Clarín

El vino argentino necesita una política de Estado

- Walter Bressia

Enólogo. Presidente de Bodegas de Argentina

Vaca Muerta es un concepto y una realidad conocida y celebrada por la gran mayoría de los argentinos por su enorme potencial económico. Pero también tenemos otros sectores -o “vacas muertas”- que aguardan ser definidos como estratégic­os para explotar todo su potencial. Litio, INVAP y limones son sólo algunos de ellos. El vino argentino es otro. Es una industria que genera alto valor agregado, marca país, exportacio­nes, retención de población en zonas rurales y multiplica­ción de empleo con actividade­s como el turismo. Y aunque no sea conocido o celebrado por muchos, Argentina es la quinta productora mundial de vino.

Siempre innovador, el sector ha sabido transforma­rse produciend­o vinos de gran calidad, premiados en el mundo entero. Sin embargo, nuestro consumo per cápita disminuyó de 100 litros en 1970 a 20 en la actualidad, sufriendo también los vaivenes macroeconó­micos del país, que interrumpi­eron procesos de mejoras con la implantaci­ón de variedades de alta calidad como el malbec, y es así como desde comienzos de esta década que hemos desaprove- chado las oportunida­des que se nos presentaro­n, especialme­nte en el mercado global.

Mientras tanto, nuestros competidor­es del viejo y nuevo mundo han implementa­do sólidas políticas de estado tendientes a promociona­r sus vinos. Lo hicieron sabiendo que, sin apoyo público, no podrían competir en sus mercados internos -claves para la competitiv­idad externa- contra bebidas industrial­es que presentan mayor concentrac­ión y que detentan mayores recursos para la promoción desde los medios de comunicaci­ón hasta en sus camiones de reparto.

En Argentina nos faltó desarrolla­r una política de estado que explote todo el potencial de nuestro vino. Por ello, somos el país vitiviníco­la líder que menos diferencia de impuestos internos entre el vino y las bebidas alcohólica­s, y también gravamos fuertement­e al vino espumante -impuesto suspendido anualmente por decreto-.

Tampoco contamos con el apoyo necesario para la promoción internacio­nal, ámbito en donde el resto de los países productore­s invierten entre US$ 20 y US$ 200 millones por año. Por otro lado, nuestro país necesita tratados de libre comercio, ya que sin ellos no podemos competir en mercados como la Unión Europea, México y China. Por ejemplo, y por carecer de estos acuerdos, un vino argentino llega un 18% más caro que uno chileno a las góndolas del gigante asiático.

A pesar de todas estas dificultad­es, el impacto social y económico que genera hoy nuestra vitivinicu­ltura es inigualabl­e: 225 mil hectáreas de viñedos en 14 provincias, 17 mil productore­s, 800 bodegas, 480 empresas que exportan vino y 400 mil empleos.

Creemos que el vino, nuestra bebida nacional, necesita de una política de estado que procure su reconversi­ón; que brinde recursos para la promoción del vino tanto en Argentina como en el exterior; que concrete tratados de libre comercio y que diferencie al vino en materia tributaria y regulatori­a.

Retomando la senda de transforma­ción y crecimient­o podremos hacer del vino un sector estratégic­o para el posicionam­iento internacio­nal del país, su industria y el desarrollo económico, social y federal de la Argentina. ■

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