Clarín

“¿Si me gustó la película? La sufrí, que no es lo mismo”

Habla de “La noche de 12 años”, sobre la detención que sufrió cuando era tupamaro, que estrena mañana. El filme es el precandida­to uruguayo para los Oscar.

- Federico Ladrón de Guevara flguevara@clarin.com

Tal vez, el mundo sería mucho más justo si todos los ex presidente­s lucieran el mismo sweater verde algo gastado, con bolitas, que lleva puesto Pepe Mujica, por qué no, la contracara del enriquecim­iento ilícito.

Primer mandatario de Uruguay de 2010 a 2015, Mujica (83) viajó a Buenos Aires para formar parte de la presentaci­ón de la película La noche de 12 años, que se estrena mañana y cuenta la historia de tres guerriller­os tupamaros -entre ellos el mismo Pepe- que estuvieron detenidos de 1973 a 1985. “Como no pudimos matarlos, vamos a volverlos locos”, había sido la orden de los militares uruguayos. Y para eso los aislaron en calabozos estrechos, casi sin comida y con la posibilida­d de ir al baño sólo una vez por día.

-¿Le gustó la película, Pepe?

-Mire, mi amigo: si me gustó o no la película, es una pregunta un poco simple. La sufrí, que no es lo mismo. Para mí, es inevitable que remueva muchas cosas. En especial, por la gente que uno quiere mucho y ya no está, como mi madre, mi hermana, en fin... Es una película muy fuerte... Fue fuerte la realidad. En alguna medida, la película representa lo que vivió muchísima gente por acá, por el Río de la Plata... Se basa en tres personajes, pero representa a toda una época. La historia se transformó en una película, porque ya había un libro que se difundió mucho. ¿Cuántas películas podrían hacerse con sufrimient­os parecidos? -¿Qué le pareció el trabajo del actor español Antonio de la Torre, que hizo de usted en la película?

-Hizo un esfuerzo colosal, un trabajo bárbaro, desde tener que adelgazar... En él se ve un compromiso profesiona­l muy fuerte. No es fácil acercarse a un personaje así... De la Torre es muy reconocido en España.

Luego de pasar con éxito por el Festival de Venecia, La noche de 12 años participa en la sección Competitiv­a Horizontes latinos del Festival de San Sebastián, y será la apertura del Festival de Biarritz.

Según su director, Álvaro Brechner ( Mal día para pescar y Kaplan), el filme es una “exploració­n sobre los límites de superviven­cia”. Y agrega enseguida: “Es cierto que es un pasaje doloroso, pero la libertad del individuo, de tomar sus decisiones acerca de qué tipo de hombre quiere ser, permanece”.

En el rol de los dos tupamaros detenidos junto a Mujica, Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro, estuvieron el Chino Darín y Alfonso Tort. En la película también trabaja Soledad Villamil.

“Tal vez la conclusión más importante que tuvimos en el período que estuvimos en las catacumbas fue consultarn­os los tres cuál era nuestro deber militante en esa condición y en ese lugar, y se sintetiza en una sola palabra: resistir”, dijo Rosencof, de 85 años, periodis-

ta, novelista y dramaturgo.

Eleuterio Fernández Huidobro, que fue ministro de Defensa durante el gobierno de Mujica, murió en 2016. Justamente, fueron Rosencof y Fernández Huidobro quienes escribiero­n el libro Memorias del cala

bozo, en el que se basó la película. Ahora, en la Universida­d Metropolit­ana para la Educación y el Trabajo, donde se da la charla con Cla

rín, Mujica se detiene frente a un cuadro que lleva la imagen de otro Mugica, en este caso, con “g”, Carlos, el sacerdote asesinado por la Triple A en 1974. “Con g o con j, los Mujica somos todos vascos”, señala Pepe. -De los años que estuvo en su celda, ¿cuál fue el momento más difícil?

-Cuando me enteré de la muerte de algunos compañeros que habían muerto acá, en la Argentina. -¿Qué hacía para resistir?

-Cada cual se inventó un camino. Para cansarme, yo trataba de seguir una disciplina, de caminar tres pasos para acá y tres pasos para allá durante una buena parte del día. También me dedicaba a recordar las escenas del trabajo que había hecho en una chacrita... Imaginaba las herramient­as que podía construir. Eso lo hice durante los primeros tiempos... Después del séptimo año de encierro me permitiero­n tener algunos libros... -¿De qué eran esos libros?

-De técnica, ciencia... Empecé a estudiar fuerte: química, física, biología... -¿Qué sintió al recuperar la libertad?

-Yo, con otro compañero, salí dos días antes que el grueso. Y ya teníamos un cometido: conseguir un local para volver a juntarnos. Así lo hicimos... Salí, le di un beso a mi madre, llegué a mi casa, me encontré con mi hermana, les di un abrazo a mis amigos y salí a conseguir el local que necesitába­mos. Lo encontré en un antiguo convento de los padres franciscan­os. -¿Qué fue lo que más disfrutó al dejar la cárcel?

-Las pequeñas grandes cosas de la vida que, al final, son las únicas.

-¿Cómo cuáles?

-El abrazo de la vieja, la comida de la olla, el encuentro con viejos amigos de la infancia, del barrio... De algún lado salimos, ¿verdad? No somos infinitos. -¿Se puede decir que hubo algo de “humano” en el trato que recibió de parte de los soldados? -Sí, la humanidad aparece clandestin­amente. En prisión tuve muchas conversaci­ones con los soldados. Yo en mi calabozo y ellos en la guardia. Es más: me hice amigo de algunos soldados, y la amistad se mantiene hasta hoy, cuando ya son soldados retirados. -En la película se ve que, aunque estén separados en tres celdas, usted se mantiene muy unido con sus compañeros. ¿Siguió siendo así cuando dejaron de estar presos? -Siempre. La militancia es una causa, no es una profesión. No es para comprarse un auto, una casa... Es una forma de vida. Y eso es lo que trato de transmitir. No quiere decir que no nos equivoquem­os, que no suframos... Quiere decir que andamos por el rumbo que nos queremos trazar, no el que nos quiere trazar el mundo. Lo que necesita nuestra civilizaci­ón es que seamos pagadores de cuotas y trabajemos toda la vida para eso. -Visto a la distancia, ¿qué sentido tuvo todo lo que usted vivió en aquellos años de encierro? -¿Y qué sentido tiene la vida? ¿Para usted tiene algún sentido la vida hoy? ¿O vive porque come y duerme y trabaja? El sentido lo andamos buscando, ¿verdad? La diferencia que tenemos los seres humanos con las hormigas y la lechuga es que nacemos por milagro. Estar vivo es un milagro. Hay 40 millones de probabilid­ades de que acá hubiera otro y no nosotros. Como es algo tan cotidiano no pensamos en esto. Lo que también podemos hacer los seres humanos es incidir en el rumbo que toma nuestra vida. Pero no siempre lo hacemos. Y nos vamos a pasar la vida trabajando, consumiend­o, pagando cuotas. Si no nos preguntamo­s para qué vivimos... -¿Y usted para qué vive?

-Todavía peleo con la muerte. Vivo porque no me quiero morir. Y sé que me voy a morir. Usted también...

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Antonio de la Torre. El actor español que hace de Mujica. El ex mandatario quedó muy conforme por cómo lo representó: “Hizo un esfuerzo descomunal, un trabajo bárbaro”.

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