Clarín

Escuchas a la española

- Ricardo Roa

José Manuel Villarejo no es chofer sino un ex comisario español durante muchos años con acceso a las escuchas. Las legales y mucho más las propias. Como Centeno, las ha acumulado. Y distinto de Centeno, ahora que está preso las va soltando de a poco para ver si algún fiscal o juez se asustan o los asustan desde la política y le alivian la prisión.

El Centeno español documental­ista grabó todo lo que pudo. A Corinna zu SaynWittge­nstein, princesa alemana y amante del ahora rey emérito Juan Carlos. Fue en 2015 y en la casa de Corinna en Londres. Villarejo había llegado a ella a través de Juan Villalonga, íntimo amigo del expresiden­te Aznar que lo puso al frente de Telefónica.

Corinna dice que estaba viviendo una pesadilla porque Juan Carlos había puesto a su nombre propiedade­s en Marruecos y otros lugares fuera de España y que se las estaba reclamando luego de romper la relación. Y dice que Juan Carlos tenía cuentas en Suiza a nombre de su primo. “Escuchábam­os también al rey sí, pero para protegerlo”, dice Villarejo. Menos mal.

Otra grabación igualmente explosiva fue en una comida que el propio Villarejo tuvo en un restorán de Madrid para festejar el nuevo premio que el Gobierno le había otorgado por sus servicios al Estado. El grabador serial se jubilaba. Ya lo habían condecorad­o por la lucha contra los terrorista­s de ETA.

Acompañaba­n a Villarejo otros dos policías de rango y una fiscal y un juez de la poderosa Audiencia Nacional, bien conocido aquí: Baltasar Garzón. Mezcla rara. La fiscal era Dolores Delgado, hoy ministra de Justicia del gobierno socialista. Policías y funcionari­os judiciales conversaro­n cuatro horas. Se confiaron intimidade­s políticas y de la Justicia. También de sexo.

Entre otras delicadeza­s registrada­s en el almuerzo celebran la organizaci­ón por parte de Villarejo de una red de prostituci­ón/espionaje. “Informació­n vaginal”, resume Villarejo ante Delgado, que llama “maricón” al entonces juez Fernando Grande-Marlaska, gay y hoy ministro socialista como ella.

“Fue un insulto, no una expresión homófoba”, busca defenderse ahora Delgado. Quiere aclarar, más bien oscurece. En la grabación se oyen otros pormenores increíbles o no tan increíbles como cuando ella cuenta que ha participad­o en un congreso en Cartagena, Colombia, con “compañeros” de la Audiencia y del Tribunal Supremo que “acabaron con menores”. En la mesa nadie se inmuta.

Hablan de un caso en manos de Garzón: el apresamien­to y deportació­n a España de un par de piratas somalíes que habían secuestrad­o la embarcació­n española Alakrana. Delgado critica que los llevaran a Madrid: uno tenía dermatitis y sífilis. Garzón va más lejos, mucho más lejos: dice que mejor habría sido abordar el Alakrana y resolver el asunto a los tiros. “Que muera una persona, que mueran dos. ¡Qué le vamos a hacer! En la vida, aquí, pueden haber atentados y mueren 50”.

Amigo de los Kirchner, Garzón fue funcionari­o argentino hasta enero de 2016. Su último cargo fue asesor de la Secretaría de Derechos Humanos, con un sueldo de US$ 7.000 al mes. Practica una retórica pública que en privado contradice brutalment­e.

Amigo de Villarejo, Garzón lo define como un “hombre honrado de enorme eficacia”. Lo de eficaz puede ser. Lo de honrado es un chiste: Villarejo se hizo rico manejando una red mafiosa que vendía informació­n y protección policial. Con eso espera salvarse. ■

Un ex comisario y espía preso va soltando escuchas que desnudan a jueces y políticos.

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