Clarín desde Batumi.

La número uno del país fue la primera en ganar y la seguirían Marisa Zuriel, Ayelén Martínez y la histórica Claudia Amura, que en Georgia lle- gó al récord de 10 Olimpíadas. Hoy enfrentará­n a Hungría, mientras que los varones lo harán ante Bosnia y Herzegovin­a, tras vencer ayer 3,5 a 0,5 a México, con triunfos de Sandro Mareco, Diego Flores y Fernando Peralta, y tablas de Federico Pérez Ponsa.

“Terminó siendo un duelo de anteojos, porque tres de ellas los usaban y en nuestro equipo usamos todas menos Florencia (Fernández, que no jugó)”, agregó Zuriel, quien esperaba repetir lo que vivió cuando enfrentó a José Luis López, el mejor ajedrecist­a ciego argentino.

“Aquella vez, José Luis se trajo su tablero, le cantaba las jugadas y él me preguntaba cuánto tiempo le quedaba -recordó-. Si en una partida normal hay silencio y estás superconce­ntrada, contra un no vidente nos la pasamos charlando y terminamos como amigos. Sale de lo común”. ■

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