Clarín

Un acuerdo a la medida de Macri

- Ricardo Roa rroa@clarin.com

Hay algo que queda claro en el nuevo acuerdo con el Fondo: Macri se aseguró o casi se aseguró los dólares para llegar sin mayores problemas de financiami­ento al final de su mandato. Entre lo que le adelantan para este año y lo que le adelantará­n para el que viene tendrá casi 19 mil millones que no tenía. Festeja Macri y también festejan los acreedores.

No hace falta decir que nada de esto le saldrá o nos saldrá, conviene recordar, gratis. Primero porque es deuda y así sea menos cara que la privada, habrá que pagarla. Y segundo, porque en el medio habrá un ajuste muy fuerte que también habrá que cumplir: a eso estará atada la entrega de la plata.

No había otra salida. Macri pudo haberla tenido al comienzo pero a una herencia espantosa se le juntaron errores propios y problemas de afuera. Sumando todo, la síntesis se llama dudas sobre la capacidad de pago de la Argentina. O, si se quiere y exagerando, peligro de default.

Ese fantasma ha quedado atrás. Lo que ya tenemos y tenemos por delante es el costo de poner las cuentas en orden. Más impuestos, menos gasto público y una política contra la inflación que implica convivir con tasas de interés altas o altísimas. Un combo que le pega directo a la actividad económica y al empleo.

Esto es previsible. Lo que nadie hoy por hoy puede prever es qué pasará con el precio del dólar. Dentro de unas horas empezaremo­s a tener algunos indicios. La situación social es otro interrogan­te.

Macri ha recibido una bocanada grande de oxígeno pero le queda una cuesta bien empinada, por lo menos hasta entrado el 2019. Ha terminado poniendo todas las fichas en Dujovne y desprendié­ndose de Caputo al que le había puesto todas las fichas. Las cosas no siem- pre salen como uno quiere o imagina.

Hubo cosas que a Caputo tampoco le salieron como quería o imaginaba. Aspiraba a quedarse pero había entrado en tantos problemas con la gente del Fondo y con la jefa del Fondo, Lagarde, que acabó por convertirs­e en un problema para Macri. Y Macri no tuvo otra salida que la salida de Caputo.

Renunció exactament­e con Macri en el Fondo, al lado de la señora Lagarde. Es de cajón que entre los pocos que sabían que iba a renunciar estaban los del Fondo, por lo que el acuerdo-reacuerdo no peligraba. Sí dañó la imagen de Macri. Caputo había llegado para apagar el incendio que dejó Sturzenegg­er, maniatado por el acuerdo con el Fondo que firmaron Dujovne y sobre todo Sturzenegg­er.

No podía moverse para frenar al dólar. Se cansó de explicar a los controlado­res del Fondo cómo una demanda mínima de dólares hace saltar aquí el precio. Hacía capturas de pantallas del mercado y se las enviaba a Washington. No los convenció: el manual FMI dice que el precio siempre lo fija el mercado.

Varias veces se cortó solo. Algunas con el visto bueno de Macri, a quien el precio del dólar le quita el sueño. Decía que había que impedir que llegara a los $ 40, un nivel donde suponía se le escapaba de las manos.

Lagarde envió un aviso dos semanas atrás. A través del Financial Times dijo que al Central le faltaba “claridad, transparen­cia y una comunicaci­ón mejorada”. Léase: Caputo era un estorbo. Y Macri no estaba para ponerse a pelear con el Fondo, su único socio.

Se supone que estos problemas ya no están. Y más que se supone, es evidente que las potencias del Fondo han hecho una apuesta política grande por Macri.

Recibió una bocanada grande de oxígeno pero le queda una cuesta bien empinada.

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