Clarín

Un avezado cazador de mosquitos

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Sólo tenés que matar lo que te mantiene vivo. La frase me retumba en la cabeza más o menos desde los cinco, seis años. Empecé a entenderla a los diez, once; a cuestionar­la hacia la adolescenc­ia y ya de grande no me peleé más con ella. Básicament­e comprendí que me resultaba imposible cumplir con ese mandato, y punto. Lo lamento, tengo mis muertos en el placard. Los tengo y los colecciono. Se dio por casualidad hace un par de veranos cuando me sobró un cajón del ropero y decidí poner allí los insectos que yo mismo iba liquidando en un procedimie­nto que bauticé “el aplauso de la muerte”.

Tampoco es que vaya a matar por deporte. No sé cazar, no sé pescar, pero soy hábil persiguien­do insectos en general, y mosquitos en particular. No puedo evitarlo. Las sociedades protectora­s de animales se hacen las tontas, además crecí con Raid, que los mataba “bien muertos” y esa saña, ese placer que nos vende la publicidad, se fue convirtien­do en un aprendizaj­e. Si me preguntan, hoy podría con- siderarme un fumigador avezado.

Yo no mato ni la vaca que tanto me gusta. Tampoco al cerdo que empecé a querer desde la costillita, en diminutivo, con cariño y puré de manzana. No mato más que mosquitos, pero lo hago siempre que puedo. Cuando me molestan y cuando no.

Las moscas no vienen a mí, vienen a mi comida. En cambio los mosquitos deben creer que tengo sangre de Rutini. Les resulto muy atractivo. Ya tengo 27 achicharra­dos o reducidos a cenizas en el cajón especialme­nte dedicado a mosquitos. Es una fosa común. Este verano pienso seguir. Aviso.

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