Clarín

Exageremos todo: las redes lo demandan

- Horacio Convertini hconvertin­i@clarin.com

A Cristiano Ronaldo lo expulsan en un partido por agredir a un rival. “Yo no he hecho nada”, dice. Y se toma la cabeza. Y llora. Y se derrite en mocos y lágrimas para beneplácit­o de las cámaras, profesiona­les y aficionada­s, que registran el show inesperado con tecnología de alta definición. Su boca abierta y sus babas se replican globalment­e en segundos. Pocas personas deben tener la conscienci­a del ojo ajeno que exhibe CR7. Lo demuestra en cada festejo de gol, en el que elige hasta el perfil con el cual mostrarse. Por eso, su llanto (exagerado, por tratarse una tarjeta roja en la primera fecha de la Champions League, no en una final) podría encuadrars­e en el rubro “acting para la platea”. Es que, hoy, todos somos carne de videotape. La certeza de que podemos ser vistos, grabados y convertido­s en hit viral no es gratis: nos condiciona, nos potencia y, sobre todo, nos vuelve obvios. El enojo, cualquiera, debe ser a los gritos. La tristeza, cualquiera, debe ser líquida. La sensualida­d, cualquiera, debe tener la sutileza de un pe- rreo de Pasión de sábado. El problema es la falta de medida. Regresemos a Cristiano: si una expulsión menor, por injusta que sea, le provoca semejante estallido de lágrimas, ¿qué le quedará para cuando le rompan la rodilla? Esta época, en la que nos hemos convertido en observador­es y fiscales de cuanto sucede en el mundo, ha devaluado la mesura. La procesión ya no puede ir por dentro. Porque por dentro no se ve y lo que no se ve no existe, puesto que estamos en la cultura de la exposición. Los interpreta­dores de la vida de los demás necesitan señales claras: si no, ¿de qué hablarán en las redes en un rato? ■

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